II. Principios Fundamentales

 

  

En lo accidental

puede haber muchos modos de ser,

muchos modos de vida,

pero en lo esencial y profundo,

en la confrontación con los valores

no existe un estilo de vida

neutro e indiferente.

Se vive en el valor o en el antivalor,

se vive con sentido o sin sentido.

(E.P.V. 64)

 

 1. La verdad sobre el hombre

Nuestra visión.

7. La educación, por ser el proceso de "humanización y personalización", requiere una adecuada visión del hombre.

En una sociedad pluralista como la nuestra, nosotros queremos proclamar con claridad nuestro modelo de hombre, para evitar confusiones y ambigüedades. Modelo definido por la Palabra revelada por Dios y anunciada, vivida y, celebrada por la Iglesia en la Historia.

8. Valoramos al hombre como PERSONA, es decir como una totalidad creada por Dios a su imagen y semejanza e integrada por una interioridad, el sagrario de su conciencia, y una corporalidad que lo coloca en una situación determinada en el espacio y en el tiempo y le permite un conjunto de relaciones que lo integran en una realidad social. Así va dando sentido a su vida y realizando su vocación de encuentro con Dios.

 

Jesucristo. El hombre nuevo.

9. Nuestro modelo de hombre es Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. "En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encamado... El, en la misma manifestación del Misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (G.S. 22/1). En Jesucristo queda expresado el designio de Dios sobre el hombre. En Jesucristo, la verdad sobre el hombre no es una ideología, sino una realidad: una Palabra hecha carne.

 

En el hombre todo es don...

10. Contemplando a Jesucristo descubrimos y valoramos la grandeza del hombre. Todo en él es un don de Dios que lo ha creado a su imagen y semejanza. La experiencia de esta dependencia de Dios en todo es lo que lo hace sentirse hijo de Dios.

11. Es un don su conciencia: Su capacidad de verse y actuar como sujeto, como presencia consciente. Su capacidad de percibirla necesaria modificación de lo dado y de crear algo nuevo. Su capacidad de discernir lo que lo realiza. Su capacidad de ser responsable de sus acciones. (E.P.V. 32).

12. Es un don su cuerpo: Por medio del cual su espíritu se encama, se hace presente en medio del mundo, establece relaciones de igualdad con los semejantes, haciéndose hermano de ellos, y relaciones de dominio con las cosas, experimentándose señor. La verdad sobre el hombre es también su corporalidad, que integrada a su espíritu le hace vivir una tensión dialéctica (alma-cuerpo), permanentemente tentada de reduccionismos como el angelismo y el hedonismo.

13. Es un don su sexualidad: Aquello por lo que una persona piensa, siente, ama, actúa... como varón o como mujer y que afecta a todo su ser.

14. Es un. don su libertad: "Aquella capacidad que en principio tenemos todos para disponer de nosotros mismos" (D.P. 322) 322) para realizar o fracasar en nuestra vida, para abrimos a construir comunión o participación o para cerramos en el individualismo.

 

...y todo en el hombre es proyecto

15. Contemplando a Jesucristo descubrimos y valoramos también que esa totalidad integrada que es la persona, no es algo terminado, sino todo un proyecto, una tarea, que se va definiendo en las opciones libres con las que cada persona responde a los desafíos que la realidad, siempre ambigua, le plantea. San Miguel Garicoits llama "situación" ("position") a esta realidad que encierra el Proyecto de Dios, su plan, su designio, su voluntad, que es preciso discernir y practicar para realizamos. (Fiat Voluntas Dei). Estos son algunos desafíos fundamentales:

16. Desafío por definir y mantener su identidad en cada situación, respecto a las tres relaciones que le caracterizan: "la relación del hombre con el mundo como Señor, con las personas como hermano y con Dios como hijo". (D.P. 322).

17. Desafío por asumir e integrar a las otras dimensiones de la persona la verdad de su sexualidad que:

18. Desafío por irse haciendo señor del mundo a través del trabajo. Es así como "somete la tierra" (Gn. 1128) y la va transformando, humanizando. Pero el hombre con el trabajo no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo (G.S. 35; L.E. 5 y 6).En el trabajo del hombre hay que considerar entonces estos tres aspectos:

19. Desafío de las situaciones-límites, que de una u otra manera todos tenemos que afrontar: la muerte, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, el deterioro, la invalidez, el fracaso, la angustia... (E.P.V. 46). Estas situaciones manifiestan los lftnites de nuestra ciencia y de nuestra técnica, y nos hacen experimentar la impotencia para darles una solución. La única manera de vivirlas con sentido es aceptarlas en su verdad, siguiendo a Jesús, el Maestro, cargado con la Cruz, en frentando el conflicto de su Pasión (Me. 8/31- 38). Por aquí pasa la identidad cristiana. Asumidas con realismo estas situaciones, nos van como modelando, porque nos purifican de nuestro orgullo e ilusiones y nos hacen más auténticos, más conformes a la verdad.

20. Desafío en definitiva por enfrentarse a los propios límites, que caracterizan su situación de encarnación. San Miguel Garicoits hablaba de estos límites al contemplar el Misterio de la Encarnación del Verbo: "Practicar, a ejemplo del Señor, la caridad que no tiene límites, en los límites de la situación" (Correspondence, T.I., Carta 85, pág. 201). Estos límites son entre otros: la condición de creatura, el espacio, el tiempo, la herencia, la familia, la cultura, la historia, el carácter, la educación, los demás, las cosas... Todos estos límites tienen que ser conocidos, valorados y aceptados porque lo invitan a no estancarse, a salir de sí y a superarse, a trascenderse más allá de ellos en un proceso de maduración, en la realización de su proyecto de vida.

 

En la dinámica del amor

21. Contemplando a Jesucristo, anonadado y obediente, (Manifiesto 1838), aprendemos a buscar y a amar la voluntad de Dios en medio de la ambigüedad de la vida. Esa voluntad de Dios nos estimula a vivir permanentemente en la dinámica del amor: "por amor, más que por otros motivos", dirá también San Miguel Garicoits. Esa dinámica del amor implica todo un proceso: renuncia a sí mismo, apertura, entrega generosa de lo mejor de nosotros mismos para que los demás puedan perfeccionarse y aceptación humilde del don de los demás, también de Dios, sin el cual nosotros no podemos realizamos. Es el diálogo del encuentro personal que crea comunión, es amar "como yo los he amado" (Jn. 13134).

22. La experiencia de la comunión en los encuentros interpersonales va generando una interdependencia de los hombres en lo bueno y en lo malo. Como personas, aprendemos a elaborar nuestra propia identidad a través de las relaciones comunitarias, con las que:

 

Esta dimensión comunitaria y social de la persona exige en la conducta la virtud de la SOLIDARIDAD, que Juan Pablo II define así: «la solidaridad no es un sentimiento de vaga compasión o de superficial enternecimiento por los males de tantas personas cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos». (S.R.S. 38)

 

La realidad del pecado

23. Contemplando a Jesucristo, semejante a nosotros en todo menos en el pecado (Hb. 4/15), descubrimos y denunciamos la realidad del pecado en nosotros como:

Estas son las actitudes y estructuras de pecado de que habla Juan Pablo 11 y que frenan el pleno desarrollo de las personas y que solamente se vencen "mediante una actitud diametralmente opuesta: la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a perderse, en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo y a servirlo en lugar de oprimirlo para el propio provecho". (S.R.S. 38). Es lo que hace Jesús en su vida.

 

La culminación del proyecto

24. Contemplando a Jesucristo que por nosotros murió y resucitó y que "levantado en alto atrae a todos hacia sí" (Jn. 3114 y 8127), descubrimos en Él al Redentor que nos liberó del pecado y del fracaso del proyecto y nos dio su Espíritu y con él la nueva vida y la libertad, porque "donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad "(2 Cor. 3/17). En Jesucristo Resucitado vemos el proyecto del hombre realizado y su vocación planificada. En él descubrimos que el hombre está hecho para la vida y la felicidad, a las que se llega después de asumir los conflictos y que son plenas cuando se consuma el encuentro de comunión con el Padre. Entonces serán realidad "el cielo nuevo y la tierra nueva en la que habitará la justicia" (2 Pe. 3/13), porque la promesa del Apóstol será ya realidad: "todo les pertenece, ustedes pertenecen a Cristo y Cristo pertenece a Dios." (1 Cor. 3123).

 

2. Nuestra Visión de la Cultura

"Una fe que no se hace cultura es una fe, que no ha sido recibida plenamente, ni pensada enteramente, ni vivida fielmente".

(D.R. 53)

Aproximación conceptual

25. La Cultura es una actividad creadora del hombre, con la que responde a la vocación de DIOS que le pide perfeccionar toda la creación y en ella sus propias capacidades y cualidades espirituales y corporales. (D.P. 391).

26. La Cultura es una forma de concebir la vida, valores que se quieren vivir y modalidades de conducta a través de las cuales el hombre, en cuanto tal, se hace más hombre, es más, accede más al ser. (Juan Pablo Il, en la UNESCO, 1981).

27. La Cultura es la totalidad del esfuerzo que emprende el hombre como persona y como comunidad para autorrealizarse armoniosamente:

con los demás hombres,

y con Dios.

 

Características.

28. La conciencia de la propia identidad cultural como persona y como pueblo tiene que manifestarse y enriquecerse en la aceptación y el diálogo con otras culturas.

29. La Cultura de un pueblo es abierta para asumir de otras los valores que pueden enriquecerla y para defenderse y rechazar los antivalores que pueden destruirla.

30. La Cultura de un pueblo es dinámica: toda persona nace, crece y madura en una cultura, y en ese proceso de la vida contribuye a modificarla: enriqueciéndola o empobreciéndola.

 

Evangelización e Inculturación

31. La presencia de la realidad del pecado en la Historia del hombre es un obstáculo al desarrollo pleno de la persona, dando lugar a los antivalores.

32. La Iglesia en diálogo con las diversas culturas, las enriquece con el don del evangelio (evangelización), y ella misma se enriquece con los valores de cada cultura (inculturación), pues en todas ellas hay sencillas del Verbo, porque el Espíritu Santo mantiene como una fermentación incesante en el fondo de los corazones (R. de V. art. 14, Doct. Spir. 144).

33. Fieles a nuestra Regla de Vida, consideramos atentamente los valores culturales, sociales y religiosos de los diferentes ambientes humanos, tratando de reconocer en ellos los signos del Reino de Jesucristo. Por eso estamos a la escucha de los hombres de nuestro tiempo con una presencia humilde y auténtica hacia su vida (R. de V. art. 15).

 

Educar en los valores

34. Nuestros colegios como agentes de Evangelización, por medio de la educación tienen "una función insoslayable: la transmisión crítica de la cultura", para formar en el discernimiento de las realidades, que suelen presentarse en forma ambigua y poder distinguir con claridad los valores que humanizan de los antivalores que degradan al hombre. Entendemos por valor todo cuanto contribuya a su proceso de humanización o perfeccionamiento como hombre (E.P.V. 63). En caso contrario es un antivalor.

 

3. Lo que entendemos por educación

 

35. Entendemos la educación como la tarea de acompañar a las personas en su capacitación para realizarse en plenitud. Educares acompañar el proceso de aprender a ser libre y a obrar rectamente.

36. Este acompañamiento consiste en perfilar, proponer y motivar a cada persona para que:

37. Este acompañamiento implica respetar, promover y garantizar la capacidad que tiene cada persona para autoconducir y perfeccionar su vida a partir de la aceptación de la verdad sobre sí mismo.

38. La educación así entendida se caracteriza por ser:

39

40. Liberadora: La educación es el camino para incorporar la libertad al sentido de la vida. Educar es ayudar al hombre a superar sus esclavitudes y sus miedos a la libertad. La educación ayuda a valorarla libertad como un don recibido de Dios y a comprometerse en una tarea liberadora de los condicionamientos interno y externos que le impiden desarrollar sus potencialidades y dar sentido a su vida.

La experiencia de una libertad así vivida va haciendo a la persona abierta a nuevos desafíos que le vienen de las relaciones personales, de las situaciones, de Dios; y la dispone a una superación personal y a una trascendencia.

41. Generadora y transmisora de la cultura: Comunica la cultura de forma sistemática y crítica. Implica a la persona en el patrimonio cultural elaborado por las generaciones pasadas, la hace generadora de nuevos valores culturales y le va creando una conciencia crítica frente a los riesgos que amenazan con destruirla.

42. Creadora de comunidad: La educación acompaña a la persona para que realice su libertad y así cree ámbitos de comunión, donde se viva la originalidad personal en profunda interacción con otras personas.

43. Evangelizadora: Mediante el Evangelio anunciado y aceptado, las personas superan la esclavitud del pecado y se transforman en nuevas criaturas, a imagen de Jesucristo, que vive según las prioridades de que Dios es Padre y todos los hombres somos hermanos. Siguiendo a San Miguel Garicoits, nuestra educación evangelizadora la realizamos desde la perspectiva del IMPULSO generoso del Verbo Encarnado (R. de V. art 2 y 3), y ponemos un cuidado especial en cultivar en todas las personas de la comunidad educativa las virtudes del Sagrado Corazón: humildad, obediencia, abnegación, mansedumbre y caridad.

44. La eficacia del acompañamiento educativo implica: