En
avant! Beñat Oyhénart scj
Traducción:
Daniel R Martín
Adelante,
siempre adelante
“
Dios nos ha amado.
Nos
ha amado de tal manera
Que
nos envió a su Hijo.
Nosotros
lo amamos,
porque primero Dios nos amó ”
(1
Jn 4,10.19)
1 – Jesús, concédeme amar como Tú
Señor
Jesús, nos entregas la Eucaristía;
te entregas totalmente a nosotros:
no hay un amor más grande posible.
Cuando
te entregas con tanto amor,
ves partir a quien te va a traicionar.
Tú sabes dónde está, ¡y es allí adonde vas!...
Tus discípulos están temerosos,
y… de cuantos beneficios los has colmado:
¡ qué cobardes son !
¡Guay!,
yo me parezco demasiado.
¿Cuántas veces no los he imitado?
Tú,
mi modelo, estás tan calmo,
te olvidas de ti mismo... estás lleno de atenciones...
continúas amando con un corazón generoso...
en medio de un océano de dolores.
¡Esto
lo has hecho por mí!
Corazón de Jesús, sufres por mí.
Te quiero pedir:
“Crea en
mí un corazón puro,
renueva en mí un espíritu recto”
(Sal 50,2)
¡Oh Corazón divino,
te quieres volver mí corazón!
Es
tu voluntad.
¡Viejo corazón mío, deja sitio al Corazón de Jesús!
¡Desaparece para siempre, viejo corazón!
¡Toma su lugar, Corazón de Jesús!
No
quiero más rehusarte nada.
Concédeme amarte. Amén. DS 47-48; MS 171
2 – Tú nos enseñas a orar
¡Padre
nuestro!
Oh Cristo, hubieses podido comenzar esta oración
por una palabra más importante: como “creador” o “Señor”.
Pero no has querido que tuviésemos temor,
has elegido una palabra que nos impulsa a amar, a
confiarnos.
Gracias
por habernos mostrado que Dios es
nuestro
Padre que siempre nos ama.
DS 57-58 MS 132
3 – Tú piensas en mí
¡Dios mío, has pensado en mí!
¡Sin
cesar, piensas en mí!
Tú, que con tu inmensidad llenas el cielo y la tierra,
delante de quien todo lo que existe, es como si no
fuese.
¡Tú
piensas en mí!
Y Jesucristo se deja desgarrar el cuerpo: busca sólo
mi felicidad.
¡Dios
mío, te alabo y te doy gracias!
DS 58-59 MS 169
4
– Me abandono en Ti
Dios
mío, no sé si soy agradable a tus ojos.
Enséñame a hacer siempre bien cuanto deba hacer.
Me abandono totalmente en tus manos paternales.
Ayúdame a cumplir lo que quieres, como lo quieres,
donde esté, en cualquier situación.
No
merezco tus beneficios.
¡Toda
mi confianza está en Ti!
DS 58-59 MS 189
5
– Frente a la adversidad
Dios mío, aún cuando llegue la adversidad, que sepa
decir:
“¡Bendito
sea tu nombre, Señor!”
Aún entonces enséñame la paciencia y el amor.
Enséñame
incluso a decir “Sí” ante la adversidad
al
menos con un comienzo de amor.
MS 127
6 - Tú nos das la verdadera felicidad
Señor,
nos das lo necesario para que seamos felices.
La felicidad no depende sino de nosotros mismos, de
aquello que buscamos.
..
A menudo nos quejamos de los otros o de lo que nos
acontece.
Pero, Señor, lo primero que debemos buscar, es tu
Reino:
el resto es minucia, y nos lo darás en abundancia.
Siempre nos concedes lo necesario, más aún lo mejor:
La
vida contigo para siempre.
MS 127
7 – Me arrojo
en tus brazos
En
tus brazos, Señor, me arrojo;
Tú me amas mucho más que yo, a mí mismo;
ya me amabas aún cuando todavía estaba en contra
tuyo.
Ahora
quiero obedecerte,
ahora quiero cumplir lo que te agrada.
Dios
mío, me abandono totalmente a Ti.
¡Soy
todo tuyo!
MS 128
8 – Ayúdanos a conocer tu voluntad
Dios
Creador nuestro,
te pertenecemos, queremos conocer tu voluntad y hacer
lo que te agrada.
No
podemos salvarnos por nosotros mismos.
A
cada uno de nosotros, en lo profundo de su corazón,
nos haces conocer lo que es bueno y lo que no lo es, lo
que es justo y lo que no lo es,
nuestros padres ensayaron seguir este camino.
Por
Moisés nos das los mandamientos.
Por
Jesucristo Nuestro Señor, nos has dicho la verdad toda;
por Él vuelves claro lo que nuestros padres buscaron y
lo que tu Pueblo aprendió.
Queremos
adorarte y amarte,
nada es más justo, más grande, más ventajoso.
Sin embargo somos débiles: que tu Espíritu
venga en nuestro socorro, te lo suplicamos
–
pues jamás rehúsas tu Espíritu a quienes te lo piden –
entonces
nos podrás ordenar lo que quieras.
“Nada es difícil para quien ama”
Enséñanos
a seguir tu ley por amor;
ella
nos muestra lo que te agrada;
MS 118-119
y
lo que te agrada es que te queramos mucho.
9 - Tú eres mi todo, Dios mío
¡Eres
mi todo, Dios mío!
Estás conmigo, en verdad nada me falta.
Señor,
eres Tú quien me conduce.
Cuando necesito una gotita de agua me ofreces el océano.
Todo
me lo das con abundancia infinita.
Fuera de Ti todo se hace difícil.
Enséñame
a ser paciente, confiado y alegre.
“El
Señor es mi pastor, nada me falta”.
¡Tú
eres mi Dios y mi todo!
DS 61-62
10 – Tú eres nuestro Padre
Padre
nuestro que estás en el cielo,
nos has creado para amarnos más que para mostrarte
poderoso o sabio.
¡Sí,
eres nuestro Padre y nos amas más que todos los padres de la tierra!
Tú
nos ha creado a tu imagen y semejanza.
Cada uno de nosotros es reflejo de tu grandeza.
Eres
también nuestro Padre porque has hecho alianza con nosotros.
Y sobretodo,
eres
nuestro Padre, porque eres el Padre de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Qué
gran misterio a contemplar!
MS 131
11 – Dios, nuestra fortaleza
Dios
Padre nuestro,
en tus poderosos brazos podemos apoyarnos:
nos
amas inmensamente.
Cuando estamos fatigados o inquietos,
estás
ahí... y podemos reposar en Ti...
Solos, no podemos hacer nada, sino agitarnos inútilmente.
En
Ti ponemos toda nuestra fe,
Dios
nuestro Salvador, Dios nuestro Padre.
Aquí
estamos delante de Ti, sin inquietud, como niños inocentes y simples,
te
confiamos nuestras ansiedades y nuestro futuro.
Sabemos
que estás cariñosamente a nuestro lado, noche y día, sin cesar.
Somos
débiles, eres nuestra fortaleza
Somos
pecadores, pero confiamos en Ti.
Nos
entregamos completamente a Ti, con fe y con amor DS
59-60
12 – Señor, eres nuestra fortaleza
Señor,
eres nuestro amigo ¡y qué amigo!
Cuanto pide la amistad, Tú lo cumples.
¡Eres
un amigo incomparable!
No, nadie entiende como Tú lo que es un verdadero
amigo.
Nadie busca tanto como Tú ser un verdadero amigo.
¡Y
Tú, Señor, Rey Todopoderoso, quieres estar conmigo!
¡Aquello que los más sabios de este mundo creen
imposible, Tú lo realizas con nosotros!
Nos disponemos a escucharte sin dilaciones,
con
todo nuestro empeño, para nuestra mayor felicidad.
MS 107
13 - ¡Cuánto nos amas!
¡Oh
Dios, cuánto nos amas!
¡Has
descendido a nuestro nivel, te has empequeñecido,
y
hasta qué punto!
Sin embargo nos hemos olvidado de tu generosidad;
nos
servimos de tus beneficios en contra tuyo;
nos
volvemos desagradecidos, no tememos ofenderte.
Y
Tú, sigues amándonos,
nos soportas, vienes
hacia nosotros, nos buscas... corres hacia nosotros....
Cuando
retornamos sinceramente a Ti, nos quieres mucho más
y
nos colmas de beneficios.
MS 151
14 – Dios se me ha entregado
No
valgo nada... pero soy un ‘hombre’.
Tú
eres mi Dios, el Todopoderoso, y te vuelves un ‘ser humano’.
Tú te me entregas en Jesucristo:
ha
nacido por nosotros, nos ha sido entregado.
Dios mío,
quieres obrar como hombre;
y
Tú enseñas al hombre a obrar como Dios.
Danos
pensar y obrar como Tú.
MS 153
15
- Por siempre, honor y gloria a Ti
Dios
Creador,
Dios
de quien viene todo don perfecto. Dios el único inmenso.
¡Gloria
y honor por siempre!
“¡Mi
alma canta la grandeza del Señor!”
¡Sí,
ciertamente, el Señor es grande!
¡Yo
le canto!.
(Luc. 1,46)
DS 76
16
– Jesús, el Hombre-Dios nos une con Dios
¡Gracias,
Señor Jesús!
Has
descendido hasta nosotros... hasta el barro de nuestra carne:
“El
Verbo se hizo carne”
“La
Palabra se ha hecho un ser humano” (Jn 1,14).
Nos
has vuelto no sólo espirituales, sino divinos.
Gracias
a Ti, Dios llegó a ser hombre;
nuestras
acciones aún las más ordinarias,
como
el beber, el comer o el dormir, son dignas de Dios.
Tú
estás en un comedero de animales:
sufres
el frío y la humillación de la pobreza,
únicamente
porque nos amas.
Enséñanos
a amarte, vuélvenos generosos,
Gracias
a Ti, oh Cristo, que nos vuelves fuertes,
somos
capaces de todo. (Fil. 4,13)
¡Gracias,
Señor Jesús!
DS 108 MS 154
17
– Dios nos ama
Dios
mío, eres el amor siempre y en todas partes presente.
viven
como si no existieras.
Para
que se acuerden de Ti, para que te amen, a Ti su Creador,
les
entregas a Jesucristo Nuestro Señor:
haciéndose
hombre, tu Hijo nos permite verte, incluso tocarte.
En
el pesebre o en la Eucaristía,
es
Dios mismo quien nos muestra su amor
y
salva a la humanidad toda.
“Este
amor nos enseña a rechazar
la
impiedad y las concupiscencias del mundo
para
vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad.” (Tt.2, 12)
Por
tu Hijo Jesús
todos
nosotros podemos verte y escucharte,
enséñanos
el camino a seguir.
Te
agradecemos por este Maestro que
nos das
y
que nos atrae siempre hacia Ti.
DS 109 MS 151-152
18
– Dios derretido en amor
Dios
mío, de tal manera amaste al mundo
que
le entregaste a tu Hijo Único (Jn 3,16).
Eres
un Dios derretido en caridad: ¡eres amor, tan sólo amor!
Nos
atraes hacia Ti, estás siempre en búsqueda nuestra,
te
sacrificas por nosotros y sin embargo escapamos a tu amor.
Nos
das a tu Hijo para instruirnos y unirnos a Ti, su Padre .
Tú
que eres plenitud de bondad y de amor,
ilumínanos
ahora,
sálvanos
siempre.
Aleja
de nosotros los falsos razonamientos. ¡Danos una fe viva!
Ayúdanos
a parecernos a los pastores de Belén:
quienes
adoraron al Salvador del mundo
envuelto
en pañales y recostado en un pesebre. DS
110-111
19
– Corazón apasionado
Regálame
un corazón que ame de verdad.
Un
corazón que crea, que guste las cosas de Dios:
que
corra y vuele tras los pasos de Nuestro Señor Jesucristo.
Desarrolla
en mi corazón ese germen divino que es el amor.
Dame
un corazón humilde y discreto, dispuesto a compartir la cruz del Salvador.
Enséñame
a caminar sin resistencias, sin murmuraciones, sin inquietud.
¡Seguirte
Jesús me basta!
¡Regálame
un corazón ardiente y apasionado!
DS 111-113
20
– Gracias por la Eucaristía
Dios
Padre nuestro,
con
Jesús queremos adorarte, alabarte, y decirte: “¡aquí estamos!
nos
entregamos totalmente a Ti, para tu
gloria”.
Danos
tu Espíritu, para que vivamos de tu vida divina.
Te
damos gracias por la Eucaristía que nos entregas,
es
el alimento de tus hijos, nos vuelve todavía más tus hijos.
Enséñanos
a comportarnos como auténticos hijos tuyos.
Eres
el Padre que nos regalas este maravilloso don: por tu Hijo y por tu Espíritu
¡nos amas realmente!
Nuestra
deuda por este grandísimo regalo es inmensa.
Queremos
amarte, obedecerte e imitarte;
queremos
corresponderte como te lo mereces.
¡Padre,
inmenso es tu amor!
MS 171-172
21
– Maestro interior y Espíritu de Amor
Dios
mío, te haces el Maestro de nuestros corazones,
quieres
hacernos felices... nos das tu
propia felicidad...
Maestro
interior, queremos concurrir a tu escuela, nos ponemos bajo tu conducción.
Danos
santos pensamientos y permítenos realizarlos.
Que
nuestras oraciones y acciones comiencen en Ti y que terminen en Ti.
Nos
ponemos bajo la conducción de tu Espíritu de Amor,
que
todo nuestro ser, cuerpo y alma, no tenga sino un único movimiento,
un
sólo impulso; que se ponga bajo la conducción de tu Espíritu de Amor;
que
diga sin cesar: ¡Aquí estoy!
DS 145-146
22
– Vivir en tu alegría
Padre,
déjame vivir en tu alegría,
que
se irradie en toda mi conducta,
en
mis relaciones contigo.
en
mis relaciones con mis hermanos;
aún
más, que se irradie desde mi mismo.
Tienes
tu mirada puesta en mí,
para
volverme puro,
para
protegerme,
para
colmarme de tus beneficios.
Con
María digo y repito sin cesar:
“Mi
alma canta la grandeza del Señor”
Sí,
verdaderamente, El Señor es excelso. ¡Yo lo alabo!
Mi
buen Padre Dios, me miras y mi ser
se inunda de alegría.
En
Ti, toda mi fe.
En
Ti, toda mi confianza y esperanza.
En
Ti, todo mi amor.
Enséñame
a amar a mis hermanos
y
a entregarme a su servicio.
DS 135
23 – En lo recóndito
de mi corazón
Anhelas
posesionarte de mí,
anhelas
esclarecerme,
anhelas
hacerme vivir de tu vida divina.
hay
como una fermentación incesante
que
mantiene tu mano creadora,
y
que me impulsa a abandonarme en Ti,
pues
siempre estás en mi búsqueda.
Mi
Dios, en tu presencia mi alma permanece callada,
me
entrego a Ti.
Que
tu Palabra todopoderosa descienda sobre mí,
que
habite en mí.
DS 144-145
24
– Contigo crezco
¡Señor,
ten piedad de mí!
¡Señor,
no sea yo un obstáculo para la obra de tu gracia!
No
puedo sino plantar y regar la semilla,
pero
de nada esto aprovecha, si no estás presente para hacerla crecer.
¡Eres Tú, mi Dios, quien da el crecimiento!
(ver 1 Cor. 3,7) DS 146-147
25
– La oración suscita el amor
Dios
nuestro, enséñanos a amar desde lo recóndito
del corazón.
Que
la oración suscite el amor: nos fusione contigo.
Aquí
estamos silenciosos y recogidos a tus pies,
dispuestos
a cuanto desees.
¡Ojalá
nuestra vida sea una oración incesante!
Sea
una oración cada uno de nuestros actos, que atraiga y aumente en nosotros
¡la
vida según el Espíritu Santo!
No
queremos ser hombres de oración,
sino
la oración misma. (S. Gregorio)
DS 149; MS 293
26
– Imprime en nosotros la ley del amor
Dios
Padre nuestro,
imprime
tu ley de amor en nuestro corazón,
seremos
así hombres justos:
entonces
gustaremos en verdad lo que es bueno.
Concédenos
este amor que nos permite hacer mucho más
de
lo que piden los mandamientos todos.
Concédenos
este amor que permitió a Felipe encontrar al Mesías
cuando
a su alrededor la muchedumbre preguntaba:
“De
Nazaret, ¿ puede salir algo bueno? (ver
Jn. 1, 43-45)
Concédenos
ese amor que ha permitido a la pecadora perdonada
verter
lágrimas sobre los pies de Jesús,
mientras
que los fariseos, seguros de su virtud, y
llenos de desprecio hacia aquella mujer,
son
reprobados por Jesús. (Luc. 7,
36-56)
Concédenos ese amor que, en la mañana de Pascua,
hizo
correr a las santas mujeres hacia la tumba vacía,
mientas
que los Apóstoles no estaban dispuestos a escucharlas
y
los discípulos de Emaús caminaban descorazonados.
(ver Luc.24,1-24)
Concédenos
ese amor que hace caminar tan bien y mejor
que
cualquier regla y cualquier mandamiento.
Concédenos
ese amor que permitió a los primeros cristianos
estar
tan unidos en corazón y en espíritu. (ver Hech. 2, 42-47;4,32-37;5,12-16).
Concédenos
ese amor que unía tan estrechamente
a
S. Ignacio de Loyola que vivía en Roma con
S. Francisco Javier que estaba en la India:
y
lo hacía caminar bajo la inspiración del Espíritu Santo.
Concédenos
ese amor por el cual los condenados a muerte,
en
la escuela del Espíritu Santo. se convierten en héroes.
Concédenos
ese amor que permite a los pecadores transformar su corazón.
Vuélvenos
dóciles al Espíritu que nos empuja a decir:
“Quiero
volver a la casa de mi Padre”(ver Lc.. 15,18)
DS 149-151
27
– Infúndenos tu Espíritu de amor
Señor,
por boca de tu santo profeta, prometiste:
“Pondré
mi Ley en lo más recóndito de ellos mismos,
la
inscribiré en sus corazones.
Seré
su Dios y ellos serán mi Pueblo.
No
precisarán ser instruidos, ni por sus compañeros ni por sus hermanos.
Todos
me conocerán desde el más pequeño hasta el más grande.”
(Jer. 31-34)
Te
agrada convertirte personalmente en maestro y formador nuestro.
Mantienes
tu promesa: gracias a tu Hijo Jesús muerto y resucitado
expandes
el Espíritu Santo en nuestro corazón.
Es
quien nos ama y vuelve fecunda todas nuestras acciones.
Gracias al Espíritu nos convertimos en piedras
vivas de la Jerusalén del cielo.
Que
tu Espíritu nos enseñe esto:
la ley está hecha para el hombre, y no el hombre para la ley
(ver Mc. 2,27).
También
esta otra verdad: el amor está más allá
de la ley.
Que
tu Espíritu no nos permita contar con nuestras solas fuerzas,
porque
eres un Dios que se oculta a los sabios y te muestras a los pequeños.
Aunque
no podamos hacer nada, que tu Espíritu nos haga esperar todo,
en
Ti, que eres nuestra fortaleza
Que
tu Espíritu nos repita sin cesar la palabra de Jesús:
“Mi yugo es suave; y mi carga,
liviana”. (Mt. 14,30)
Que
tu Espíritu aleje de nosotros a Satán:
que
nuestras ideas y nuestra voluntad no cuenten para nada,
sino
solamente tus ideas y tu voluntad.
Ayúdanos
a estar unidos a tu Espíritu de verdad y amor;
transformando
nuestras apreciaciones y sentimientos,
sacando
el bien del mal.
¡Espíritu
del Hombre Nuevo, deposita tu ley de amor
en
lo recóndito de nuestro corazón!
DS 157-161
28
– Unidos en tu corazón
Señor,
lo que los felices habitantes del cielo hacen, viéndote,
queremos
hacerlo, creyéndote:
queremos
respetarte, siendo todos uno en tu Corazón,
sin
llegar tarde, sin poner condiciones, sin vuelta atrás;
no
queremos retroceder ante ningún sacrificio, ante ningún esfuerzo;
queremos
cumplir aquel anhelo de Jesús:
“¡Que
sean uno!” aquí en la tierra como en el cielo(ver Jn.17,21),
DS 170-171
29
– Discretos y entregados
Señor
Dios nuestro, deseamos responder a tu llamado,
esforzarnos
entera y exclusivamente en lo que debemos realizar,
con
humildad, con especial reconocimiento hacia Ti.
Concédenos
mucha generosidad para corresponder a tu gracia
sin
sobrepasarla, sin salir de los límites de nuestra posición.
¡Señor,
inmensamente bueno, ojalá siempre busquemos
el
bien que Tú quieres, y no el que nosotros anhelamos!
¡Que
solamente permanezcamos en nuestra posición!
¡Somos
tan miserables y Tú inmensamente bondadoso!
¡Condúcenos
por el camino del amor!
Cuando
poseemos el amor, todo poseemos;
entonces
contigo somos una sola persona.
(ver 1Cor. 6,13)
“Aquel
que me ama, será amado por mi Padre
y
yo me manifestaré a Él” (Jn.
14,21)
En
los límites en donde nos has colocado,
concédenos
entregarnos y prodigarnos
ni
fuera de lugar, ni de manera desordenada,
sino
obedeciendo siempre, aunque debamos dar nuestra vida.
¡Busquemos
únicamente estar unidos
siempre,
siempre,
a
Nuestro Señor Jesucristo!
DS 230-232 MS 197-199
30
– Amar, sea donde fuere
Dios
mío, allí donde me has colocado,
que
haga lo que Tú quieres,
como
Tú lo quieres; sin salir de mi posición,
que
ame a todos sin excepción,
que
busque mi salvación y mi perfección,
y
también la salvación y perfección de mis hermanos,
sin
escuchar los ruidos que me circundan o están en mi interior.
Conviérteme
en servidor,
en
colaborador del Corazón de Jesús.
DS
237-239
31
- Contemplarte
Deseo
contemplarte, Señor,
anhelo
conocerte y amarte.
¡Tu
amor encienda mi corazón!
Enséñame
a orar siempre.
No
sé si te amo, si soy digno de tu amor,
pero
mucho me empequeñezco para permanecer en tu amor,
para
encontrarme con el amor si aún no lo estoy.
Señor,
me abandono a tu misericordia infinita.
Vuélveme
siempre más pequeño
para
que tu Espíritu me proteja contra las ilusiones del demonio.
¡Enséñame
a contemplar!
DS 260-261 (MS 299)
32
– Nuestra felicidad
Deposita
en nosotros un anhelo que no cese de fermentar,
para
ser capaz de escucharte.
¡Allí
está la felicidad!
Háblanos
incesantemente:
que
ese anhelo fermente en nosotros persistentemente, lo necesitamos,
nos
esforzamos por dejarnos enamorar, por
dejarnos poseer.
¡Allí
está la felicidad!
MS 264
33
– Hazme conocer mi vocación
¿qué
quieres de mí?
Ayúdame
a cumplir siempre mejor mi trabajo de cada día .
Concédeme
amar simplemente las personas y las situaciones que deba amar.
¡Quiero
imitar mejor a Jesucristo!
Quiero
orar con profunda humildad, con total confianza, sin jamás cansarme.
Dame
la inteligencia necesaria para reflexionar.
Dame
el coraje de abrirme con quien deba hacerlo.
Dame
la fuerza para obedecer sin llegar tarde,
sin
poner condiciones, sin vuelta atrás, antes por amor que por otro motivo. DS
281-282
34
– La inmensidad de la caridad
Señor,
enséñanos a practicar la inmensidad de
la caridad,
quedándonos
allí donde estemos.
¡Tú
haces de nosotros la luz del mundo! (Mt.
5, 14)
Así
como el sol ilumina la tierra, la
vuelve fecunda y le da vida,
que
nos iluminemos unos a otros por acciones constructivas, luminosas, fructuosas.
Que
cada uno de nosotros se interese por todos sus hermanos,
y
sea para ellos un verdadero sol.
Lo
cual no se realiza sin obstáculos,
enséñanos
a vencerlos por la oración:
¡ojalá
seamos una oración incesante!
DS 312-313
35
– Discreción y caridad.
Enséñame,
Señor, la discreción
frente
a los defectos y pecados de los demás;
no
soy responsable de muchos de ellos y no me compete juzgarlos ni corregirlos.
Ayúdame
a permanecer en mi lugar, allí donde Tú me quieres.
Enséñame
a tener paciencia y también a orar:
“¡Dios mío, ven pronto en mi ayuda, apresúrate a socorrerme!”.
Junto
con la paciencia y la súplica, concédeme también caridad:
la
que me vuelve verdaderamente paciente, la que me inspira una súplica auténtica.
Enséñame
a callarme esperando el momento que elijas.
¡Ojalá
aprecie, Dios mío, estas verdades tan importantes!
Señor,
ten piedad de mi poca fe;
ilumíname,
ayúdame a amar tu cruz divina.
¡Señor,
ten piedad de todos nosotros!.
DS 336-338
36
– Amar tus beneficios
que
estemos dispuestos a seguir a
Cristo, el Esposo, aún en medio de la noche;
ayúdanos
siempre a guardar suficiente aceite, suficiente fe,
para
que luego no lloremos: “¿Por qué tarda tanto?”
“¿No vendrá?”
Tus
gracias a menudo llegan de una manera desapercibida,
ayúdanos
a recibirlas siempre.
Cuando
hablas, que tengamos la intención pura,
que
seamos capaces de escucharte.
Ojalá
estemos siempre escuchándote,
para
nuestro bien, para el bien de nuestros hermanos,
para
el bien de la Iglesia, tu familia.
Tu
Espíritu sopla donde quiere (ver Jn. 3,8).
Queremos
fijar nuestros ojos en Jesús, el Cristo:
en
su vida, en sus acciones, en su manera de ser, en su manera de vivir...
¡Danos
un corazón semejante al suyo,
queremos
obrar como Jesús!
Es
nuestro único Salvador;
cuando
lo miramos nos cura de las malas inclinaciones
que
podrían conducirnos a la muerte (ver Jn. 3,14).
Ayúdanos
a decir con San Pablo:
“Para
mí, vivir es Cristo” (Fil.
1,21).
¡Sí,
sólo Jesús es vida nuestra!
DS 340-341 – MS 296-298
37 –
Todo por amor
ayúdanos
a amar
porque
primordialmente Tú eres bueno;
danos
la mejor de las intenciones, las del mismo Jesús:
“Aquí
estoy para cumplir tu voluntad” (Heb.10,7)
“Mi
alimento es cumplir la voluntad de aquel que me ha enviado”
(Jn. 4,34)
Como
Jesús, nosotros queremos cumplir
esta tu divina voluntad
en
lo que nos pide, allí donde estemos,
por
ella queremos alabarte,
glorificarte, servirte y por fin salvarnos.
Queremos
seguir el consejo de San Pablo:
“Sea
que coman, sea beban, sea que realicen lo que realicen,
todo
sea para la gloria de Dios”. (1Cor.
10,31)
¡Señor,
vuelve todas nuestras acciones santas!
Ponemos bajo tu mirada todas nuestras acciones ordinarias de cada día.
MS 281-283
38 –
Jesús, regla de amor
Señor
Jesús, nos diste esta perfecta regla:
“Todo
cuanto hagan a uno de mis hermanos, aunque sea el más pequeño,
a
mí me lo hacen” (ver Mt. 25,40).
Sabemos
que jamás seremos perfectos, incluso los Santos han tenido sus límites.
Sólo
Tú, Jesús, seguiste la ley del amor:
así
te conviertes en la regla de las reglas,
porque
eres el camino, la verdad, y la vida (ver
Jn. 14,6).
Que
por este sendero corramos o quizás caminemos,
o
por lo menos nos arrastremos.
¡Que
no vayamos nunca contra el amor!
¡Danos
fuerza para amar más y más!
DS 163
39 –
Jesús, modelo de amor.
Jesús,
Hijo de Dios,
te
has vuelto semejante a nosotros,
para
que seamos semejantes a Ti, para que vivamos de tu vida;
quieres
llenarnos de tu Espíritu, de tu amor.
Contigo
queremos cumplir la voluntad de Dios, sea cual sea.
Solos,
no podemos amar a Dios dignamente;
únicamente
en Ti y por Ti
expresamos
a Dios un amor digno de Él.
Por
María, Dios se entrega a nosotros: se interna en lo más profundo de nosotros.
Concédenos,
oh Jesús, el Dios que nos ama,
que,
en Ti y por Ti, sepamos amar como Tú lo haces.
MS190
40 –
Amar con ternura y fortaleza.
Danos
amar con ternura y fortaleza:
que
amemos a los hombres
odiando
totalmente al mal;
que
seamos misericordiosos,
sin
volvernos cómplices del pecado.
Tú,
Salvador nuestro,
has
sido bondadoso con la mujer adúltera y con la samaritana
(ver Jn 8,1-11;4, 1-42);
has
respetado a las personas,
has
luchado siempre contra el mal que anida en el corazón.
Has
dicho "¡Maldito quien de Ustedes!” (Mt.23, 11)
únicamente
a los obstinados, a los empedernidos,
a
aquellos que hacen la guerra contra la verdad evidente.
Concédenos
estar muy atentos con nuestros hermanos,
y
también saber corregir los defectos con ternura
cada
vez que sea necesario
DS 163-164
41 - ¿Quién
soy yo?
Dios
mío, ¿quién soy yo?
Por
mí mismo, nada.
Con
todo yo he salido de tus manos providentes:
me
has coronado de honor y de gloria.
Me
has regalado un espíritu capaz de conocerte, amarte, servirte,
y
gracias a ello, me permites gozar de tu bondad infinita.
¡Así
te has dignado crearme! ¡GRACIAS,
SEÑOR!
MS 220
42 –
Nos regalas a tu Hijo
Dios
misericordioso,
inmenso
es tu perdón para con nosotros.
Amas
tanto a los hombres que les regalas a tu Hijo único como Salvador:
se
hace un ser humano; nos reconcilia contigo por su muerte;
nos
abre la entrada al cielo por su resurrección y su ascensión
nos
instruye también con sus enseñanzas,
nos
admira y conmueve con sus milagros,
nos
convierte por el Espíritu Santo,
la
gracia y los sacramentos renuevan nuestra vida, nos fortalecen, nos alimentan.
Tu
Hijo nos consagra:
por
su sacrificio, nos vuelve dignos de Ti.
MS 225
43 –
Todo viene de Ti, Señor.
Señor
Dios nuestro, todos los beneficios vienen de Ti;
pero
quieres que tengamos nuestra parte de trabajo.
Concédenos
la fuerza de realizar cuanto pides.
Y
luego de haber hecho todo, solamente entonces podremos decir:
“Somos
servidores inútiles” (Lc. 17,10)
No
sabemos si somos dignos de amor o de odio.
No
es nuestra gloria la que buscamos, sino la tuya, Señor.
DS 318-319
44 –
Devolverte cuanto me has dado
Señor,
te devuelvo cuanto me has dado.
Dios
mío, cuán sabia y tierna es tu mano:
Tú
me elevas,
poco a poco y con tanta bondad,
en
todo aquello que necesito de Ti,
y
luego me das tu gracia,
me
colmas de tus beneficios.
¡Gracias,
Señor!
MS 295
45 – Tú
pides, y eres quien da
Señor,
cuando pides algo a alguien,
es
para darle mucho más.
A
la Samaritana, le pides algunas gotas de agua;
y
enseguida le muestras el agua viva:
esa
agua que salva
y
que impide tener sed de los placeres de este mundo,
que
se convierte en una fuente inagotable en lo profundo del corazón.(ver Jn
4,1-15)
¡Señor,
gracias por cuanto nos das!
MS 305
46 –
Vivan sin inquietud
Señor
Jesús,
muy
a menudo te pedimos: “¿Qué
haremos?”
Sin
embargo quieres que vivamos en paz, y que muramos en paz.
Nos
dices: “Vivan sin inquietud”.
Y,
después de tu venida entre nosotros,
la
paz pertenece a los hombres de buena voluntad:
los
ángeles cantaron en Belén:
“Gloria
a Dios
y
paz a los hombres que ama el Señor”.
MS 307 DS 90
47- Sólo
lo que pides
Señor,
vuélvenos perfectos,
no
multiplicando nuestras actividades, sino cumpliendo nuestros deberes
exacta
y fielmente, ni más ni menos, pero esto sin límites.
Allí
donde estemos, que desarrollemos la inmensidad de la caridad.
Únicamente
a Ti es a quien miramos;
y,
por amor a Ti, nos esforzamos en cumplir tu voluntad;
no
deseamos nada más.
Aleja
de nosotros las ilusiones del amor-propio.
MS 357
48 –
La felicidad de amar
¡Señor,
otórganos la felicidad de amarnos verdaderamente!
Que
practiquemos la caridad
permaneciendo
en nuestra posición.
Que
podamos entendernos
con
cualquier clase de personas, sin distinción.
Que
logremos trabajar juntos por una sola meta.
Que
realicemos el deseo de Jesús:
“Que
sean uno, como nosotros somos uno”. (ver Jn 17,11)
MS 358
49 –
Vienes a nosotros para conducirnos al Padre
porque
Dios quiere que lo amemos.
No
pensamos bastante en Dios, nos volvemos hacia otras realidades;
entonces
Dios viene al encuentro nuestro: te da a nosotros.
Y
Tú, su Hijo, te das a nosotros para atraernos.
En
Ti, tenemos el modelo del verdadero amor:
eres
Dios que ama a Dios.
Y
como somos muy débiles, vienes también en nuestra ayuda.
Tú,
Palabra de Dios Humanada,
nos atraes con fuerza, eres un perfecto modelo,
eres el camino seguro que nos une con Dios.
Nos
entregamos a Dios,
por
amor a Ti, a ejemplo tuyo, contigo Hijo de Dios hecho hombre.
Nos
dijiste:
“Amarás
al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma
con
todo tu espíritu, y con todas tus fuerzas”
(Mc 12,30)
Quien
no tiene necesidad de nada, no pide nada sino ser amado.
Dios
no tiene necesidad de nada: no pide nada, sino ser amado.
Tu
Padre no exige sino puro amor,
ofreciéndole
ese único presente, lo honramos.
Tu
Padre es el verdadero Rey,
y
su corazón inconmensurable
viene
al encuentro de nuestro corazón:
en
su misericordia, nos entrega mucho más de lo que pedimos desde nuestra miseria.
¡Concédenos
imitar su Corazón!
Tu
Corazón se entrega plenamente al Padre:
como
Tú lo haces, que la voluntad suya
sea
todo nuestro vivir, nuestro deleite, nuestro alimento, nuestro sostén, siempre
¡“Aquí
estoy”!
(Hebr 10,7)
“Sí,
Padre mío, este es tu beneplácito” (Lc
10, 21).
MS 55-56
50 –
Corazón amante
Señor
Jesús, habitaste entre nosotros (ver
Jn 1,14)
únicamente
por amor viniste hacia nosotros, tu corazón desborda amor.
Tú,
Palabra de Dios, te das un Corazón rebosante de amor
y
vienes a nuestro mundo.
Tú,
el Rey Salvador, te pones en la mano de Dios
y
te conviertes en un ser humano,
desde
entonces dices: ¡"Aquí estoy”!.
¡Corazón
de Jesús! ¡síntesis del cristianismo todo!
Creer
en el amor que Dios nos tiene, es la síntesis de nuestra fe.
“Hemos
conocido el amor que Dios nos tiene, hemos creído en este amor.
Dios
es amor, y el que permanece en el amor,
permanece
en Dios y Dios permanece en él”. (1 Jn 4,16).
Hijo
de Dios, te hiciste hombre... lo creemos.
Tú
amas: y haces todo por amor.
Puesto
que creemos, queremos imitarte.
Corazón
de Jesús, amas a todos los hombres,
y
quieres reunirlos en Ti.
Danos
un corazón semejante al tuyo,
un
corazón grande y abierto,
un
corazón que no excluya a nadie de su amor.
Suscita
en nosotros los mismos sentimientos
que
están en Ti. (ver Fil 2,5)
MS 65-66
51 –
Las cualidades de Dios
Dios
mío, eres espíritu, te adoramos en espíritu;
eres
la verdad, te adoramos en verdad;
sólo
Tú eres Dios, no nos atamos a ninguna cosa, obra del hombre, sino solamente a
Ti.
Dios
mío, eres eterno, delante tuyo no somos nada,
y
sin embargo nos llamas a alabarte siempre... por los siglos de los siglos...
Dios
mío, nunca cambias y un sólido apoyo tenemos en Ti.
Queremos
amarte con un amor inconmovible,
danos siempre una auténtica piedad.
Dios
mío, de nadie dependes y nosotros dependemos de Ti.
Dios
mío, presente en todo lugar,
podemos adorarte y suplicarte en todo lugar.
Dios
mío, todo lo ves; eres todopoderoso, infinitamente perfecto;
queremos
agradarte siempre y en cualquier lugar;
queremos
adorarte y esperar en Ti, sobretodo
en la debilidad y en la angustia.
Dios
mío, lo diriges todo; nos abandonamos en tu benevolencia.
MS 82-83
52 –
Adorar en espíritu y en verdad
Oh
Dios, te adoramos en espíritu y en verdad.
Oh
Dios, eres Dios: no podemos comprenderte,
eres
nuestro gran buen Rey.
No
podemos comprenderte: te admiramos,
nosotros
somos una nada ante Ti.
Eres
nuestro gran Rey y estamos en el cuenco de tu mano.
Eres
bueno: ¡te amamos y corremos hacia Ti!
MS 109
53 –
El fin del hombre
Señor,
a
nosotros, los hombres,
nos
creaste
para
alabarte, bendecirte y servirte a Ti que eres el Señor, Dios nuestro;
y, por
este camino, ser salvos.
Hombres,
nos
hiciste capaces de conocer... de amar... de
obrar...
Nos
creaste:
nada
tenemos por nosotros mismos,
nada
somos por nosotros mismos.
Cuanto
tenemos, cuanto somos, lo hemos recibido.
Nada
tenemos, nada somos que no lo hayamos recibido.
Somos
tu obra:
¡qué
origen maravilloso!
Y
Tú, Señor, nos aprecias entre todas tus obras,
¡cuánto
nos amas!
¡cuánta
atención nos brindas!
Para
alabarte, bendecirte y servirte.
Señor
Dios nuestro, queremos alabarte:
queremos
reconocer públicamente, por todos los medios posibles,
que
eres Dios más allá de todo.
Te
bendecimos, a Ti que estás a nuestro lado.
Te
servimos, queremos depender de tu voluntad y obedecer tus mandamientos.
Por
este camino somos salvos.
Ser
salvado, es verte.. amarte... agradarte... satisfacer tu corazón...
Ser
salvado, es estar unido a Nuestro Señor Jesucristo
con
la Santísima Virgen María, los Santos y los ángeles.
¡Qué
felicidad!
Señor
nuestro Dios,
mereces
verdaderamente ser alabado, bendecido y servido:
es
infinitamente justo, infinitamente conveniente.
Y,
para nosotros los hombres, alabarte, bendecirte y servirte,
a
Ti Dios y Señor nuestro debe sernos natural.
Sí,
ahí está nuestro único fin.
¡Qué
alegría! ¡Qué felicidad!
Señor
Jesús, queremos seguirte,
lo
deseamos sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin vuelta atrás.
Alabar,
bendecir y servir a nuestro Dios, y nada más.
MS 104-105
(oración
compuesta a partir de un texto que Miguel Garicoits
proponía
al comienzo de sus retiros)
54 –
Nuestra voluntad unida a la tuya
Señor
Dios nuestro,
caminamos
hacia Ti, unimos nuestra voluntad a la tuya,
concédenos
obedecerte cada vez más,
para
acercarnos cada vez más, a Ti que eres el único Santo.
Nos
pides amarte con todo nuestro corazón;
es
el primero y el mayor de los mandamientos.
Dos
amigos buscan no tener sino los mismos deseos y una única voluntad:
que
nuestra voluntad sea pues conforme a la tuya.
¡Queremos
amarte!
MS 112
55 –
Queremos unir nuestra voluntad a la tuya
Señor,
te amamos.
Nos
alegramos de todo lo que tienes,
de
todo lo que eres;
nos
regocijamos de todo lo que tienes,
de
todo lo que eres;
deseamos
que seas glorificado por nosotros y nuestros hermanos;
es
tu gloria la que buscamos.
Queremos
únicamente tu beneplácito:
obedecer
tus mandamientos,
seguir tus consejos,
hacer
todo lo que te place;
queremos
seguir tu voluntad.
MS 113
56 –
Perdón, Padre
Dios,
Padre mío,
aunque
un ángel viniese a anunciarme
que
toda mi vida se ha desarrollado en el pecado,
yo
no me descorazonaría,
aunque
no me quedaran sino unos minutos para vivir,
vendría
a arrojarme en tus brazos , Padre:
Te
gritaría: “¡Padre, Padre, perdóname!”
Estoy
seguro que me acogerías
como
el padre de un niño perdido y encontrado.(ver Lc 15,11-32)
MS 133
57 –
Hijo de Dios, vienes a nosotros
Señor
Jesucristo,
vienes
hacia nosotros Tú que eres el Hijo del Dios Altísimo,
Dios
nacido de Dios, luz nacida de luz.
Del
corazón de tu Padre,
¡vienes
al seno de la Virgen Madre!
¡qué camino nos muestras!
¡Enséñanos
a seguir tu camino!
MS 145
58 –
¡Dios-Hombre! ¡Hombre-Dios!
Señor
Jesús, te anonadas... te haces
nada...
OH DIOS, TÚ TE HACES HOMBRE.
¡Pero para qué elevación!
¡Para que el hombre viva en Dios!
¡Señor,
gracias por tanto amor!
MS 141
59
- De nuestra debilidad tienes piedad
Señor
Dios,
vivimos
en un mundo material,
nos
revelamos contra Ti, nos volvemos esclavos de nuestros sentidos;
nos
hacemos incapaces de sentir y de gustar las cosas espirituales.
Todos nuestros pensamientos, nuestros juicios,
nuestros
deseos, todos nuestros intereses
se
vuelven hacia las cosas de la tierra, hacia lo que podemos ver y tocar.
¡Esa
es nuestra desgracia!
Y
con todo tienes piedad de nuestra debilidad.
Tú,
espíritu invisible a nuestros ojos, a quien nadie puede aprehender,
¡te
has manifestado en tu Hijo Jesucristo!:
has
vivido en medio de nosotros... un pobre... un niño... un justo maltratado...
Desde
allí toca nuestro corazón y nos arrastra hacia Ti.
¡Por
tu amor infinito, gracias Señor!
MS 152-153
60 –
Salvarnos y salvar a nuestros hermanos
Señor,
queremos ser salvos y volvernos perfectos como tu Padre, (Mt 5,48)
queremos
que sean salvos nuestros hermanos y se vuelvan perfectos.
Ésa
es nuestra labor:
emplearnos
totalmente en ella, para nosotros es vivir;
emplearnos
negligentemente en ella, es venirnos a menos;
no
trabajar en ella, es morir.
Trabajar
en evitar el infierno, en ganar el cielo,
en salvar a los hombres por quienes tanto has sufrido:
¡qué
bella misión!
Danos
la fuerza de poner allí todo nuestro esfuerzo;
que
no tengamos miedo de hacer demasiado:
¡Jamás
haremos bastante!
MS164-165
61 –
Agradarte
Señor,
dilata
nuestros corazones, eleva nuestras miradas,
ayúdanos
a levantar vuelo: en nuestro obrar,
queremos
agradarte siempre sin buscar nada más.
Queremos
seguir el camino de los santos.
Jesús
no buscó sino agradarte.
María se olvidó de sí, y siempre ganó.
Perdiéndonos
en Ti, ganaremos mucho más.
MS 196
62 –
Nos consagramos totalmente a Ti
Dios
Padre nuestro,
nuestro
deber es amarte más que todo
y
más que todos los hombres;
debemos
ofrecerte los más grandes sacrificios, darte las mejores cosas,
para
testimoniarte nuestro amor.
¿Qué
podemos ofrecerte cuando todo te pertenece?
No
podemos devolverte lo que Tú mismo nos has dado;
porque,
aún lo que nos has dado, te pertenece.
Nos
consagramos totalmente a Ti, en cuerpo y alma, por amor;
¡no
es sino justicia!
MS 194
63 –
Dios de nuestro corazón
Padre
nuestro, quieres ser el Dios de nuestro corazón
y
no de nuestra inteligencia.
A
tus ojos , las más bellas cualidades del espíritu no cuentan,
sino
que amas únicamente el corazón humilde y obediente.
Muchos
se engañan queriendo conocerte sin buscar amarte.
Las
palabras no sirven de nada si el corazón no es puro,
si
la voluntad no es recta.
Padre
nuestro, ayúdanos a conocer nuestra miseria,
y
muéstranos cuánto nos amas.
¡Enséñanos
la humildad y el amor!
Haz
de nosotros, no hombres de oración, sino orantes incesantes:
sin cesar gritemos: ”Dios mío, ven en mi ayuda”.
Ayúdanos
a buscar la verdad y vendremos a la luz (Jn
3,21)
Ayúdanos
a buscar la verdad practicando en nuestra vida de cada día.
lo
que enseñamos, lo que aprendemos,
Purifica
diariamente nuestros corazones, que paso a paso subamos hasta Ti.
Feliz
el hombre a quien ayudas: ha puesto en su corazón l
os
caminos que lo conducirán hacia Ti.
DS 154-155 MS 191
64 –
María, llena de gracia
María,
eres la llena de gracia, eres muy hermosa,
Siempre
evitas del pecado; haces siempre el bien, vives siempre en la luz.
A
todos los santos sobrepasas,
porque
jamás pecaste, ni grave ni levemente; jamás has conocido el pecado.
María,
eres llena de gracia aún en tu cuerpo:
tu
alma está siempre unida Dios, y mucho más aún tu carne:
¡Concibes
al Hijo de Dios, en tu cuerpo se hace carne!
María,
eres la llena de gracia,
y
colmas de gracia a todos los hombres: ¡qué felicidad!
Non
buscas salvarte sola o con algunos hombres,
sino
quieres que todos se salven: ¡qué felicidad!
Nos
volvemos hacia Ti para sentirnos salvados.
¡Oh
María, colmada de luz, ilumínanos! MS 207
65 –
Ley de amor
Señor,
quieres hacernos conocer... cuán bueno eres... cuán inmenso...
Reconocemos
cuán pequeños somos,
sabemos
que el mal nos fascina;
sin
embargo sólo a Ti es a quien queremos amar.
Deseamos
amarte más que a nosotros mismos;
deseamos
someternos a Ti,
y
a cualquier otra persona por amor a Ti.
Renunciamos
totalmente a nuestra voluntad para hacer la tuya.
Todo
esto, lo hacemos para alabanza y gloria de tu nombre;
buscamos
solamente agradarte;
mereces
con razón que tus criaturas te amen y te obedezcan.
El
Salvador nos recomienda este renunciamiento:
aquí
está el yugo tan dulce, la carga tan liviana, la perfecta obediencia,
así
nos lo muestra por sus palabras y sus obras, tu Hijo, Nuestro Señor-
¡Tu
Espíritu deposite esta ley de amor en nuestro corazón!
MS 230
66 –
Enséñanos a sacar provecho de tus beneficios
Señor,
nos das tus beneficios; nos dices a cada uno:
“En
el momento favorable, te escucho,
en
el día de la salvación, te socorro” (Is
49,8)
Ayúdanos
a saber recibir tus beneficios cuando nos los otorgas,
sin
esperar mañana, sin dejarlos pasar de largo, quizás mañana sea ya muy tarde.
Sin
lugar a duda otorgas tus beneficios a la Iglesia, a tu Familia,
y
se los otorgarás hasta el fin de los tiempos.
Pero
para cada uno de nosotros, el tiempo es corto,
el
momento favorable es limitado:
enséñanos
a aprovecharlos cuando los tenemos a mano,
enséñanos
a acoger tu misericordia cuando se presenta:
en
el curso del noviciado, en este año, en la ocasión de esta fiesta...
MS 235
67 –
Muéstranos el camino
Señor,
nada puedo por mí mismo, pero me muestras el camino.
Concédeme
avanzar con corazón magnánimo y voluntad decidida.
Contigo
nada tengo que temer.
Señor,
estás conmigo como un guerrero poderoso (Jr
20 11)
Dame
una voluntad recia y el coraje de seguirte siempre.
MS 241
68 –
Danos virtudes consistentes
Señor,
enséñame la obediencia:
que
vea a Jesucristo en quien me has dado por superior.
Enséñame
a amar:
que vea a Jesús en quien padece necesidad
(Mt 25,40).
Enséñame
la paciencia,
y
que Jesús sea mi modelo.
Enséñame
la humildad:
porque
es la honra de todo cristiano
luego
que tu Hijo se anonadó y se hizo un hijo de hombre.
Enséñame
el desprendimiento:
por
Jesús tu Hijo por quien me hiciste para Ti, me adoptaste,
me
has vuelto capaz de servirte... de servirte sólo a Ti, mi Dios...
Que
construya sobre la roca,
sobre
el Espíritu de Jesús, el Cristo.
MS 248-349
69 –
Contigo un solo corazón
Señor,
nos valoras mucho,
nos
elevas y nos engrandeces:
nos
das todo lo necesario para vivir permaneciendo fieles a Ti,
nos
haces conocer aquello a lo que nos llamas,
a
participar en tu gloria y tu bondad;
por
tu gloria y tu poder,
nos
prometes cosas muy grandes y preciosas:
al
recibir lo que nos prometes,
podemos
escapar de este mundo desquiciado por los malos deseos,
podemos
tener un solo corazón contigo, Dios Señor nuestro (2P1,3-4).
El
beneficio mayor de todos los beneficios,
el
don más allá de todos los dones: ser en
verdad tus hijos.
No permitas que volvamos a nuestra antigua bajeza
haz
que nos dejemos renovar,
que
aceptemos ser tus hijos:
anhelamos
imitarte, Padre nuestro del cielo,
anhelamos
amar lo que amas,
con
tus mismos sentimientos,
buscamos
llevar una vida digna de Ti.
MS 255
70 –
Construir contigo, Señor
“Si
no es el Señor quien construye la casa, en vano trabajan los albañiles” (S
126,1)
Oh
Dios, te invocamos con confianza:
si
no vienes en nuestra ayuda trabajamos inútilmente.
Queremos,
Señor, construir tu casa,
en
nosotros y en nuestros hermanos.
Auméntanos
la fe, la esperanza y la caridad:
la
fe nos sirva de fundamento,
la
esperanza edifique los muros,
la
caridad finalice la casa.
Ayúdanos
a construir de este modo,
y
seremos admitidos en el cielo, en tu casa.
Obra
pues en nosotros:
de
Ti viene todo bien, y sin Ti nada bueno podemos hacer.
¡Ven
Señor en nuestra ayuda!
MS 621-262
71 - Tu
amor dilate nuestros corazones
Señor
Dios nuestro, que tu ley penetre en cada uno de nosotros:
no
por temor,
porque
así no penetraría en lo profundo del corazón;
sino
por amor,
ya
que sólo así entraría en lo más profundo de nosotros.
Dilate
pues el amor nuestros corazones;
que
hondamente los entreabra
para
que recibamos tus beneficios como rocío fecundante.
Tu
ley no sea jamás escrita sobre durísima piedra,
sino
que penetre en un cirio derretido por el calor que viene de Ti.
Transfórmanos
con tu amor divino,
y
en nosotros vivirá Jesús:
estará
presente en nuestra memoria,
porque
no se puede olvidar a quien se quiere;
estará
presente en nuestra inteligencia,
porque
es el amor el que hace contemplar
las
perfecciones del muy amado que atrae;
estará
presente también en nuestro cuerpo cuando obremos el bien,
porque
es el amor de Jesús el que nos
permitirá amar
“¡Aquí estoy! – exclamé
entonces”
(He 10,7)
72 – Tanto me amaste, Dios mío
Dios
mío, tanto me amaste
tanto
deseaste ser amado por mí;
me
cuidaste y me cuidas minuto a minuto.
Me
diste a tu Hijo
y
me salvaste entregando a tu Hijo muy amado a la muerte más cruel.
¡Oh
Dios, cuánto hiciste para que te amase!
¡Cuánto
deseaste y sigues deseando que yo te ame!
¡Aquí
estoy, Dios mío, aquí estoy!
Mi
corazón está dispuesto, no rehúso nada para mostrarte mi amor.
¡Qué
quieres que haga?
¡Aquí
estoy!
DS 88-89;28 MS 193
73 – Humildemente
¡Aquí estoy, sin llegar tarde, sin poner condiciones,
sin volver atrás!
¡Dios
siempre sea bendito!
Dios
mío, puedo glorificarte, puedo ser útil a mis hermanos
tan bien y con menos peligro
en
la pobreza, en las humillaciones,
en
las ocupaciones más materiales,
en
las situaciones más envidiables.
¡Aquí
estoy!
sin
llegar tarde y sin poner condiciones, sin
volver atrás! DS 42-43
74 - ¡Aquí estoy!
¡Aquí
estoy!
Diciéndote como Cristo: ¡Aquí estoy! desde el primer
instante
y
en el transcurso de toda su vida.
¡Aquí
estoy! Como Jesús que quiere unirnos a Ti
y
que ora: “Que sean uno”.
¡Aquí
estoy! diciendo como María:
“¡Aquí
estoy!, soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”.
Dame,
Señor, la idéntica humildad,
la
idéntica caridad,
la
idéntica obediencia,
sin
límites.
DS 41-42
75 - Tú sabes que te amo
¡Aquí
estoy!, mi Dios y Señor,
sin
llegar tarde, sin poner condiciones, sin volver atrás.
¡Adelante
siempre adelante!
Conozco
tu corazón y conoces el mío ¡Aquí
estoy!
Puedo
todo, porque nada puedo,
al
contrario, puedo arruinar todo.
Sea
la gloria, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre.
DS 44-45
76 - ¿Qué quieres que haga?
Toma,
Señor, llévate cuanto me diste;
aunque
me oponga, aunque no valga nada.
¿Qué
quieres que haga?
Aquí
estoy, dispuesto a todas las pruebas, a todos los escándalos;
comprendo
que quieres de mí esta señal de amor,
y
mi corazón arde por complacerte.
Dios
mío,
no
pido sino tu gracia y tu amor;
con
la compañía de Jesús soy bastante rico.
¡Señor,
ten misericordia de mí!
DS 53-54
77 – Enséñame a amar y a servir
Enséñame
a amar y a servir. ¡Aquí estoy!
¡Que
se cumpla tu voluntad en mí como en el cielo!
Señor,
eres la fuente de todo bien.
Quieres
que sea instrumento despojado de todo,
despojado
sobretodo de mí mismo.
Deseas
que mi corazón se abandone totalmente
a
la acción del Espíritu Santo;
por
Él me enseñas a amar y a servir, a obedecer como Jesucristo.
¡Venga
tu Espíritu sobre mí!
Me
consagre con la unción del óleo santo.
Tu
Hijo se hizo pequeño delante de Ti,
obedeció
hasta la muerte en cruz.
Como
Jesús digo : ¡Aquí estoy!
¡Aquí
estoy! sin llegar tarde, sin poner condiciones,
sin
volver atrás, por amor a la voluntad de mi Dios.
¡Dios
mío, aquí estoy!
Concédeme
el Espíritu de tu Hijo Jesús, nuestro Señor.
DS 45-47 MS 183
78 - ¡Aquí estoy! desde el principio al fin
Señor
Jesús,
desde el primer instante de tu vida dijiste a tu Padre:
¡Aquí estoy!
Has dicho: “Padre mío, que no sea como yo quiera,
sino como Tú quieres”(Mt 26, 39).
Por
eso Dios te elevó muy alto;
te dio un nombre que está sobre todo otro nombre.
Por tanto, todos los que estén en el cielo, en la
tierra y en la mansión de los muertos,
deben
caer de rodillas al escuchar tu nombre.
Todos
reconocerán: Jesucristo es el Señor
para
gloria de Dios Padre (Fil 2, 9-11)
MS 67
79 – A Ti me abandono
Señor
Jesús, quiero ponerme verdadera y sólidamente a tu servicio.
Me
sujeto a todo,
a todas tus voluntades, aún a aquellas que no se
puedan explicar.
Avanzo
sin titubear por este camino, entregándome totalmente a Ti.
¡Aquí
estoy! frente a Ti
como
la prostituta que vierte perfume sobre tus pies
sin importarle ni las miradas del fariseo ni las de sus
invitados (Lc 7, 36-50).
¡Aquí
estoy! delante de Ti como la mujer que perfuma tu cabeza
sin escuchar las críticas de los discípulos
( Mt 26, 6-13).
¡Aquí
estoy! delante de Ti como María sentada a tus pies
solamente ocupada en escucharte sin atender las quejas
de su hermana Marta (Lc 10, 38-42).
Anhelo
ardientemente abandonarme totalmente en ti,
cambiar
de veras mi corazón:
No
me quiero inquietar ni por el futuro, ni por la opinión de los hombres,
sino
únicamente en cumplir tu voluntad,
en
realizar cuanto sea de tu agrado.
DS 67-68
80 - ¡Aquí estoy! tras las huellas de Cristo
“No
quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me diste un cuerpo,
no te agradaron los animales inmolados en el altar y
los sacrificios por los pecados;
entonces
dije: “¡Aquí estoy!,
¡vengo
para hacer lo que quieras, Dios mío” (He
10, 5-7)
Padre,
nada puedo hacer por mí mismo,
quiero siempre obrar por tu Espíritu, me abandono a
tus órdenes
para sufrir y hacer todo cuanto te agrade, en el
seguimiento de Cristo:
quien
se hizo muy pequeño,
obedeció
hasta la muerte y muerte de cruz (Fil2,8)
Padre,
cuánto nos amas:
Jesucristo,
Señor nuestro y Creador nuestro,
es
quien atrae nuestros corazones,
es
nuestro mejor modelo, nos salva con poder.
¡Aquí
estamos, Señor!
¡Sí,
Padre, aquí estamos!
DS 40-41
81 - ¡Aquí estoy!, como Jesús, dispuesto a todo
“¡Aquí
estoy!, sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin volver atrás!”
Jesús,
estás
dispuesto a todo, estás dispuesto a soportar todo,
siempre
eres obediente. No haces nada fuera
de la obediencia.
Tú
das generosamente, y te das totalmente,
siempre
fiel en obrar cuanto debas obrar,
tanto
en el establo de Belén o en la pobre casa de Nazaret,
como
en las alturas del cielo a la derecha del Padre eterno.
¡Bendito
sea Dios!
Yo
también, puedo glorificarte, Señor, y puedo ayudar a mis hermanos,
en
la pobreza, en la humillación, en las ocupaciones más materiales,
tan
bien, y con menos peligro, que en la mejor de las situaciones.
“¡Aquí
estoy!, Dios mío, dispuesto a todo!
“¡Aquí
estoy!, sea donde sea, dispuesto a todo!
MS160
82 – La oración del ¡ AQUI ESTOY !
compuesta
por San Miguel Garicoits
¡Oh
María, aquí estamos!
Recíbenos y preséntanos a tu Divino Hijo: Ave María...
¡Oh
Jesús, aquí estamos!
Recíbenos de mano de tu santa Madre,
y preséntanos a tu Padre: Alma de Cristo...
¡Oh
Padre eterno, aquí estamos!
Recíbenos de manos de tu Hijo predilecto;
nos abandonamos a tu amor.
Sí,
Dios mío, aquí estamos,
sin poner condiciones, ahora y por siempre,
bajo
la conducción de tu Espíritu
y de nuestros superiores,
bajo la protección de Jesús y de María,
de nuestros buenos ángeles y de nuestros santos
patronos: Padrenuestro...
MS
209- 210
83 – Regálanos tus sentimientos
Corazón
de Jesús,
que dijiste desde el primer instante:
¡Aquí estoy!
danos los sentimientos de caridad, de humildad, de
ternura,
de obediencia y de entrega total, depositados en tu
Corazón.
Enséñanos
a decir, con esos mismos sentimientos:
¡Aquí
estoy!
MS 173
84 – Con Jesús, tu Hijo
¡Aquí
estoy!, Dios mío, con tu divino Hijo,
sin llegar tarde. sin poner condiciones, sin volver atrás.
por amor a Ti.
Vuélveme
humilde, despojado de todo y también de mí mismo.
Derrama
tu amor en mi corazón.
Vuélveme
obediente
MS 173
85 – Señor, danos hombres que nos conduzcan a Ti
Señor
Dios, sólo Tú llamas.
Y sin embargo nosotros no siempre te escuchamos.
Colocas
en nuestro caminar hombres que nos ayudan a reconocer tu voz,
que la vuelven más sensible,
que nos impulsan hacia adelante a pesar de las
dificultades;
que están llenos de Ti;
que
son capaces de distinguir tu voz en medio de los ruidos que aturden a los
hombres;
que son capaces de hacer aceptar tu voz a pesar de lo
que digan los hombres
y a pesar de aquello a que incite el demonio.
Dales
la pureza, el conocimiento de las realidades divinas,
la
perseverancia y la firmeza.
DS 278-279
86 – Nos entregamos a Ti
Señor,
en Ti confiamos;
porque cuanto más débiles somos, más fuertes nos
sentimos.
Te
ofrecemos nuestra voluntad y libertad;
dispón de nuestra persona, de todo cuanto tenemos,
de todo cuanto somos, según tu santísima voluntad.
Queremos
responder a tus deseos no bien los conozcamos.
¡Aquí
estamos! con un corazón generoso y un alma decidida.
¡Adelante!
Nada tenemos que temer:
“El
Señor está conmigo como valiente guerrero” (Jr 20,11) DS 295-296
87 – Encaminarse hacia Ti
Señor
Dios nuestro,
queremos encaminarnos hacia Ti sin poner condiciones:
queremos hacer lo que quieras,
porque
lo quieras,
como
lo quieras.
Queremos
parecernos a las jóvenes sabias:
atentas a la señal del esposo aún en las tinieblas de
la noche. (Mt 25, 1-13)
¡Aquí
estamos! : dispuestos en medio de las preocupaciones,
incluso si quieres que vayamos hacia Ti derramando
nuestra sangre MS 228
88 – Instrumentos en tu mano
Nos
llamas a ser santos,
y nos llamas también para volver santos a nuestros
hermanos.
Aquí
estamos, en tus manos nos sentimos instrumentos.
Para que trabajemos
bien y para que seamos herramientas útiles,
ayúdanos
a permanecer siempre en tu mano,
y
a estar siempre unidos a Ti.
DS 325
89 – Luchemos para sólo entregarnos a Dios
Dios
Padre nuestro,
nos hablas y queremos escucharte,
quieres poseernos y deseamos pertenecerte;
por
eso queremos hacer silencio,
rechazamos todos esos ruidos que nos alejan de Ti;
nos esforzamos por no ser esclavos ni de nosotros
mismos ni de nada.
Sabemos
que nuestro combate no está terminado,
pero
nuestra elección ya está hecha;
lejos de nosotros el orgullo, los placeres del mundo,
y
todo lo que conduce al mal.
De
ahora en adelante no escucharemos más al padre de la mentira,
a Satán que quiere nuestra muerte; no queremos
escuchar más
esa
parte de mal que en nosotros habita.
Queremos
encaminarnos sólo hacia Ti, Dios Padre nuestro.
MS 268
90 – Con la ley de amor exclamamos : ¡Aquí estoy!
Bendito
seas por la ley de amor que nos das:
gracias a ella encontramos justo, incluso fácil, lo
ordenado y aconsejado:
jamás
dice: “ es demasiado”... “es imposible”... “es difícil”...
La
ley de amor ensancha el corazón, y permite exclamar: ¡Aquí estoy!
Gracias
a ella se ve la justicia, la bondad, la sabiduría, allí donde
no se encontraría sino maldad, severidad y tiranía.
¡Bendito
sea Dios!
MS 268
91 – La verdadera felicidad sólo Tú la das
Dios
mío, mi voluntad es sólo hacer tu voluntad;
que ningún placer de la tierra me aparte de ese
camino;
que
ninguna fantasía me desvíe de Ti;
que
ninguna alabanza me debilite;
que
ningún trabajo me asuste,
que
la murmuración no me detenga...
no quiero que las cosas de este mundo
ni
me distraigan ni me turben.
Eres
ni Esposo, sólo Tú me das la verdadera felicidad.
Por eso renuncio a todo; me abandono totalmente a Ti:
en todo y para todo.
¡Aquí
estoy! me entrego a Ti, mi Dios y mi Esposo.
¡Aquí
estoy! soy todo tuyo,
sin
poner condiciones, sin llegar tarde, sin volver atrás. MS 301-302
92 – Nos alientas, Padre nuestro
Dios
Padre nuestro, nos alientas:
“Trabajen en unión con el Corazón de mi Hijo;
reconozcan que han sido llamados a una grandísima
obra.
Mi
Predilecto, vuestro rey, los atrae:
desea que sigan el camino que Él eligió primero;
su
ejemplo los ilumina; su gracia los fortalece.
Ustedes
dijeron: ¡Aquí estoy! ¡Sigan
hasta el fin!
y obtendrán lo que buscan. Se salvarán, y salvarán a
sus hermanos,
quienes
viéndolos los escucharán”
Sí,
Padre. ¡Aquí estamos!
93 – Mil veces : ¡Aquí estoy!
Dios
Padre nuestro,
queremos ser los colaboradores del Corazón de Jesús;
por fidelidad a Él, por toda nuestra vida, decimos al
Espíritu Santo:
“¡Aquí
estoy! sin llegar tarde, sin poner
condiciones,
sin
volver atrás, por amor a la voluntad de Dios.”
Queremos
obedecer a nuestros superiores,
a quienes has elegido para que nos guíen.
Como
Tú eres perfecto,
nosotros
queremos ser perfectos (Mt 5,48)
y esforzarnos sin medida en volver perfectos a nuestros
hermanos.
Una, dos, tres ... y mil veces más decimos :
“¡Aquí
estoy! Tu voluntad se cumpla en mí como en el cielo”
MS 322
94 - Respondemos a tu llamado ¡Aquí estamos!
Padre
nuestro del cielo, eres quien nos llamas;
y nos llamas con todo lo que eres, lo que tienes y lo
que puedes.
Tu
bondad... tu amor... tu infinito
ser divino... nos conquista.
Siempre
pareces tener necesidad de nosotros.
Tanto en el cielo y en la tierra, todas las obras de tu
sabiduría y de tu bondad
están
presentes para recordarnos nuestro origen.
Todo cuanto has hecho y todo cuanto continuas haciendo,
es
para arrastrarnos a escucharte y a amarte.
Anhelamos seguirte desde lo recóndito del corazón en
todo nuestro obrar .
¡Aquí
estamos dispuestos a todo!
MS 327
95 – En nuestra nada te zambulliste
Señor
Jesús
descendiste hasta nosotros; te zambulliste en nuestra
nada,
quisiste sacarnos de nuestros abismos,
quisiste hacernos subir hasta el Padre.
Queremos
imitarte a Ti, el más humilde.
Jamás
conociste el pecado, eres el Santísimo;
y
con todo, ya hombre, te haces el más pequeño:
¡Aquí
estoy! Padre, no soy sino una nada.
¡Aquí
estoy! para sufrir, para ser crucificado.
Así al hacerte tan pequeño, tan débil, saboreas la
paz y la felicidad.
¡Enséñanos la humildad!
MS 146 DS 78-79
96 – Tú aceptas tu muerte
Señor
Jesús, dijiste: “¡Aquí estoy!”,
y desde entonces aceptas tu muerte,
una muerte horrible, una muerte injusta, la aceptas y
vas hacia ella.
Cumples
la voluntad de tu Padre... ¡así
nos salvas!
¡Te
lo agradecemos, Salvador nuestro!
Enséñanos
a decir: “¡Aquí estoy!”
MS 156-157
97 – Nos ofrecemos al Padre
“¡Aquí
estoy!”
Jesús, te ofreces al Padre desde el primer instante:
eres oblación continua.
Te
haces presentar al templo conforme a la ley;
y así nos enseñas que es necesario vivir nuestra fe
interiormente,
pero
también exteriormente,
siguiendo las costumbres de nuestra familia cristiana.
Enséñanos
a glorificar a Dios
como
Tú y tu madre lo hicieron.
Oh
Dios hecho hombre, amas infinitamente al Padre
y todo cuanto quiere tu Padre, Tú lo quieres,
sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin volver atrás.
¡Danos
el coraje de imitarte!
MS 168
98 – Jesús de Nazaret
Jesús
de Nazaret,
naciste tanto para la contemplación como para la acción;
eres
un hombre cabal, hablas y haces todo maravillosamente
Entre
quehaceres cotidianos,
una familia de artesanos te modeló, sin que jamás te
olvidaras de tu misión.
Jesús,
queremos parecernos a Ti;
queremos,
en nuestra vida de cada día,
dejarnos
modelar para cualquier misión que se nos confíe. MS 168
99 – La hora de Jesús
Jesús,
“elevas tus ojos al cielo”:
es una acción ordinaria tuya antes de orar,
vas a comenzar así la plegaria de tu sacrificio.
Enséñanos
a elevar los ojos al cielo, nuestro reino;
nuestro corazón acompañe también a los ojos.
“Mi
Padre”,
es el nombre de autoridad que das a Dios,
pero su autoridad es tierna, porque es el autor de la
vida:
todo viene de Él, todo va hacia Él.
Tu
Padre es tan bueno y misericordioso como autoritario.
Dices:“Ha
llegado la hora”
es tu manera de decir aún: ¡Aquí estoy!
Eres la víctima dispuesta para el sacrificio. (Jn 17,
1)
MS 169
100 – La elección verdadera
Señor
Jesús, Nuevo Adán,
que nunca digamos: “No obedeceré, seré semejante al
Altísimo” (Gn 3)
pero sí únenos a tu corazón y contigo diremos: ¡Aquí
estoy!
MS 183
DS 27
101- Reyes, sacerdotes y profetas en Cristo
Jesús,
eres rey, sacerdote y profeta,
desde el
primer instante,
desde
que dijiste a tu Padre: ¡Aquí estoy!
y
cuando expiras en la cruz
ahí
también dices “Sí” al beneplácito de tu Padre.
En tu seguimiento queremos cumplir nuestros deberes,
de
reyes , sacerdotes y profetas, diciendo: ¡Aquí estoy!,
y
prolonguemos este acto hasta la muerte.
Queremos
humillarnos, pasar desapercibidos, entregarnos,
y
exclamar a ejemplo tuyo: ¡Sí! ¡Aquí estoy!
MS 201-202
102- En la huella de los Santos
¡Aquí
estoy! en la huella de los Santos.
Renunciaron a sí mismos;
sacrificaron
placeres, salud, fuerzas, vida, todo,
para
realizar los servicios que esperabas de ellos.
No se limitaron a ciertos trabajos, no condicionaban su
actuar:
estaban
dispuestos a todo,
sin
llegar tarde, sin poner condiciones, sin volver atrás,
por
amor a Ti, Señor Dios nuestro.
Los
Santos comprendían, apreciaban, repetían
con
humildad y generosidad, con gozo y coraje
la
importante palabra de Jesús: ¡Aquí
estoy!
Seguidores
suyos decimos también: ¡Aquí
estamos!
MS 259
103 – En el misterio de tu Encarnación
En
el misterio de tu Encarnación,
nos complacemos en Ti Señor Jesús,
eres
nuestro modelo, nuestro apoyo.
Tú nos atraes y nos iluminas,
buscas
poner nuestros corazones bajo la ley de amor.
Jamás nos obligas, sólo nos haces propuestas.
Quieres
hombres de buena voluntad:
¡Aquí
estamos! queremos seguirte.
MS 295 DS 359
104 – Responder como tu Hijo Jesús
Señor,
deseamos comprometernos en responder a tu llamado.
Sin
llegar tarde,
pero
aceptando que te tomas el tiempo necesario.
Sin
poner condiciones,
sin
guardarnos nada,
pero
aceptando los límites que quieras.
Desde
el comienzo, tu Hijo Jesucristo
se
lanza como un alegre conquistador (Sal 18,6)
Desde
el primer instante, grita: ¡Aquí estoy!
Luego
permanece nueve meses en el seno de su Madre,
pasa
treinta años en Nazaret,
recién
entonces anuncia la Buena Noticia
y
muere para salvarnos.
En todo busca tu beneplácito
muere
a la hora que Tú, su Padre, has elegido.
Concédenos
ser generosos y pacientes, como tu Hijo,
frente
a cada uno de tus llamados.
MS 309-310
105 - ¡Aquí estoy! como un dócil servidor
¡Señor,
me llamas!
¡Voy
a Ti con corazón magnánimo y con voluntad decidida!
Me
rehúso mirar lo que le parece difícil a mi humanidad,
no miro mis propios deseos, encuentro muy llevaderas
todas tus voluntades,
aún las más amargas, aún las que vienen de reglas
muy duras.
¡Aquí
estoy!, en seguimiento de tu Hijo,
sin
voluntad propia, sin juicios propios,
únicamente
quiero amarte.
Padre,
no hagas lo que
yo quiero,
sino
lo que Tú quieras Lc
22,41
106 – Dios, Padre nuestro
Señor,
eres Padre nuestro,
Caminamos como hijos
obedientes.
¡
Tú eres el Padre que nos conduce! En Ti, formamos una familia.
para
amarte y servirte.
Eres
quien nos une;
Aleja de nosotros
toda división y toda violencia.
Hermánanos:
que todos los hombres reconozcan que eres su Padre;
que
juntos busquemos hacer lo que te agrada.
Queremos
obedecerte por tanto, sin llegar tarde,
sin
poner condiciones, sin volver atrás.
DS 65-66 MS 135
107
- Espero
en Ti, Señor
No
sé si soy digno de tu amor o si merezco tu enemistad.
Aunque
pecador espero en Ti: “Padre mío, Padre mío, perdóname”.
Estoy
seguro que estás aquí para recibirme:
eres el Padre que abraza al
hijo que ha retornado
después de haber gastado la
parte de su herencia.
Aunque
el pecado me alejó de Ti, Dios mío, todavía espero...
¡Ten
piedad de mí, Dios mío!
Cuando
todo parece perdido, todavía espero en Ti;
concédeme
siempre más fuerza para cumplir tu voluntad.
DS 64-65
106
– Prefiero tu voluntad, Señor
Nuestro
corazón te prefiere a Ti, Señor,
y
también preferimos tu voluntad.
Nuestra
felicidad está en tu Reino y tu justicia:
en lo demás estamos sin
inquietud,
pues es nuestro Padre quien
se encarga de todo.
Nuestra
felicidad no está en las cosas del mundo.
“Vanidad
de vanidades, todo es vanidad” (Ecl 1, 2)
Oh Dios, nuestra felicidad se encuentra en Ti,
sólo
en Ti y siempre,
cuando
tenemos hambre o cuando somos saciados,
incluso
cuando la muerte se aproxima.
DS 63 MS 134
109
– Paz y voluntad de Dios
Señor
Jesucristo, deseas que vivamos y muramos en paz.
Siempre
nos dices: “No se inquieten”.
Luego de tu venida, la paz
se da a los hombres de buena voluntad;
los
ángeles lo cantaron en tu cuna de Belén:
“Gloria
a Dios en las alturas,
y
en la tierra paz a los hombres, amados por Dios” (Lc 2, 14)
¡Venga
esa paz sobre nosotros!
Consérvanos
en paz, aún frente a aquellos que nos atacan,
permítenos
cumplir muy bien nuestro trabajo de cada día,
y
concédenos lo que sea según su voluntad.
Te escuchamos decir: “Son
felices, los que crean la paz a su alrededor,
porque
Dios los llamará hijos suyos” (Mt
5, 9)
Enséñanos
a cumplir la voluntad de Dios,
en todo... siempre... donde
sea... con prontitud... con alegría...
sabiendo que allí se
encuentra el único manantial de paz y de bien. DS 909-97
110
– Buscar lo único necesario
Señor,
ayúdanos a buscar ante todo lo único necesario:
el
Reino de Dios,
el
cumplimiento de tu voluntad.
Entonces
nos darás el resto, no como recompensa, sino como premio.
¡La recompensa será magnífica,
y nos la darás después de la muerte!
¡Regálanos
buscar tu Reino!
DS 96-97
111 – Señor, ¿qué quieres que haga?
“Señor,
¿qué quieres que haga?” (Ac
9,6)
Aquí
estoy dispuesto a abandonar todo
para obedecer a tus órdenes,
para satisfacer incluso el
menor de tus deseos.
Con
Jesús, quiero decirte:
“Hago
siempre lo que le agrada a mi Padre”
(Jn 8,29)
Sé
que a la hora de mi muerte
me
ofreceré total y definitivamente a Ti,
pero,
desde hoy y siempre,
te
pido: "¿Señor, qué quieres que haga?”
(Act 9,6)
“Enséñame
a hacer tu voluntad, porque eres mi Dios”
(Sal 142, 10)
Aleja
de mí todo egoísmo y toda ceguera,
ayúdame
a buscar siempre tu voluntad, Señor.
DS 103-104
112 – Obedecer sin medida
Señor
Dios,
ayúdame a obedecer
sin
excusas,
sin
llegar tarde,
sin
reservas en la acción,
en la decisión,
en la ejecución,
por
amor antes que por otro motivo.
Salvo que sea pecado
ayúdame
a obedecer sin medida.
DS 209 y 175
MS 185
113
– Con quien obedece, Dios es generoso
Dios
mío, haces la voluntad de quien verdaderamente obedece,
muy generoso eres para con
el hombre, le das mucho más de lo que desea,
y
vas mucho más lejos de lo que desea.
“Si
somos algo, se lo bebemos a la obediencia”
(Luis Veuillot)
¡Gracias,
Dios mío!
DS 211
114 - Obediencia y sufrimiento
Señor,
que obre siempre según tu voluntad.
Cuando me sienta
contrariado,
que
no murmure, que no rechace tu voluntad.
Al
contrario, que tu divina voluntad,
y
no la mía, sea la regla de mi conducta.
Quiero
caminar en el camino de la obediencia
que
ha trazado la sangre de Cristo.
Hablando
de su muerte, Jesús dijo:
“La
copa del sufrimiento que el Padre me dio,
¿no
la voy a beber?” (Jn 18,11)
no
dice: la copa que los judíos me dieron,
sino
más bien: la copa que el Padre me dio.
¡Señor,
vuélveme obediente como Jesús!
DS 214-215
115 – Dios siempre primero
Dios
mío, que mi sabiduría nunca tome el lugar de la tuya,
ni busque mi dicha en lugar
de tu beneplácito,
y no cuente con mis
esfuerzos... sino con tu poder.
Tu
sabiduría, tu bondad y tu poder estén siempre bajo mis ojos.
Mi
sabiduría, mi dicha, mi poder,
se
queden en último lugar, como les corresponde.
¡Ojalá
que nunca invierta este orden!
Como Jeremías, no sé sino
balbucear,
pero es tu fuerza la que me
acompaña y me libra de todo temor (Jn
1, 4-10)
Vuélveme
obediente como Jeremías,
y,
por mi intermedio, Tú harás grandes cosas.
Se
me podrá insultar, se me podrá ultrajar,
tal
vez podría padecer el martirio,
pero, si sigo siendo un débil
instrumento, únicamente dócil a tu gracia,
entonces
mi Dios y Señor, manifestarás
tu
poder, tu sabiduría, y tu bondad soberana.
DS 213-214
116
– Amar y respetar tu voluntad
Señor
Dios, quiero amar y respetar tu voluntad.
Colme
mi corazón el Espíritu Santo.
No
busque jamás mi fuerza en el interior de mí mismo;
por
mí mismo, no puedo ir sino a la muerte.
Soy
verdaderamente un miserable: Dios mío, eres infinitamente sabio,
infinitamente
bueno, todo lo has creado para nuestro bien.
Someto
mi voluntad y mi razón, a tu razón y a tu voluntad, Señor.
¡Padre
mío, aquí estoy dócil a tus órdenes!
Aleja
de mí toda queja, toda murmuración;
colma de paz mi corazón.
Me
someto a tu voluntad,
que
mi voluntad no sea sino la tuya,
para
eso dame la fuerza de creer y de amar
MS192
117 – Trabajar cada día como
Tú quieres
Señor,
enséñame a trabajar por Ti,
con alegría, con fuerza,
cada día, sin ocuparme ni del éxito, ni del mañana.
“A cada día le basta su
aflicción” dijo Jesús. (Mt
6,34)
Cuando
se me da una misión,
que
no busque tanto saber si tendrá éxito,
cuanto
caminar con la confianza y la fe de Abraham.
Ayúdame
a realizar lo que me dices por tus representantes:
que lo haga como me lo
dices, sin escuchar a nadie más.
Cada
día, realice mi trabajo, porque lo
quieres, como lo quieres;
aún
si mañana deba cambiar de trabajo o de método
ojalá
siempre sea obediente.
Aunque se me critique,
aunque se me llame esto o aquello,
que
jamás abandone tu voluntad:
cumpliéndola,
todo estará bien.
Que realice lo que quieres,
como lo quieres,
a
pesar de otras opiniones, sin nunca buscar el éxito,
pues
únicamente depende de Ti
.
DS 234-235 MS 186
118- Jesús obedece voluntariamente
Señor
Jesús,
voluntariamente obedeciste, libremente diste tu vida.
También
dijiste: “Doy mi vida, nadie toma mi vida,
pero yo mismo la doy.
Tengo
el poder de darla, y el poder de nuevamente recibirla.
Es
la orden recibida de mi Padre”. (Jn
10,17-18)
Tu obediencia voluntaria
te
conduce hasta la muerte, hasta la muerte en cruz.
Enséñanos
a obedecer voluntariamente... hasta el final...
DS 200
119 – Enséñanos a obedecer como
Abraham
como cuando le ordenas la muerte de Isaac, luego de
haberle prometido
que este niño ¡sería el padre de una numerosa
posteridad!
Contigo,
Dios mío,
cuando
menos claro se ve,
se camina
con mayor seguridad.
Enséñanos
a obedecer aún cuando estemos en la noche.
¡Nos
abandonamos totalmente a tu amor!
Abraham podría
haberse dicho:
“¡Es
imposible! ¡Es una ilusión!” Pero creyó, y se puso en camino.
Cuando supo tu voluntad,
la
cumplió sin ir ni a la derecha ni a la izquierda,
sin llegar tarde, sin poner condiciones, pero si
testarudez,
siempre
dispuesto en todo a obedecerte.
Es
por eso que obedece al instante, cuando el ángel lo detiene.
¡Aprendamos
a obedecer como Abraham!
DS 203-204
120 – Jesús,
obediente por amor
Señor
Jesús, obedeces a tu Padre
porque
lo amas: siempre buscas su beneplácito.
Dices:
“Amo al Padre y hago lo que me manda”.
“Aquí
estoy, y voy”. “Levántense, vámonos de aquí” (Jn 14,31),
y
es hacia la muerte adonde vas (Jn
18,1)
Ayúdanos
a obedecer como Tú ... por amor
...
DS 203
121 – Vuélvenos
generosos, allí donde estemos
Vuélvenos
hombres aptos para todo,
libres
frente a todo,
totalmente
abiertos.
Con
tu gracia, seremos generosos y abnegados allí donde estemos:
que obedezcamos sin llegar tarde, sin poner
condiciones, sin volver atrás,
por amor, antes que por cualquier otra sentimiento.
Venga
tu Reino entre nosotros y en nosotros,
con
todos los dones que lo acompañan.
Queremos
ser cooperadores abnegados y eficaces,
y
no soldados sin corazón.
DS 185-186
122 – Queremos
seguirte
Jesús,
divino salvador nuestro, queremos seguirte.
Nosotros, los discípulos,
no somos más grande que Tú, el Maestro.
Sin
embargo, la recompensa que nos prometes,
sobrepasa muchísimo lo que la tierra puede ofrecer;
¡qué
seguridad da tu promesa!
Cuantos
hombres se fatigan y sufren
por ganar riquezas y glorias de esta tierra que
pasa,
sin ni siquiera estar seguros de obtener lo que
desean.
Nosotros,
buscamos la gloria de Dios, anhelamos amarte,
nos comprometemos en tu seguimiento,
trabajamos en hacer presente el amor en el mundo,
anhelamos el cielo.
Danos la fuerza de barrer los obstáculos
como el viento quita la suciedad del camino.
Enséñanos
la obediencia, el espíritu de entrega, el sacrificio,
que harán de nosotros auténticos soldados,
tus soldados, oh Cristo. ( Tim 2,3)
DS 123-124 MS 305
123 –
Enséñanos el renunciamiento
Señor,
enséñame el renunciamiento.
Que sepa vivir...
donde quieres... como quieres...
Purifica mi espíritu:
que obedezca a mis superiores sin llegar tarde, sin
poner condiciones,
y sin volver atrás, por amor hacia tu voluntad, únicamente
por amor.
Pongo
mi esperanza sólo en Ti,
que ninguna persona, ningún trabajo, ningún
peligro detengan
¡mi
ardor de servirte!
MS 246-247
124 – Lo
que quieras
Padre
mío, están en tus manos.
todos
mis deseos, todas mis inclinaciones.
¿Qué quieres que
haga? ¿Me quieres para Ti?
Lo quiero
¿Me quieres para mis hermanos?
Lo quiero
¿Me quieres para trabajar en otra parte?
Lo quiero
¿Me quieres para retirarme?
Lo quiero
¿Me quieres enfermo? Lo quiero
¿Me quieres sano? Lo quiero
MS 262
125 – Escuchar
tu Palabra
Señor,
queremos escuchar tu Palabra,
¡escucharla
con docilidad de espíritu!
Danos
la fuerza de practicar lo que nos pide.
La oración nos ayude a ser fieles a nuestro deber,
a
someternos a tu voluntad,
entonces
se nos revelará el Reino.
Tu Palabra nos muestre nuestros pecados y nuestros
defectos,
nos
clarifique, nos haga comprender la verdad,
nos
corrija de nuestros defectos,
nos
perfeccione en lo bueno que hay en nosotros.
MS 238
126 – Nos
acercamos a Ti
Señor,
ayúdanos a abandonar el pecado.
Nos acercamos a Ti, fuente de todos los beneficios.
Nos desprendemos de nuestra voluntad propia,
de
nuestro amor propio, de nuestros juicios propios.
Nos
entregamos a Ti, Dios nuestro,
nos entregamos en cuerpo y alma, con cuanto
poseemos.
Nos acercamos a Ti para obedecerte hasta la muerte,
para no ser ricos sino por Ti, para ser juzgados sólo
por Ti.
Renunciamos voluntaria y completamente a nosotros
mismos.
Nos acercamos a Ti, fuente de todo bien,
calma
nuestra sed,
fecunda
nuestro espíritu,
fructifica
nuestro obrar.
MS 243-244
127 – Nuestro
corazón ascienda hasta Ti
¡Oh
Dios, nuestro corazón ascienda hasta Ti!
Concédenos
primero una voluntad recta:
que
seamos capaces de ver y proclamar la verdad;
y si tropezamos y caemos,
que
reconozcamos nuestras faltas,
y
nos levantemos.
Concédenos
después una
voluntad fuerte:
que nuestros esfuerzos triunfen sobre los obstáculos.
Luego
ensancha nuestro corazón:
cólmanos de santa alegría
para
correr y volar en tu servicio.
Por
fin danos el cielo:
allí sin lugar a dudas nuestros corazones serán
justos y buenos.
¡Ojalá
siempre miremos el cielo!
Que
tu voluntad se cumpla en la tierra como en el cielo.
Acogemos
tu Palabra que nos das en abundancia.
Recibimos
tu Palabra con el mismo respeto que tu Eucaristía.
MS 231 233
128 – En
la tentación, no nos dejes caer
Concédenos que las tentaciones no nos turben, ni
nos descorazonen.
Sé
que vienen de aquel mismo demonio que tentó a Jesús;
porque
me quieres por amigo,
porque
quiero ser tu amigo,
busca engañarme por todos los medios.
Pero,
Señor, ayúdame a ir más lejos:
quiero avanzar siguiendo tus mandamientos,
obedeciendo a mis superiores.
Permaneceré
sereno y totalmente entregado, en mi ‘posición’.
Gracias
a todo esto, concédeme la felicidad verdadera.
DS 288-289
129 – Instrumentos
dóciles
Señor,
aumenta nuestra fe.
No ponemos nuestra confianza en medios humanos,
sino
en Ti que haces llegar todo a feliz término.
Nos
llamas... y nos envías:
que
seamos instrumentos dóciles
y
colaboradores idóneos del Corazón de Jesús.
Queremos cumplir cuanto esperas de nosotros, allí
donde nos colocas.
¡Eres
quien da paz y tranquilidad al corazón!
Señor,
ayúdanos a reflexionar... obrar...
a orar...
¡Padre
nuestro, ponemos todo en tus manos!
DS 322-323 MS 253
130 –
Instrumentos de paz
Si
no tenemos el espíritu de humildad,
de
caridad, de obediencia, de disponibilidad,
si no respetamos tu voluntad, Señor Dios nuestro,
no
podemos hacer nada bueno.
La
verdad acaba siempre por triunfar:
que se cumpla cuanto antes, Padre nuestro,
para
que quienes estén en el error, puedan cambiar su corazón.
Que
seamos instrumentos... instrumentos
portadores de paz...
“El
Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine
su rostro sobre nosotros,
conozca
la tierra sus caminos,
todos
los pueblos su salvación.
¡Oh
Dios!, que te alaben los pueblos,
que
todos los pueblos te alaben.” (Sal
66, 2-4)
DS 323-324
131 – Responder
a tus llamadas
Dios
mío, me llamas sin cesar,
enséñame a cumplir bien mi trabajo cotidiano;
a
poner el mejor de los cuidados, la máxima aplicación,
a
agradarte, pues siempre estoy en tu presencia.
Vuelve
pura mis intenciones,
que siempre, en cuanto realice, anhele imitar a
Jesucristo,
y
para esto que sepa dominarme
y
renunciar a mí mismo.
DS 352
132 – Los
más favorecidos son los que obedecen más
Señor
Padre nuestro, quien mejor te obedeció,
fue
tu propio Hijo, y lo hizo desde su entrada en el mundo.
(He 10, 5)
Los
Santos más favorecidos son los que más obedecieron.
Enséñanos
a obedecer en seguimiento de los santos,
en seguimiento de Jesús: en nuestra acción, en
nuestra voluntad,
en nuestra inteligencia, siempre... en todo... somos
sus herederos.
Ayúdanos
a obedecer como Jesús, ni más... ni menos...
Sólo
buscamos tu voluntad, otra cosa no tenemos en cuenta,
ni
siquiera nuestra propia voluntad:
reine
tu voluntad sobre toda nuestra conducta.
Toda
gloria te pertenece, danos un corazón simple y dócil.
Te
ofrecemos nuestra voluntad y nuestro espíritu
porque
es a Ti a quien servimos.
¡Tu
Espíritu colme nuestro espíritu!
MS 271-273
133 – Dame
una obediencia verdadera
Dame,
Señor, una obediencia simple:
que no discute,
que
no murmura,
que
no cuestiona,
sin
“como” y sin “pero”.
Dame
obedecer como Abraham,
o
como San José partiendo para Egipto.
Dame
,Señor, una obediencia prudente:
sin
atolondramientos, sin indiscreción.
Dame,
Señor, un obediencia desinteresada:
que no sea búsqueda de mí mismo,
ni tampoco búsqueda de felicidad inmediata:
que
dilate mi corazón y me haga decir:
“¡Es
el Señor! que haga lo que es bueno a sus ojos”
(1 R 3,18)
Dame,
Señor, una obediencia respetuosa:
que respete a aquel por quien me hablas, sin
considerar sus defectos,
aunque
los otros me hagan reproches, dame el respeto de David por Saúl. (1S 24,3-21)
Dame, Señor, una obediencia humilde:
obediencia
y humildad se ayudan mutuamente,
son
inseparables.
MS 273-274
134 –
Hombres obedientes
Señor,
que seamos hombres obedientes:
Jesús
entonces estará en medio de nosotros,
el Espíritu Santo obrará en nuestros corazones,
haz
pues que conozcamos y hagamos,
tu
divina voluntad como en el cielo.
MS 269
135 –
Hacer bien nuestras acciones ordinarias
Para
avanzar por tu camino, Señor,
enséñanos
a
hacer bien nuestras acciones ordinarias...
allí
donde estemos... allí donde nos llames...
en
nuestro trabajo ordinario... en nuestra vida cotidiana...
Cuanto
debamos hacer,
hagámoslo
de la mejor manera posible,
con
corazón magnánimo y voluntad decidida,
con
entusiasmo y con perseverancia,
diciendo:
¡Adelante! ¡Adelante!
MS 279
136 – Bajo
la mirada de Dios
Padre
nuestro,
lo
sabes todo,
lo
ves todo,
entusiásmanos por el bien y presérvanos del mal.
Tu saber actual nos da fuerza y nos hace avanzar en
el camino que libera.
Eres
el dueño de todo, no somos sino administradores:
ayúdanos a utilizar todos los bienes según tus
deseos,
siempre estamos dispuestos a rendirte cuenta,
dispuestos a devolverte todo, sin dudar, sin
murmurar, cuando lo quieras. MS
283-284
137 - ¡Adelante!
¡Adelante!
Señor
hasta Ti vengo, olvido el pasado, cuanto está detrás de mí;
y me lanzo ¡Adelante! hacia
lo que está delante mío,
voy
sin desmayar hacia mi meta, donde me llamas.
(Fil 3, 13-14)
y
caminar entonces con más fuerza;
no quiero inquietarme inútilmente por lo que me
hizo caer.
¡Ir siempre adelante!
obedeceré sin pasar el tiempo preguntándome dónde
estoy y dónde voy,
ni
siquiera si te agrado:
me ocuparé solamente en cumplir tu voluntad,
dejando de lado mi voluntad.
¡Adelante! ¡Me
entrego completamente a Ti!
MS 312
138 – Amar
exclusivamente lo que se debe amar
Señor,
buscamos tu voluntad:
¡Ojalá
guíe siempre nuestra vida!
Renunciamos
pues a amar de un modo desordenado,
renunciamos
a amar cuanto no debemos amar.
Danos
tu luz para que conozcamos lo que deseas.
Danos
la voluntad necesaria
para
esmerarnos en cumplir lo que te agrada.
Danos
la fuerza para ir hasta el final en lo que nos pides.
Concédenos
amar únicamente lo que hay que amar:
ayúdanos
a buscar tu voluntad,
a encontrarla... a aceptarla... a seguirla... no
bien la percibamos.
MS 328
139 -
La gracia más fuerte que el pecado
Allí
donde abunda el pecado , superabunda la gracia.
(Rm 5,20)
Señor,
sé que no tengo fuerzas en mí,
pero
tomo coraje y obedezco.
No
realizo nada de bueno,
pero
puedo todo en Ti que me vuelves fuerte.
MS 59
140 –
Únicamente tu voluntad
Dios
Padre nuestro, queremos ser salvados
y llegar a ser perfectos como Tú eres perfecto. (Mt
5,48)
Concédenos
trabajar en eso,
no siguiendo nuestra voluntad sino cumpliendo la
tuya,
con los medios que quieres, del modo que lo quieres,
hasta que lo quieras, con quien quieras.
No
nos buscamos a nosotros mismos,
queremos
solamente lo que quieras.
MS 93
141 –
Así en la tierra como en el cielo
“¡Padre,
que se cumpla tu voluntad!”
Siempre
se cumple, en todo y por doquier, porque nadie puede resistirte.
Pero
que se cumpla “así en la tierra
como en el cielo”.
Y
también:
que
tu Nombre sea santificado
así
en la tierra como en el cielo,
que
venga tu Reino
así
en la tierra como en el cielo.
MS 113
142 – Jesús
obedece incluso a los verdugos
Señor
Jesús, eres siempre obediente, incluso frente a tus verdugos,
incluso
frente al demonio:
te dejas conducir por Satán a lo más elevado del
Templo (Mt 4,5).
Pero
no te unes jamás a su voluntad malsana y perversa.
Para
Ti, son instrumentos de la voluntad de Dios,
por eso no te resistes:
cuando
se te quiere golpear, dejas hacer,
cuando
se te quiere crucificar, extiendes tus manos.
Obedeces a Pilato, obedeces a Herodes,
sabes
que es por ellos,
y
por sus crímenes,
que
se cumpla la voluntad del Padre.
MS 158 DS 200
143 – Aleja
de nosotros el orgullo
Aleja
de nosotros el orgullo, Señor,
ese orgullo que nos aleja de Ti.
Ilumina
nuestra conciencia:
y evitaremos caminar equivocados con buenas
intenciones;
entonces
nuestra voluntad no tomará el lugar de la tuya,
y
no transformaremos tus voluntades según nuestros caprichos.
Que
no digamos:
“Lo
que queremos, eso es lo justo,
lo
que queremos, eso es lo santo.”
Es
verdaderamente justo y santo,
lo
que Tú quieres, porque Tú lo quieres.
MS 198
144 – El
programa del Corazón de Jesús
Corazón de Jesús, Sacerdote eterno,
servidor
sin par del Padre celestial,
enséñanos
a ser siempre abnegados y obedientes,
dispuestos a todo, amables en toda circunstancia.
Ayúdanos
a ser hombres aptos,
siempre dispuestos a correr a la primera señal;
dispuestos a ir a cualquier parte donde seamos
llamados,
aún y sobretodo a los lugares difíciles que los
demás rechazan.
Corazón
de Jesús, el ejemplo viene de Ti:
¡Tu
programa sea nuestro programa!
MS 183-184 DS 43
145 – Haz
de nosotros lo que quieras
Padre
nuestro Dios,
vuélvenos santos como Tú eres Santo.
Nos
entregamos totalmente a Ti,
haz de nosotros
lo que quieras.
Muéstranos
la verdad:
llegaremos a ser perfectos, si hacemos cuanto
quieres,
como lo quieres, en el lugar que quieres, en el
momento que quieres.
Permítenos
hacer tu voluntad con amor:
porque mucho te agrada lo que te damos con alegría,
porque lo que buscas es siempre nuestro corazón.
Oh
Dios, Maestro nuestro,
nos sentimos felices por pertenecerte: ¡bien te lo
mereces!
Nos
entregamos a Ti, siempre y doquier,
aún
cuando nos sintamos sacudidos,
aún
cuando tus puntos de vista vayan contra nuestro modo de ver,
contra
nuestros deseos,
contra
nuestros proyectos.
Estamos
dispuestos a darte todo lo que tenemos,
todo
lo que poseemos, y toda nuestra libertad.
Cuando
tu voluntad nos sea desconocida,
la
cumpliremos por obediencia,
nuestra
obediencia es ciega
pero
contigo se torna sabia.
MS 195-196
146 - La
Encarnación
Señor
Dios Altísimo, en el misterio de la Encarnación,
cuando
tu Hijo llega a ser hombre,
¡muestras
tu poder en el cuerpo de la Virgen María!
El
Espíritu Santo desciende sobre ella
y
tu poder la cubre con tu sombra (Lc 1, 35)
Pero
también está María:
se
implica libre y generosamente,
cumple
lo que los profetas han anunciado:
“Que
la tierra se abra y germine la salvación”
(Is 45,8)
Coopera
perfectamente en tu proyecto:
se
humilla y dice: ”Soy la servidora del Señor”.
Obedece
con una fe y caridad extraordinarias:
“Dios
cumpla en mí lo que has dicho” (Lc
1,38)
¡Ojalá
sepamos imitarla siempre!
MS 206 DS 134
147 – La
lucha contra el mal
“Hermanos,
háganse fuertes con la poderosísima fuerza del Señor.
Revístanse
con la armadura de Dios,
para poder resistir las asechanzas del espíritu del
mal.
Revístanse
con la armadura de Dios,
así podrán resistir en el día de la tentación,
y después de haber luchado, permanecerán de pie”
(Ef 6,10-11.13)
Señor,
contamos contigo, solamente contigo,
para luchar contra el mal que nos ataca por todos
los flancos.
¿Si
estás con nosotros quién estará contra nosotros?
(Rm 8,31)
Queremos
estar armados, aún antes de ser atacados.
Tú
mismo, vuélvenos vigilantes:
pues
el mal se apodera de nuestros corazones a pesar nuestro,
el mal se adentra en nosotros sin que nos demos
cuenta,
el mal se nos presenta bajo forma
de bien.
Nuestro
combate del mal es de todos los días.
¡Toda nuestra vida es una lucha sin cuartel!
Concédenos
cada vez las armas necesarias,
en
especial en las horas difíciles.
¡Ojalá siempre estemos despiertos y vigilantes!
MS 236-237
148 – No
hacer muchas cosas, sino las que Tú quieres
Señor
Dios nuestro, no te pedimos hacer muchas cosas,
simplemente queremos hacer lo que quieres que
hagamos.
Haciendo
poco, pareciendo incluso no hacer nada,
podemos
hacer mucho:
así Cristo, durante treinta años,
y también Juan el Bautista, durante el mismo
tiempo,
se prepararon para anunciar la Buena Noticia;
las palabras que dijeron llenarían muy pocas páginas,
¡pero
estas palabras resonaron en el universo,
y aún
continúan después de siglos!
¡Señor,
enséñanos a hacer bien lo poco que nos pides!
MS 280
149 – Señor,
colócanos donde te agrade
Señor,
estamos a tu disposición,
porque te
pertenecemos.
Nuestro
lugar no lo queremos elegir nosotros,
ni
siquiera el más bajo:
eso
sería audaz y pretencioso, y no nos sostendrías.
Eres
Tú quien debe indicarnos donde quieres que estemos,
y que
lugar es necesario ocupar.
Somos
capaces de lo mejor y de lo peor,
ni
siquiera estamos seguros de nosotros mismos,
en Ti sólo
ponemos nuestra confianza.
¡Tu
fuerza es infinitamente más poderosa que nuestra debilidad!
MS 307
150
– Como Abraham
En
Abraham, Señor Dios nuestro, nos diste un buen modelo.
Ni
bien le hablas, se pone en camino:
sin
juzgar lo que pides,
sin
pensar que es difícil, imposible o absurdo,
¡
hombres sabios, cuántos obstáculos hubiesen encontrado!
Aunque tales pensamientos le vinieron a Abraham
muy rápidamente los rechazó, porque iban contra tu
voluntad.
A
todos les hubiese podido responder
como a su hijo Isaac:
”¡Dios
encontrará la solución!
¡Dios tiene su modo de ver!” (Gn
22,8)
Como
Abraham,
deseamos
obedecerte,
confiarnos
a Ti,
entregarte
el resultado de todo.
¡Así
tendremos éxito en la vida!
MS 310 DS 236
“Si alguien quiere ser el primero,
hágase esclavo de todos”
Mt 10,44
151- Humildes en el seguimiento del Corazón de Jesús
Dios
Padre nuestro, a imitación de Jesucristo
queremos ponernos a tu servicio,
como Jesús, aceptamos hacernos muy pequeños,
como Jesús, muy obedientes,
lo que de veras buscamos, es tener los mismos
sentimientos,
los
de Cristo Jesús. (Fil 2,5)
Enséñanos
a no buscar figurar, pero sí a entregarnos totalmente.
El
Corazón de Jesús jamás buscó su gloria,
sino
sólo la tuya, Dios Padre nuestro.
Enséñanos
la humildad de corazón:
“Yo
soy tierno y humilde de corazón” (Mt
11,29) DS 70-71
152 – Vuélvenos humildes
“Mi
vida es como nada delante de Ti.” (Sal
38,6)
No me debes nada, al contrario, tienes todos los
derechos sobre mí.
Haz
lo que quieras de mi espíritu, de mi corazón, de mi ser incluso.
Si
mis hermanos me maltratan,
a mí que soy pecador como ellos, dame la fuerza de no
acusarlos.
Que
mis sufrimientos se unan a los del Corazón de Jesús,
y
se transformen en felicidad eterna.
Quiero
tomar sobre mí el yugo de Jesús: es liviano.
Vuélveme
liviana, Señor, la carga que acepto llevar por amor a Ti
Concédeme
la paz del corazón... calma mis pasiones...
cesen las agitaciones de mi espíritu... mis
murmuraciones... y mis rebeldías...
Aleja
de mí el orgullo que vuelve la vida amarga e insoportable.
Enséñanos
a empequeñecernos, anonadándonos totalmente.
Enséñanos
a seguir a Jesús anonadado y obediente
hasta
la muerte de cruz.
¡Enséñanos
a seguir a Jesús humilde de corazón!
DS 71-72
153
– Jesús, te empequeñeces
Señor
Jesús, te empequeñeces, te pones
por debajo de lo que eres.
Eres
Dios, y te haces hombre,
te haces todavía más pequeño
y obedeces hasta la muerte en cruz.
Así
fuiste de humilde: elegiste hacerte pequeño,
lo
hiciste de verdad, lo hiciste por amor.
¡Enséñanos
la humildad!
MS 143
154
- ¡Navidad!
¡Navidad!
¿Quién
eres, tierno niño, recién nacido?
Te
acuestan en un pesebre de bueyes,
lloras
y tiemblas de frío, pides la materna leche,
no
difieres en nada de los otros niños.
¡
Tú, el Hijo de Dios!
Nosotros
te admiramos, te amamos, te agradecemos.
Niño
pequeño, eres nuestro Dios,
eres
nuestro todo,
¡
Tú !
¿Por
qué, Tú que eres tan grande, te vuelves tan pequeño?
Porque
amas a tu Padre, y porque nos amas,
a
nosotros, tus enemigos.
Vienes
a salvarnos, vienes a hacernos felices.
Éramos
pecadores y desgraciados, aptos para ser condenados,
y
vienes a perdonarnos, a darnos la vida de Dios.
MS 167
155-
Desear las humillaciones
Oh
Dios, te amamos sobre todas las cosas,
nada
vale delante de Ti.
Tu
Hijo vino para enseñarnos como agradarte,
como
cumplir tus voluntades,
nos enseña a amar las humillaciones y los
sufrimientos,
cuando
todos buscan honores,
nos muestra que es necesario buscar la cruz,
cuando
los hombres buscan la gloria mundana.
¡Ven
en nuestra ayuda, oh Dios!
Señor,
concédenos gustar estas realidades.
Haz
que no encontremos consolación
sino
en el anonadamiento de tu Hijo.
¡Ven
en nuestra ayuda, oh Dios!
Danos
el gusto por la rectitud.
Danos
la alegría de seguirte:
¡tu
Espíritu sea nuestro consolador!
DS 109-110
156
– Humildes como un granito
La
humildad es como un granito,
muchos sabios de este mundo la desprecian.
Tú, Dios sapientísimo, cimientas sobre ella la vida
cristiana y la vida religiosa.
Tú
mismo recogiste el granito de la humildad,
y
comenzaste por sembrarlo en tu Corazón.
Te
abajaste,
te
hiciste pequeño
tomando
la carne en el seno de María,
naciendo
pobre en Belén,
en
el transcurso de tu vida,
y
aún hoy en la Eucaristía.
Nos
propones el mismo camino de humildad.
Nos
enseñas a ser mansos y humildes de corazón
(Mt 11,29)
Nos
diste el ejemplo,
y
deseas que obremos como Tú nuestro Señor y Maestro
(Jn 13,13-15).
Queremos
crecer,
enséñanos
a hacernos pequeños... a vivir escondidos...
a
empequeñecernos todavía más.
Los
grandes árboles nacen de semillitas,
de
los granitos escondidos y podridos en tierra.
¡Por
este camino, condúcenos a la gloria verdadera!
MS 174-175
157
– Fiel a tu Palabra
Dios
mío, que tu Palabra quite los defectos de mi corazón,
que
desarrolle las cualidades que existen en mí,
que
el Cuerpo de Jesús recibido en la comunión
actúe
de la misma manera.
El
cuerpo de Jesús y la Palabra de Dios
sean
el alimento que fortalezca mi alma.
Permíteme
estar de acuerdo con tu Palabra: que le sea fiel,
para
mí, es más preciosa que todos los milagros.
Hasta
María ha sido más feliz,
por ser fiel a tu Palabra, que por haber engendrado a
tu Hijo (Lc 11,27-28).
¡Ojalá
tu Palabra me vuelva manso y humilde de corazón!
Quien
realiza la verdad viene a la luz (Jn
3,21).
¿Realizar
la verdad, no es acaso seguir tu voluntad?
DS 153-154
158
– En el último lugar, como Jesús
Señor
Jesús, nos pides tomar el último lugar (Mt
23,12)
y es lo que haces Tú mismo, te conviertes en el
servidor de todos.
Concédenos
buscar el último lugar, sin comparar ni elegir:
en el último lugar, no hay más que un lugar:
el nuestro,
preparado para nosotros.
Queremos
imitarte: ¡enséñanos la humildad!
DS 175-176
159
– Hacerse pequeños
Señor
Dios nuestro, venimos hacia Ti.
Vuélvenos
humildes,
presérvanos de toda ilusión, de toda caída, de todo
pecado.
¡Que
no queramos aparentar!
Señor
Jesús,
Dios
que se hace hombre, te anonadas;
y
te abajas también presentándote para el sacrificio;
te animas a decir: “Aquí estoy, obediente hasta la
muerte,
hasta
muerte en cruz” (Fil 2,8)
No
valemos nada, pero queremos todavía ser más pequeños;
así,
gracias a Ti, seremos santificados, transformados,
¡viviremos
en Dios!
DS 176-177
160
– Servidores inútiles
Dios
Creador nuestro, nos presentamos
delante de Ti.
No
valemos nada, no somos nada,
lo
reconocemos, lo confesamos.
Tú
que te opones a los orgullosos, danos tu Palabra para sostenernos.
“Somos
servidores inútiles” (Lc 17,10)
¡Contamos
contigo! ¡Bendícenos!
DS 177-178 MS 176
161
– Humildad y confianza
Señor,
no somos sino servidores inútiles.
Clamamos
: “¡Socorro!”, nos arrojamos en tus brazos.
Tú
te complaces en la verdad,
nosotros
únicamente esperamos en Ti.
DS 178-179
162
– Humildes, obedientes, constantes
y contentos
Dios
mío, clamamos misericordia, ven en nuestra ayuda.
Haz que en nuestro trabajo de cada día
seamos siempre humildes, obedientes, constantes y
contentos.
¡Siempre
adelante! ¡Bendícenos!
DS 186
163
– Ayúdanos a fructificar
Señor
Jesús,
nos elegiste para que vayamos y fructifiquemos
y
que nuestro fruto permanezca (Jn
15,16).
Señor
Jesús,
desarrolla en nosotros el granito que sembraste:
que seamos servidores dispuestos a todo, desprendidos
de todo,
totalmente
abiertos a quien tiene derecho.
Enséñanos
a obedecer, a cumplir lo que pides;
entonces, aunque se nos calumnie,
aunque se digan falsedades contra nosotros,
permaneceremos alegres,
y
produciremos frutos permanentes,
por
la gracia del Espíritu Santo.
DS 24-225
164
– Danos un espíritu de humildad y de amor
Espíritu
Santo, enséñanos a orar,
sin Ti, Maestro interior, nada podemos,
y
nos equivocamos.
Danos un espíritu de humildad y de amor:
Que
tu Palabra nos ilumine,
más aún, que los pecados y las más grandes caídas
se conviertan en ocasión de ver más claro.
Tú
te sirves de los hombres para conducirnos:
vuélvenos
dóciles a los que nos envías.
Tú
que dijiste: “Yo soy la verdad” (Jn
14, 6).
DS 226-227
165
– Jesús, ejemplo de ternura
Señor
Jesús,
¿cuál es el ejemplo que nos das? el de la ternura.
Lo das siempre:
cuando te haces hombre, durante tu Infancia, durante tu
Pasión,
como
Corazón del Verbo Encarnado.
Nos
muestras esta ternura en tus palabras... en tus miradas...
¿Y
nosotros?
Ayúdanos
a seguir un idéntico camino de ternura,
¡ternura
para con Dios y para con los hermanos!
¡Tu Espíritu nos conceda tu misericordiosa ternura!
MS 200
166
– Enséñanos a guardar nuestro lugar
Señor,
enséñanos a guardar nuestro lugar, aún el más discreto.
En
el establo de Belén, el pesebre de animales
¡qué
lugar estrecho!
y
sin embargo: ¡de cuánta importancia para el mundo!
Un
bebé... una mujer pobre... un trabajador pueblerino…
¡de
cuánta importancia para el mundo,
frente
a Dios y frente al hombre!
Un
pedacito de pan, en las manos del sacerdote,
¿qué
cosa hay más insignificante?
Y
sin embargo, la Eucaristía:
¡qué
cosa tan grande, qué cosa tan importante,
frente
a Dios y frente al hombre!
Que
el Espíritu nos conceda inteligencia,
que
nos haga comprender bien las realidades divinas,
que
sea nuestro único consolador, no sólo un día, sino siempre...
“El
Señor me conduce, nada me falta.
En
verdes prados de hierba fresca me hace reposar”
(Sal 22,1-2)
¡Señor,
sé nuestro guía!
DS 145-146
167
– Aleja toda inquietud
Señor,
cuando nos miramos a nosotros mismos,
encontramos
los estragos del pecado.
Estamos tentados de desesperar; en efecto, ni en
nosotros, ni en la naturaleza,
encontramos
un remedio para nuestros males.
Nada podemos esperar de nosotros mismos ni de las
criaturas
para
una auténtica felicidad .
A veces estamos tan desolados que el dolor turba
nuestra alma
y
estremece nuestros huesos.
No
nos dejes caer en la desesperación.
Por el contrario: aleja toda inquietud, toda
desconfianza.
Cuando
veamos nuestros males, que eso nos vuelva más pequeños.
Concédenos
conocer la plenitud de tu Reino,
y
realizar siempre lo que te agrada.
MS 223-224
168
– Amar la verdad
Señor,
Dios nuestro, ayúdanos a amar la verdad,
sobretodo la que nos desagrada, la que nos cuestiona,
la que nos hace conocer hasta el más pequeño defecto,
la que nos corrige, aunque al principio nos turbe.
Danos
amigos lo suficiente honestos,
capaces
de decirnos la verdad difícil.
Señor
Dios nuestro, protégenos de la verdad que halaga,
que
ella no nos haga perder la cabeza,
que
no nos llene de orgullo.
Señor
Dios nuestro, ayúdanos a amar la verdad que conduce hacia Ti.
“Aquel
que obra la verdad viene a la luz,” (Jn 3,21)
ve
con claridad lo que hace, ve que obedece a Dios.
DS 236-239
169
– Instrúyeme
¡Señor,
socórreme!
No obstante todos mis talentos, todos mis títulos,
nada puedo por mí mismo, ni siquiera puedo desear el
bien.
Eres
el único Maestro, eres el que enseña al hombre,
del más pequeño al más grande, y en especial al más
débil,
al que tiene menos medios humanos.
Vuélveme
pequeño: ¡Instrúyeme sólo Tú, mi divino Maestro! MS
239
170
– Danos un alma generosa
Señor,
danos un alma generosa, dispuesta a continuar tu obra divina,
aun a través de obstáculos,
delante de las dificultades causadas por los hombres,
enséñanos la humildad para permanecer fieles a
nuestra misión.
Con
S. Pablo pedimos: “¿Qué quieres que haga?”
Sabemos
que sirviéndote vamos a sufrir,
pero, por amor a Ti,
olvidamos el pasado y nos proyectamos al porvenir.
Sabemos
que serás nuestra recompensa. (Fil
3, 12-14)
DS 295-298
171
– Aceptar a los hombres tal cual son
Señor,
Dios nuestro,
muy
a menudo tenemos ganas de criticar a los demás.
Enséñanos
a seguir sirviéndolos con generosidad, con valentía y alegría.
Los
hombres son, y serán siempre, hombres:
ayúdanos
a sacar el mejor partido posible.
Rezamos,
gemimos, arrastramos el peso del día y del trabajo:
hagámoslo
con humildad y en un abandono total a su divino amor.
Eres
quien nos gobierna,
eres
quien conduces todas las cosas, por tanto nada nos faltará,
al
contrario: tu bendición nos acompañará siempre.
¡Adelante,
hasta cuando quieras!
DS 362-363
172
– Apoyarse sólo en Dios
Padre
nuestro, en la relación con nuestros hermanos,
queremos ser siempre celosos y diligentes,
pero sólo queremos apoyarnos en Ti y en nadie más,
tampoco
en nuestras bonitas palabras.
Sin
el Maestro interior, sin el Espíritu Santo,
nada
útil podemos hacer.
Por
nosotros mismos estamos sin fuerzas
y
nuestra plegaria es un grito de angustia:
¡“Socorro,
Dios mío! ¡Apresúrate en
socorrerme!
¡Dios
mío, ven en mi ayuda!
He
ahí lo que nos enseña la Iglesia.
Nuestra
confianza está en Ti,
eres
un océano de bondad, sumérgenos en Ti
mucho
más profundamente que el pez en el mar.
Nos
entregas a tu Hijo, quien nace por nosotros,
quien
se entrega totalmente a nuestro servicio.
Estamos
seguros que gracias a Jesús nos ayudas,
y
a pesar de todo nos sentimos felices por nuestra debilidad.
¡Ojalá
siempre seamos humildes y confiados!
DS 356-357
173
– Por la fe, nos vuelves fuertes
Señor,
tenemos miedo
de dejar la vida del mundo: de abandonar nuestro
orgullo...
nuestros placeres... nuestra propia voluntad... nuestra
manera de pensar...
Frente a los hombres que nos rodean,
nos sentimos tan débiles, tan pequeños, tan solos.
¡Pero
allí estás Tú!
Nos
hablas, y obras en el fondo de nuestros corazones como un fermento.
A
todos ofreces tus dones.
Por
la fe, nos conduces a Jesús; es la inagotable fuerza que nos colma.
Danos
una fe pura, una fe que nos aparte de todo,
una
fe sólida que nos prepare para todo,
una
fe que nos vuelva valientes y audaces.
Es
el don que nos concedes por la pasión y muerte de Jesucristo MS
265-266
174
- Inmenso y bondadoso es Dios para con el hombre
Señor
Jesús, jamás eres injusto con el hombre.
A pesar de ser tan pequeño, lo amas tanto, lo colmas
de tantos beneficios.
Eres
inmenso y bondadoso, no permitas
que tengamos la audacia y la ingratitud de ofenderte y
menospreciarte.
Por
el contrario,
queremos ser agradables a tus ojos, cada día,
de un modo siempre nuevo aunque nos cueste.
Deseamos
amarte y darte todo nuestro cariño.
Te
debemos todo, porque nos diste todo... dándote a ti mismo...
y
nos prometes también cuanto el Creador puede dar a la creatura.
Cada
uno de nosotros te dice:
“Aquí estoy, sin llegar tarde, sin poner
condiciones, y sin volver atrás!”
¡Qué
bueno todo esto! ¡Cuánto nos honra tu amistad!
¡Qué
felicidad experimentamos!
MS 268-269
175
– Jesús, el cumplidor por excelencia de la ley de Dios
Señor
Jesús,
cumples
a la perfección la ley de Dios,
aun la más pequeña... aun la más difícil, aun la
menos obligatoria...
las cumples todas...hasta en lo mínimo...
¡Nada
es pequeño cuando es voluntad de Dios!
Lo
que sería pequeño se vuelve grande
cuando
se lo realiza con mucho amor.
Ése
es el ejemplo que nos das, Señor Jesús,
concédenos
imitarte: que nada nos detenga
en
la búsqueda del beneplácito de tu Padre y Padre nuestro. MS 274
176
– Santificas todas nuestras acciones
Señor
Dios nuestro, nos enseñas que la cosa hecha por ti como se debe,
por
un hombre justo, es digna de recompensa eterna.
Enséñanos
también qué importante es para nosotros
volver
santas todas nuestras acciones.
Danos
avanzar a grandes pasos por el camino de la perfección,
uniéndonos
a Ti, en la acción más pequeñita.
MS 279
177
– Honestos para con Dios
Señor,
ayúdame a conocer mi miseria,
no
valgo nada, ayúdame a conocer tu santidad.
Tú
eres inmenso, Dios mío.
Eres
todo, no soy nada, si soy alguien, si tengo algo, es en Ti y por Ti.
Ser
humilde es ser auténtico; y la verdad es la santidad.
Cuanto
más se está persuadido de ser pequeño,
tanto
más se lo muestra en la conducta habitual,
y
cuanto más santo se es,
tanto
más se está unido a Ti, Padre nuestro.
MS 294
178
- Servidores inútiles somos
“Somos
servidores inútiles” (Lc 17,10)
lo
decimos a causa de nuestro pecado, a causa de nuestra debilidad,
incluso
cuando hacemos el bien.
Porque
nuestra fuerza, nuestra única roca, eres Tú, Jesucristo.
“Somos
servidores inútiles”
cuando
somos honrados, y cuando también somos humillados ¡es lo justo!
Desde
nuestro abismo gritamos: ¡Socorro!,
nos
arrojamos en tus brazos,
y
entonces todo se vuelve posible.
Tan
poco valemos, pero Tú, Señor, eres bueno y poderoso.
MS 313
179
- Obrar como Tú, Jesús
Señor
Jesús, fijamos en Ti nuestra mirada,
para
imitarte, para vivir como vivías:
que
guardemos silencio como Tú lo guardabas,
con
gran recogimiento de espíritu,
que
oremos como orabas;
que
sepamos aceptar las humillaciones, y también los desprecios,
como
los aceptabas;
que
soportemos con paciencia cuanto nos fastidia,
como
lo soportabas;
que
comamos como comías, que descansemos como lo hacías...
que
obremos siempre como Tú...
Así,
poco a poco, crecerás en nosotros,
nos
volveremos tus compañeros y tus hermanos,
y
así seremos agradables al Padre
que
nos ama a causa de Ti, su Hijo predilecto.
MS 349-350
180
- El espíritu del Corazón de Jesús
Señor,
danos una profunda humildad frente a Ti.
danos
una gran ternura para con nuestros hermanos
danos
una gran entrega a tu servicio y al servicio de los hermanos.
Sea
nuestro espíritu el espíritu del Corazón de Jesús:
con
Él exclamamos: ¡Aquí estoy!
MS 352
181
– Quiero lo que quieras
Dios
mío, quiero todo lo que quieras
quiero
hacer siempre todo lo que quieras, sea una
orden o un consejo,
lo
quiero como lo quieres, del modo que lo quieres
y
sobretodo porque lo quieres, únicamente por tu beneplácito.
No
quiero nada, y no quiero hacer nada, jamás,
de
lo que Tú no quieres, sea porque lo prohíbes, sea porque lo aconsejas,
no
quiero pecado alguno, aun el más
pequeño,
no quiero ir contra ningún mandamiento,
no
quiero ninguna imperfección voluntaria,
no
quiero resistir a tu gracia.
MS 119
182
– Jesús llevado al templo
Jesús,
eres llevado al templo en los brazos de tu madre.
¡Eres
tan pequeño y tan pobre! y tu madre: ¡qué tímida y modesta!
Y
sin embargo, así tan pequeño y pobre,
rindes
a Dios un honor más grande que todas las adoraciones de los ángeles,
eres
Dios y adoras a Dios: ¡qué
maravilloso espectáculo!
Te
adoramos, purifícanos con tu madre.
MS 167
183
– Idénticos sentimientos a los de Jesucristo
Señor
Jesús, eres Dios,
sabes
que tienes el derecho de hacerte igual a Dios,
con
todo, Salvador nuestro, elegiste humillarte... hacerte esclavo...
y
obedecer hasta la muerte en cruz. (Fil
2,6-8)
Si
bien en el éxito podemos glorificar y servir a Dios,
ayúdanos
a preferir servirlo
siendo
menospreciados, rechazados o contradecidos.
Señor
y Maestro nuestro, nos das el ejemplo,
y
nosotros, tus discípulos, debemos tener
tus
mismos sentimientos, tus mismos anhelos, tus mismas miras.(Fil 2,5)
MS 170
184
– Humildes y tiernos de corazón... queremos
ser...
Dios
Padre nuestro, tu Hijo nos pide cargar su yugo,
y
afirma que su yugo es suave aun si es pesado, (Mt 11, 29-30)
lo
vuelves suave para aquellos que lo cargan con gusto,
para
aquellos que lo llevan por amor a Ti.
Recompensas
a quien se hace muy pequeño:
gracias
a Ti, su corazón está en paz,
vive
calmo y tranquilo, no se queja,
no
se rebela.
A
quien se hace pequeño, aunque deba sufrir mucho, le das descanso.
El
orgullo vuelve difícil soportar
los
desprecios, las humillaciones, las mentiras.
Aleja
de nosotros cualquier rasgo de orgullo,
enséñanos
a hacernos pequeños:
ojalá
no estemos inquietos por lo que se piensa de nosotros ,
por
lo que se dice de nosotros, por el modo como se nos trata.
Nuestra
voluntad, nuestros juicios no cuentan:
queremos
únicamente obedecerte y seguir tu juicio y tu voluntad.
¡Queremos
ser humildes y tiernos de corazón!
MS 180-181
185
– Nos elevamos hasta Ti
¡Cuánto
te interesas por nosotros!
Hablaste
al corazón de nuestros padres,
por
Moisés escribiste tu ley en la piedra.
Con
todo, los hombres siguen siendo débiles,
y
aceptas que sean débiles
pero,
aun cuando pecan, lejos de
abandonarlos, buscas todavía salvarlos.
Te
haces muy pequeño.
Como
una madre se inclina sobre su bebé,
tu
Hijo desciende hasta nosotros y hasta el barro de nuestro pecado:
y
llega a ser un ser humano como nosotros, para elevarnos hasta Ti.
“Y
la Palabra de Dios se hizo un ser humano” (Jn 1,14)
MS 142
186
– Jesús siempre presente
Jesús
estás siempre presente: podemos encontrarte en cualquier lugar.
Te
encontramos en tus mandamientos,
en
nuestros superiores, en nuestros hermanos.
Los
servicios que prestamos a nuestros hermanos, te los prestamos a Ti.
Nos
permites vivir en tu intimidad:
para
nosotros es un honor y una felicidad: ¡qué seguridad!
Contigo,
nada nos falta, nos conduces.
MS 197 DS 249
187
– Jesús, modelo de ternura
Señor
Jesús,
eres modesto en tu porte,
no
gritas, no haces escuchar tus palabras en los caminos.
(Is 42,2)
Siempre
eres semejante a Ti mismo, siempre tierno y amable,
todos
se acercan a Ti fascinados por tu ternura.
Tú
conquistas los corazones, y se llegan hasta Ti diciendo:
“Vayamos
hacia quien es la ternura personificada”
No
te niegas a nadie, no quiebras la caña cascada,
no
apagas la mecha todavía humeante. (Is
42,3)
Al
contrario, pasas haciendo el bien por doquier.
(Hc 10,38)
Eres
un hombre simple, siempre dijiste la verdad,
cumpliste
lo que tenías que hacer, sin fijarte en los defectos de los demás.
No
buscas distinguirte de los demás, (Hc 2, 17; 4,15)
te
pareces a tus hermanos , los hombres, en todo, salvo el pecado MS 202
188
– Tierno a semejanza de Jesús
Enséñame
a ser tierno, Jesús.
Enséñame
a ser tierno, amando a mis hermanos.
Enséñame
a ser tierno y humilde.
Sé
cuánta necesidad tengo de tu misericordia.
Ayúdame
ser tierno para poder dar fruto.
Enséñame
a ser tierno en todas las ocasiones,
en
las pequeñas y en las grandes, en las previstas o en las imprevistas.
Enséñame
a ser tierno:
aunque
me contradigan, aunque me reprochen, aunque me ofendan,
aunque
la maldad de los hombres me hiera.
Enséñame
a ser tierno frente a cualquier persona:
que
no murmure contra mis superiores,
que
no me enoje con mis hermanos,
que
no desprecie jamás ni al más pequeño.
Vuélvenos
tiernos con amigos y enemigos.
¡Vuélvenos
tiernos a semejanza tuya, Jesús!
MS 204-205
189
– En el seguimiento del Corazón de Jesús
Señor
Dios, eres sabio, eres bueno,
eres
quien nos llamas al seguimiento del Corazón de Jesús,
es
allí donde nos cuidas.
Así nos sentimos colmados de confianza,
nuestras
acciones se vuelven sagradas, nos unen a Ti.
En
Ti, encontramos una fuente inextinguible de fuerza y perseverancia,
en
Ti, todo lo podemos.
Nos
presentamos insignificantes delante tuyo, como Nuestro Señor Jesucristo que se
hizo muy pequeño delante tuyo.
MS 252
DS 294
190
– “Corro hacia la meta”
“Corro
por el camino de tus mandamientos” (Sal
118,3)
En
la ruta que conduce a Ti , Señor,
no
quiero avanzar a pasos lentos,
no
quiero contentarme con un espacio estrecho,
ni
poner limites a mis esfuerzos;
quiero
marchar con paso seguro, avanzar con coraje,
esforzarme
generosamente en correr,
como
S. Pablo, me lanzo hacia la meta de mi vocación.
(Ef 3,12-14)
Con fuerza y humildad pido
alas
de paloma para volar... volar... sin cansarme...
¡Dios
mío, ven en mi ayuda!
MS 253
191
– Danos intenciones puras
Señor
Jesús, nos dices:
“Los
ojos son la lámpara del cuerpo,
por
tanto, si tus ojos no están enfermos,
tu
cuerpo entero está en la luz.
Pero
si tus ojos están enfermos,
tu
cuerpo entero está en las tinieblas”. (Mt
6,22-23)
Concédenos
la fuerza de tener intenciones puras,
que
en la totalidad de nuestra acción sólo busquemos agradar al Padre:
que
una intención pura esclarezca la totalidad de nuestra acción,
aun
la más pequeña, la más común, la menos agradable.
Concédenos
también que, con una intención pura,
la
totalidad de nuestra acción se ilumine y se embellezca,
que
nos gane un mérito infinito.
MS 281
192
- ¡Que mi vida sea una plegaria!
Señor,
convierte nuestra vida en una plegaria continua.
Que
hagamos un trabajo u otro,
que
prediquemos tu Palabra,
que
viajemos y hablemos libremente de una cosa u otra...
que
todo sea una plegaria.
Como
decía S. Gregorio:
que
no nos contentemos con orar, sino que seamos la plegaria misma.
Que
en nosotros todo se convierta en plegaria,
todas
nuestras acciones y todos nuestros pensamientos.
Y
que sepamos permanecer humildes:
“No
somos sino servidores inútiles” Lc
17,10)
MS 292
193
– Como María, siempre humildes y generosos
María,
tu humildad es tanto más grande
cuanto
más valiente es tu generosidad,
y
tu generosidad aumenta cuando te empequeñeces.
Cuando
te presentas a tu Dios:
“Soy
la servidora del Señor” (Lc 1,
36)
es
el instante en que aceptas el mayor honor:
¡convertirte
en Madre de Dios!
Enséñanos
a empequeñecernos siempre,
aun
y sobretodo
“ Si alguien quiere venir conmigo,
tome
su cruz cada día y sígame”
Lc
9,23
194 - ¡Dios
todo, yo nada!
¡Dios todo! ¡Yo,
nada! ¡Dios todo!
Señor,
que ése sea el comienzo... el medio... el fin en todas mis obras.
¿Qué
quieres que yo haga?
Aquí estoy, dispuesto a todo, a todos los esfuerzos,
a todos los escándalos.
Siempre
soy tan débil, siempre tan culpable, tan poco valgo.
“¡Dios mío, ten piedad de mí,
soy un hombre pecador!” (Lc 18,13)
DS 75
195 –
Jesús, ¿por qué eres condenado?
¡Jesús!
Nadie es tan justo,
¡y con todo eres condenado!
Tú,
tan santo, tan bueno, ¿ por qué te han condenado?.
No
hay ninguna razón,
sino nuestro miedo de ser juzgado por los otros,
sino tu modo de vivir tan diferente del nuestro.
Somos
nosotros quienes te hemos condenado:
nuestras
pasiones y el apegarnos a nuestras ideas, a nuestros juicios,
a
nuestra propia voluntad, han provocado tu condenación a muerte.
Pero
Tú, ¿por qué has aceptado esta condenación?
para tomar
nuestra defensa junto al Padre,
para obtenernos
el perdón de tu Padre.
Aceptas
tu condenación, buscas sólo lo que quiere el Padre,
y por eso tu muerte nos da vida.
¡Te agradecemos!
¡Concédenos
imitarte!
MS 157-158
196 –
Enséñanos a sacar el bien del mal
Enséñanos,
Señor, a sacar el bien del mal,
cuando
encontremos tentaciones, penas y pruebas.
Enséñanos
a sacar el bien del mal,
porque
Tú sacaste gloria del escándalo de la cruz.
Aun
en la desgracia, queremos bendecirte:
“¡Bendito sea el nombre del Señor!”
(Job 1,21)
Aun
entonces, enséñanos a decir: Sí,,
al menos con un comienzo de amor.
“Mi
corazón está dispuesto, Señor, está dispuesto”
(Sal 107,1)
Señor, anhelamos estar dispuestos a todo.
“El
Señor me conduce, nada me faltará”. (Sal
22,1)
DS 102-103
197 –
Sufrir como Tú, Jesús
Señor
nuestro Jesucristo,
quisiste seguir el camino de todo hombre:
pasando
por el sufrimiento, quisiste llegar a la gloria.
Se
necesitó que sufrieras para entrar en la gloria. ( Lc 24,25)
Para
Ti, como para nosotros, es la misma ley.
Y sin embargo, no te quejas jamás: ni de los judíos, ni de
Judas.
Nadie
te quita la vida, eres Tú quien la entrega
(Jn 10,18).
Enséñame
a llevar cada día mi cruz (Lc 9.23)
Enséñame
a sufrir en tu seguimiento.
Enséñame
a bendecir cuando se me maldiga.
Enséñame
cómo glorificar al Padre. (1 Cor 4,12; 1 P 2,23; 4, 15-16)
DS 115-116
198 –
Mi cruz en tu seguimiento
Señor
mío, quiero tomar mi cruz en tu seguimiento,
la
que se me presenta cada día, y no la que quisiera fabricarme.
A
través de mis penas cotidianas, me haces entrar en tu Reino.
No
permitas que los sufrimientos me hagan murmurar,
al contrario: que sirvan
para salvarme,
dame la fuerza de aceptarlas,
dame la verdadera felicidad en medio de las espinas.
¡Oh Jesús, que comparta tu cruz!
DS 117-118
199 –
Nos abandonamos a la voluntad del Padre
Señor
Jesús, anhelamos amarte y amar tu cruz divina.
¡Ojalá siempre estemos dispuestos a imitarte!
Nos
dices:
“No necesitan conocer ni el tiempo ni el momento
en que estas cosas deben suceder,
mi Padre decidirá esto, sólo Él tiene poder de hacerlo”
(Hc 1, 7)
En
tu imitación, nos abandonamos en la voluntad del Padre,
en ella nos entregamos totalmente, por amor.
DS 119
200 –
Anhelamos amar tu cruz
Señor
Jesús,
te
amamos y anhelamos amar tu cruz.
¡Y además que nos santifique!
Sin
cruz, nada hay de bueno, nada es salvación.
Lo
sabemos: nuestro única y verdadera felicidad está en unirnos a Dios.
(Sal 72,27)
Vuélvenos
de verdad libres,
no atados por nada, desprendidos de todo ¡como palomas en
vuelo!
¡Somos tus soldados, anhelamos seguirte donde quieras!
DS 120
201 –
En medio de mis pruebas
En
medio de mis pruebas, digo:
“¡Gracias, Dios mío! ¡Bendito sea Dios!”
Ayúdame:
para que no grite en la injusticia,
para que no me queje por todas partes como una víctima.
Aleja
de mí todo orgullo.
Al contrario, enséñame la obediencia:
acepto
los sufrimientos ,
los que directamente me envías,
los que por los hombres me vienen.
DS 129-130
202
– María, junto a su Hijo sufriente
María,
al pie de la cruz,
no te descorazonas,
estás sumisa e incluso contenta de estar ahí,
junto a tu Hijo que sufre cruelmente.
Rebozas
bondad aun para los verdugos de tu Hijo.
No te quejas de nada, estás contenta de que se cumpla la
voluntad de Dios,
aunque esa voluntad te haga sufrir.
Vuélvenos semejantes a Ti:
más allá de los sufrimientos,
ayúdanos a encontrar en la voluntad de Dios
tu misma felicidad, María.
DS 136
MS 306
203 –
Nuestra salvación
Señor,
eres un solo Dios en tres personas:
creaste
el universo entero y en especial al hombre,
a
quien quisiste feliz desde el comienzo,
pero
cayó , se degradó,
y
los hombres todos son pecadores desde su nacimiento.
Sin
embargo, quisiste un remedio, y nos lo diste en Jesús:
quien murió en cruz, y así el hombre fue redimido.
Ahora
reconocemos tu grandeza:
¡eres Santo... eres misericordioso,,, eres justo!
Sabemos
cuál es nuestro precio,
cuál es la importancia
de la salvación,
qué grave es el pecado.
Cristo,
el Hombre-Dios, es quien nos atrae, es nuestro modelo,
y nuestro sostén, en virtud de su muerte.
La
gracia de Cristo nos enseña que
donde está nuestra debilidad, allí se encuentra nuestra
fuerza.
Tu
Hijo nos arranca del poder del demonio,
hace de nosotros tus hijos,
con Él, el Cristo, somos tus herederos,
es
quien nos conduce,
es quien nos hará verte cara a cara, nos hará sentar con
Él,
dará también la vida a nuestros cuerpos.
Gracias,
Señor, por la felicidad que tu Hijo nos regala.
¡Ojalá aprovechemos día a día tantos dones!
MS 213-214
204 –
Sálvanos, Señor
“Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” (Sal 21,2)
Tal es el grito de Jesús en cruz,
el grito de Jesús que vierte su sangre.
Tal es el grito en nuestra aflicción.
¡Señor, escúchanos...
sálvanos... ayúdanos...!
Somos
paralíticos incapaces de avanzar, una casa que se derrumba,
un
muro que se inclina, una choza que se hunde.
¡Ten
piedad de nosotros!.
MS 224-225
205 –
María al pie de la cruz
María,
erguida al pie de la cruz, sufres terriblemente.
No
te quejas, tampoco quieres irte,
eres feliz de estar donde Dios te puso,
y
le dices nuevamente:
¡Aquí estoy, soy la servidora del Señor!
Danos
la fortaleza de imitarte:
que
acepte estar donde Dios me pone y esté ahí como Dios quiere.
Contigo
digo:
“Soy
la servidora del Señor, que se cumpla según te palabra,
que se realice la voluntad de Dios”. (Lc 1,38)
DS 135 MS 138
206 –
Que vaya delante
Señor,
ayer te volví la espalda:
¿hoy que quieres que haga?
Enséñame
a servirte, aun en el sufrimiento, ¡por amor a Ti!
Ayúdame
a olvidar mis pecados pasados, es allí donde me esperas...
Como
S. Pablo:
corra
yo para alcanzar la recompensa, porque Cristo ya me alcanzó,
olvide
el camino que quedó detrás, y me lance hacia delante,
corra
hacia la meta para alcanzar el premio: (Fil 3,12-14)
me
llamas desde lo alto para recibirlo de Jesucristo.)
MS 242
207
– “Mi gloria, no, sino la del Padre”
Señor
Jesús, para glorificar a tu Padre y para salvar a los hombres,
viviste
escondido y moriste rechazado,
siempre permaneciste en la humildad,
siempre conociste el sufrimiento.
Dijiste:
“No busco mi gloria, mi gloria nada vale”
(Jn 8,50.54).
Enséñanos
a ser humildes,
a aceptar el sufrimiento,
para gloria y alabanza del Padre.
MS 245
208 –
Amar a Jesús en sus miembros
¡Cuánto
nos amaste, Señor Jesús!
Estás
en el cielo, y sigues en la tierra,
mientras
no se viva el Evangelio, sufres en tus miembros el hambre,
la
sed y la desnudez, sufres todo lo que tu cuerpo sufre,
todo
cuanto hacemos sufrir al más pequeño de tus hermanos,
a Ti mismo te lo hacemos.
¡Ojalá
te amemos en cada uno de nuestros hermanos!
MS 260
209 –
Tú me elevas
¡Dios mío, ten piedad de mí! ¡Bendito seas!
Mi
corazón para gloria tuya dispuesto está,
para
cumplir todo, para sufrirlo todo.
Entre
tus manos, totalmente me abandono
con todos mis intereses, me doy enteramente y sin retorno.
Realiza
en mí lo que deseas.
Concédeme cuanto me es necesario para
cumplir tu voluntad.
Concédeme
una humildad profunda y paciente, generosa e inalterable.
Como
pecador sé que no valgo nada,
pero
eres quien me elevas más allá del mundo... del demonio... de mí mismo.
Eres quien me
vuelve grande en tu grandeza,
fuerte en tu fortaleza, santo en tu santidad.
Crezca todavía más mi humildad en las tentaciones, en los
sufrimientos, en los maltratos. Siempre sé que me valoras mucho más de lo que
merezco. MS 258
210 –
Mira nuestra miseria, ten piedad
Señor,
mira nuestro mundo:
cuántos no conocen tu luz,
cuántos hombres son abatidos por el mal y la injusticia.
Mira nuestras naciones que se hunden en el caos.
Contemplas
a las personas privadas de amor, sin confianza ni esperanza,
en su miseria encuentran inútil cualquier plegaria.
Mira
cuántos se vuelven locos: casi como animales.
Señor
, vuelve tu mirada hacia nosotros.
Señor, continúa teniendo piedad de nosotros.
MS 150
211 –
Saber colaborar
Señor,
conviérteme en colaborador,
que
no sea un fastidioso, que no sea nunca un obstáculo,
que
no ponga nunca excusas.
Enséñame
a no mostrarme desconfiado,
a
practicar la solidaria ley del amor fraterno.
Ayúdame
a encarar las cosas conciliadoramente sin lastimar
a mi hermano;
frente
a una mala acción, que busque justificar la intención,
y
si quizás no se puede justificar la intención,
que siempre practique la caridad.
DS 324.325
212 –
En el seguimiento de Jesús, al igual que Jesús
Señor
Dios mío, tu Hijo nos dice:
“Como mi Padre me envió, así los envío Yo”
(Jn 20,21).
Aquí
estamos, como Él, convocados para cumplir tu divina voluntad.
Aquí
estamos enviados, y enviados a la cruz, como Jesús.
Esta
cruz la encontramos siempre
en
la vida de cada día, en el trabajo cotidiano.
Enséñanos
a aceptar los sufrimientos que se nos presentan,
y aunque a veces tengamos que descartarlos,
danos
siempre el deseo de participar en las humillaciones,
en
la pobreza, en los sufrimientos, en la misma cruz del Maestro.
Sabemos
entonces que nuestra felicidad será grande,
aunque nuestra situación parezca infortunada,
y
aunque nuestro pecado sea el que nos metió en la tal desgracia.
Tu Palabra nos muestra
que
quien acepta los sufrimientos de su situación,
aunque
haya cometido crímenes, ese tal llega a ser pronto santo:
así
sucede con uno de los bandidos crucificado con Jesús
a
causa de sus crímenes, se deja tocar por la
gracia
y
se somete a Ti , Señor:
reconoce
que Jesús es un hombre justo, hace un llamado a su misericordia,
y
escucha decir: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”
DS 327
213 –
Arrepentirse y corregirse
Señor,
si acaso caigo,
que no me quiebre (Sal
36,24).
Quiero
siempre arrepentirme y corregirme,
haz que aun mis faltas aumenten mi fervor.
Sobretodo
que no busque la paja en el ojo ajeno,
olvidándome del tronco que hay en el mío
(Lc 6, 41 .42).
Líbrame
ponerme del lado de esos fariseos verdugos de Jesús
que lo condenaron a muerte
por razones políticas y religiosas.
DS 302-303
214 –
Amor y sufrimiento
Señor,
nos creaste,
y
tus beneficios sobrepasan nuestros deseos y pensamientos:
no
tienen número ni medida,
no puedes hacernos mal,
no puedes querer mal,
no
puedes sino querer nuestra felicidad.
Empero,
en el Jardín de los Olivos,
cuando Pedro quiere defender a Jesús,
Jesús
le dice:
“El
cáliz del sufrimiento que el Padre me ha dado,
¿no lo voy a beber”.
(Jn 18,11)
Ya
antes, cuando Pedro no estaba de acuerdo con Jesús
que anunciaba su muerte y su resurrección,
Jesús
le había dicho:
“¡Retírate,
ponte detrás de mí, Satanás!
No piensas como Dios, sino como los hombres”
(Mc 8,33)
¡Señor,
ayúdame a creer en tu amor aun cuando sufra!
MS 120
215 –
Aleja de mí el orgullo, enséñame la humildad
Dios
mío, aleja de mí el orgullo:
el
orgullo es el manantial de todo mal,
la
llaga más profunda, la que me impulsa a decir: “creceré”,
cuando,
para curarme, Tú dices : “descenderé”.
Podrías
utilizar tu poder
y hacer brillar tu divinidad.
Ves
la herida de mi corazón, mi deseo de brillar,
mi orgullo que me empuja a decir: “creceré”,
Y dices: “Yo, yo descenderé”.
He
ahí que Tú , Palabra de Dios,
desciendes
por debajo de los ángeles,
en una pobre casa de un pueblito miserable.
Y
durante treinta años,
desciendes siempre, hasta la cruz.
Señor
Jesús, pareces ser lo que no eres,
lo que no puedes ser:
se
te toma por pecador,
culpable de todos los crímenes.
Soportas
todas los agravios, todas las mentiras,
los reproches más duros,
las escupidas,
la vestidura de los locos,
la
cruz.
Señor Jesús, enséñanos la humildad.
MS 143-144
216 –
La voluntad del Padre en la injusticia
Señor
Jesús,
cuando
Pedro toma su espada y se opone a tu arresto, le dices:
“¿No
beberé acaso la copa que mi Padre me ha dado?” (Jn 18,10)
Bien dices: “ la copa que mi Padre me ha dado”,
y
no “la copa preparada por Judas, los escribas y fariseos”.
Y también dices a Pilato: “Tú no tendrías sobre mí
ningún poder ,
si no se te hubiese dado desde lo alto”
(Jn 19,11)
Señor
Jesús, el justo perseguido y condenado a muerte,
enséñanos a descubrir la voluntad del Padre
aun cuando nos haga sufrir injustamente.
MS 182
217 –
En camino a la Pasión
Señor
Jesús, cuando caminas hacia la Pasión,
sabes lo que te espera: una muerte cruel y horrible.
Podrías
rehusarla;
si la evitas,
nadie
tendrá el derecho de reprocharte;
si la aceptas,
nadie estará allí para alabarte.
Pero
avanzas hacia la muerte con valentía,
te presentas a ella sin buscar mostrarte,
y
cuando esta inmensa desgracia va a caer sobre Ti,
estás dispuesto a soportarla,
piensas solamente en tus amigos,
los preparas para lo que va a suceder,
los consuelas Tú mismo por tu pérdida.
Danos
la misma ternura
aun frente a los mayores sufrimientos.
MS 203
218 -
Jesús, te adelantas
Señor
Jesús, siempre te adelantas.
Como
un gigante realizas tu carrera,
y
alegre corres a conquistarla. (Sal
18, 6)
Desde
el Padre, desciendes al seno de María,
del
seno de María, bajas al pesebre,
del pesebre, pasas a Egipto,
desde Egipto vuelves a tu país.
Luego
de haber enseñado, luego de haber realizado cosas extraordinarias,
vas
a la cruz,
luego de la cruz, está la tumba,
y desde la tumba, subes al cielo,
y, desde allá, envías tus beneficios a los hombres
(Ef 4,10-11).
Jamás
te detienes,
siempre te adelantas.
Danos también a nosotros la fuerza de ir siempre adelante.
MS 234
219 –
Nos asemejamos al Corazón de Jesús
Señor
Dios nuestro,
impúlsanos
a desear lo que quieres,
impúlsanos
a asemejarnos al Corazón de Jesús :
En
toda nuestra conducta queremos ser perseverantes, rectos,
modestos,
prudentes, tiernos y firmes.
Que
nuestras conversaciones estén impregnadas de alegría y de seriedad al mismo
tiempo; que no charlemos inútilmente, que no busquemos jamás hacernos valer,
Frente
a nuestras faltas, haz que permanezcamos humildes,
que
reconozcamos nuestros errores y que los suframos sin por eso dejarnos abatir,
que
recurramos a Ti, nos abandonemos en tu misericordia.
En
la práctica de los sacramentos,
danos
pureza de corazón y de intención; danos una fe viva y un verdadero fervor,
sin
búsqueda de una sensibilidad exagerada.
Contigo,
Señor, deseamos vivir en una confianza filial; con amor buscamos lo que te
agrada, esperamos pacientemente tus signos,
queremos
obedecerte enseguida, con generosidad, sin reservas.
Deseamos
ser atentos con nuestros hermanos, y muy afectuosos con ellos:
ayúdanos
a volver nuestra mirada hacia ellos, para salir en su ayuda,
enséñanos
a complacerlos, sin bajeza; que sepamos respetar a los otros, sin buscar
adularlos.
En
cuanto a nosotros mismos, queremos ser auténticos,
muéstranos
en todo tiempo el verdadero renunciamiento,
danos
una paciencia a toda prueba.
Que
sepamos ocuparnos de nuestro cuerpo:
que
lo cuidemos con moderación, que en todo seamos sobrios.
Frente
a nuestra imaginación que permanezcamos tranquilos:
que
menospreciemos sus ilusiones, que evitemos sus excesos.
Que
nuestro espíritu sea lo suficiente sabio
para
desconfiar de sus propias luces, que ignore sus méritos,
que
ponga sus talentos en buscar lo que es santo, te lo suplicamos.
Que
nuestro corazón deseche toda clase de turbación,
que
esté vigilante sobre sus movimientos, que renuncie siempre a cuanto se opone a
tu beneplácito.
Concédenos
una auténtica vida de fe:
que
nuestra conversación, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos,
nuestras
acciones sean semejantes a la conversación, a los pensamientos,
a
los sentimientos, a las acciones de Jesucristo.
¡Nuestro
espíritu esté constantemente sometido a su Espíritu! MS 257
20 –
Voy hacia Ti, Padre mío
Voy
hacia Ti, Padre mío;
no me detengo en los placeres, ni menos aún en las
sensaciones;
ni
en lo natural, ni en lo sobrenatural en lo que pueda tener de sensible.
Señor,
no me detengo en la Transfiguración, en la montaña del Tabor,
ni en los sufrimientos del Calvario.
¡Tu beneplácito es lo que busco y anhelo!
MS 259
221 –
El sufrimiento de los que amas
Señor,
amas a los que llamas,
los más amados son quienes más sufren:
entonces
se asemejan más a Jesucristo, Servidor Sufriente.
Así el sufrimiento traspasó a María como una lanza.
(Lc 2,35)
Señor,
enséñanos a tener valentía y alegría, aun en el sufrimiento,
que aceptemos seguir el mismo camino que el de Cristo.
Nos sostenga el ejemplo de María.
MS 285
222 –
Morir y vivir contigo, Jesús
“Cuando
se siguen los deseos humanos, uno va hacia la muerte;
cuando
se sigue al Espíritu Santo, uno va hacia la vida y hacia la paz”(Rm 8,6).
Jesús
, renunciaste a los deseos humanos,
a pesar que estabas limpio de todo pecado:
y
nosotros, tus discípulos, cuánto debemos luchar para morir al pecado,
y para resistir a nuestros deseos humanos.
Que
el ejemplo de tu muerte sea para nosotros una armadura:
nos
dirigimos a Ti, ayúdanos a vencer los encantos del placer y a soportar el
dolor.
Jesús,
Dios nuestro, sufriste en tu carne inocente,
¿cómo podríamos halagar nuestra carne arruinada por el
pecado?
Gustar
los placeres conduce a la muerte, por eso queremos separarnos del pecado;
sólo contigo queremos vivir, Señor Jesús.
Por
tanto, que el pecado no domine para nada nuestro cuerpo,
al contrario, que nuestro cuerpo sirva como instrumento de
bien,
ya
que lo que éramos antes, contigo fue clavado en la cruz (Rm 6,6):
enamóranos de tu cruz.
Y
para que tengamos ese deseo tan poco natural,
aceptas morir en cruz, siendo como eres Dios;
y
así nos colmas de tu beneficios.
¡Señor Jesús, cuánto te lo agradecemos! MS 285-286
“El Espíritu de verdad vendrá,
y los conducirá a la
verdad total”
223 - ¡Espíritu
Santo!
¡Espíritu
Santo!
Espíritu de verdad, ilumínanos,
enséñanos
toda verdad,
a toda persona,
en toda situación.
Espíritu de santidad, purifícanos,
destruye
el pecado y todo lo que viene del hombre
en
nuestros pensamientos, en nuestros deseos, en nuestras acciones;
vuélvenos
ardientes para con Dios y para con los hermanos.
Espíritu de fuerza, ámanos,
que
seamos auténticos servidores,
que
no tengamos miedo de expresar nuestra fe,
que
tengamos la valentía de vivir siempre
como
discípulos de Cristo.
MS 138
224
– Espíritu
Santo , enséñanos a amar
Espíritu
Santo, esclarece nuestra inteligencia,
fortifica
nuestra voluntad,
dilata
nuestros corazones con una santa alegría,
vuélvenos
todo fácil y agradable.
¡Enséñanos
a amar!
La
pruebas sean para nosotros ocasión de mostrar nuestro amor.
¡Nada
nos detenga!
Que
permanezcamos en tu divino amor,
siempre
y en toda ocasión
DS 148 MS 158-159
225 –
¡Qué bellas son tus obras! Espíritu Santo
Espíritu
Santo, ¡qué bellas son tus obras!
Siempre
eres admirable en tus santos,
por
tu gracia, están colmados de humildad y confianza,
gracias
a Ti, siguen con valentía y alegría
tu voluntad adorable.
Concédenos
ser también humildes y confiados, alegres y valientes.
¡Ojalá
cada día seamos capaces de elegir tu voluntad!
DS 163
226 –
Enséñanos a juzgar bien
Señor,
enséñanos a juzgar rectamente:
que
sepa distinguir el bien del mal, lo que deba hacer y lo que deba evitar;
que
conozca la meta a alcanzar y los límites a no sobrepasar;
dame
una mirada límpida sobre las cosas, que no me sumerja en tinieblas.
En
especial, que no obstaculice tu obrar.
Día
tras día te suplico: “Dios mío, ven en mi ayuda”.
“Socórreme
Señor”.
“Dame
en tu Espíritu gozar la rectitud”.
”Crea
en mí un corazón puro, y renueva en mí, un espíritu recto”
(Sal 50, 12)
“Ilumina mis ojos, para que no me duerma en la muerte”
(Sal 12,4)
Dame
una prudencia adquirida, que la ame y la practique.
Espíritu
Santo, que guste la rectitud. ¡Renueva
la faz de la tierra! DS 243-245
227 –
Espíritu de amor, ayúdanos a conocer a Dios
Espíritu
Santo, eres admirable por cuanto haces en nuestros corazones.
Nos
pide un poco de agua insípida como en Caná. (Jn 2,1,12)
para
saciarnos con tus dones.
Tu
amor es mayor que todos los amores que podamos conocer.
Unidos
a Ti, nos sostienes y nos haces fructificar.
Pones
ante nuestros ojos el pesebre del establo de Belén,
también
nos muestras la Eucaristía, misterio de luz y de amor,
que
encanta nuestros espíritus y nuestros corazones.
Cuanto
Dios se hace más pequeño,
tanto
más nos atrae. y todas estas manifestaciones de amor
tienen
como único fin hacernos responder: “¡Aquí estoy, Señor!”
Espíritu
Santo , ayúdanos a conocer a Dios,
que
nos aferremos a nuestro Creador
por
la fe , la esperanza y la caridad.
Allí
donde estemos, unámonos a Dios,
incluso
si somos castigados por nuestros crímenes,
en
la cruz uno de los bandidos se elevó a tanta piedad y amor que
Jesús le dijo:
“Hoy
estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,39-43) DS 262
MS 300
228 –
Cooperadores del Espíritu Santo
Señor,
cuando quieres obrar, te sirves de los hombres.
Podrías
prescindir de nosotros. pero quieres hacer de nosotros
los
cooperadores necesarios del Espíritu Santo.
Quieres
salvar a los hombres por medio de nosotros,
quieres
que los pongamos, o mejor que los ayudemos
a
ponerse a disposición del Espíritu.
En
Caná, tu Hijo pidió servidores para llenar los recipientes de agua,
era
parte de su trabajo, no se rehusaron, no discutieron, y por tu poder,
el
agua insípida se convirtió en un vino delicioso
(Jn 2,1-12)
¡Ayúdanos
a ser cooperadores del Espíritu Santo!
DS 317-318
229 –
Agradecimiento al Espíritu que obra en nosotros
Señor
Dios nuestro, te agradecemos
por
este inmenso don que nos concedes:
la
ley de caridad y de amor que el Espíritu escribe y graba en nuestros corazones,
así
podemos hacer perfectas todas nuestras acciones.
Como
lo hizo con los Apóstoles, el Espíritu nos transforma:
quita
la ambición, la avaricia, la infidelidad, y todos los defectos;
los
reemplaza por la obediencia, la bondad, la aceptación del sufrimiento,
el
amor por la pobreza, y las virtudes todas.
¡Gracias,
Señor, por la obra de tu Espíritu!
Espíritu
Santo, continúa poniendo en lo profundo
del corazón
esta
ley de caridad y de amor:
con
un corazón tierno y dócil, ante Ti nos presentamos,
aceptamos
tu obra en nosotros con justo reconocimiento,
con
profundo respeto, y con ilimitada generosidad,
Queremos
obedecerte sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin volver atrás,
por
amor antes que otro motivo.
Ayúdanos
a escuchar y comprender,
a
amar y practicar la Palabra de Dios.
MS 267-268
230 –
Cólmanos del Espíritu Santo
Señor,
cólmanos del Espíritu Santo,
otórganos
paciencia para esperar cada uno de sus momentos.
Danos
trabajar por tu Reino, con ese fuego y esa actividad,
que
tu Espíritu Santo, según su costumbre, otorga en la oración silenciosa.
Así
seremos colmados del Espíritu Santo,
y
se lo comunicaremos a los hermanos.
MS 294
231 –
Danos, Señor Jesús, al Espíritu
Santo (1)
Señor
Jesús, danos el Espíritu Santo,
Cuando
nos vuelves justos o más justos,
no
haces sino darnos la gracia o aumentar la gracia;
pero
es al mismo Espíritu a quien nos das,
y
entonces la Trinidad toda, Familia de Dios en tres personas, habita en nosotros.
Así
realizas tu promesa:
“Si
alguien me ama, guardará mi palabra, mi Padre
lo amará,
y
vendremos a Él, y habitaremos en Él”.(Jn 14,23)
¡Señor
Jesús, gracias por esta magnífica unión!
¡Ojalá
apreciemos nuestra dignidad!
¡Gracias
porque nos haces vivir en Dios!
¡Ya
ha comenzado el cielo…!
MS 135-136
232 –
Danos al Espíritu Santo, Señor Jesús, manantial
de agua viva, (2)
Señor
Jesús, danos el Espíritu Santo,
manantial
de agua viva: que nos trae la alegría y la vida.
nos
dices: “Quien beba del agua que
yo le daré, ése jamás tendrá sed,
pero
el agua que yo les daré, se convertirá en él en manantial ,
y
ese manantial por siempre da la vida con Dios”.
(Jn 4,14)
Que
tu Espíritu apague la sed que viene del orgullo y de la envidia,
que
tu Espíritu comience a satisfacer, en esta tierra, lo que nuestro corazón
desea,
y
que , en el cielo, nos libre de todo defecto, nos sacie totalmente.
(Sal 16,15)
Danos
el Espíritu Santo, vuélvenos obedientes a todo lo que nos proponga,
y
entonces podremos ir hacia Dios, subir hasta El.
Señor
Jesús, dices también:
“Quien
cree en mí, ríos de agua correrán de su corazón,
y
esta agua da vida”,
lo
dices a causa del Espíritu que deben recibir los que creen en Ti”
(Jn 7,38-39)
Danos
una fe viva, que tus gracias corran como río caudaloso,
entonces
amaremos verdaderamente,
seremos
testigos auténticos, tu sabiduría divina nos llenará.
Como
Pedro hablaremos con valentía,
como
Pablo seremos generosos en tu servicio,
como
Esteban estaremos colmados de tu sabiduría. MS136
233 –
Danos, Señor Jesús, al Espíritu
Santo y su fuego (3)
Señor
Jesús, danos el fuego de tu Espíritu Santo,
Dijiste:
"Vine para traer fuego sobre la tierra,
y
no deseo otra cosa, sino que arda”. (Lc
12,49).
Tu
deseo se cumplió en Pentecostés, y se cumple todavía
cada
vez que en nosotros haces descender el Espíritu Santo.
El
Espíritu que otorgas es el amor más eficaz, más penetrante;
quema
lo que hay de malo en nosotros, nos vivifica,
nos
quema dentro del corazón, cuando nos hablas en el camino,
cuando
nos explicas las Escrituras. (Lc
24,32)
MS 136
234 –
Danos, Señor Jesús, al Espíritu
Santo, al Espíritu de amor, (4)
Señor
Jesús, danos el Espíritu de amor.
Viniste
a mostrarnos que “Dios es amor” (1Jn
4. 8.16)
Dios
es plenitud de amor, y el amor es la mayor de sus cualidades.
Dios
nos amó con un amor eterno, con un
amor inmenso;
es
por eso que nos diste a tu Hijo, a fin de que nos lleve a tu amor.
¡Queremos
amarte: es nuestro deber! ¡Queremos
unirnos a Jesús!
¡Queremos
obedecerte: así es como llegamos a ser reyes del universo!
¡Queremos
morir por Jesús, porque, entonces, morir
es
resucitar, ¡es vivir!
MS
136-137
235 –
Danos, Señor Jesús, al Espíritu
Santo iluminador (5)
Señor
Jesús, ilumínanos por el Espíritu Santo,
porque es quien nos consagra, nos ilumina.
Danos
ese Espíritu: que nos ilumina, nos
dirige, vela sobre nosotros,
nos
muestra paso a paso lo que es útil para salvarnos.
Que
tu Espíritu nos haga distinguir el mal del bien,
que
nos aleje de los hombres malos,
que
nos conduzca junto a los buenos.
MS 137
236 –
Espíritu santo, obra en nosotros
Espíritu
Santo, obra en nosotros, ayúdanos a ir hacia Dios.
Danos
tus dones para el servicio de los hermanos.
Cólmanos
de bien y podremos ayudar a los hermanos a ir hacia Dios.
Obra
en nosotros: ¡estamos en Ti!
MS 137
237 –
Nos entregamos a Ti, Espíritu Santo
Señor, los hombres se van haciendo malos, pecadores,
jamás
nos podemos apoyar en nosotros mismos.
Cuanto
podamos hacer, cuanto debamos hacer, es contar con el Espíritu Santo:
nos
ponemos a su disposición, nos entregamos a Él,
que
nos conduzca, e iremos hacia Ti.
MS
158
238 –
Maestro interior, instrúyenos
Espíritu
Santo, Maestro interior, estás como escondido en cada creatura,
y
no invitas a elevarnos hacia el Creador.
Nos
instruyes ya en el gorjeo de los pájaros, y el arrullo de las tórtolas.
(Is 38,4)
Nos
instruyes también por las ceremonias de la Iglesia y con el canto litúrgico,
nos
tocas, nos esperas, nos transformas, y así nos salvas,
como
sucedió a San Agustín en la Catedral de Milán.
Haz
que lejos de “impedir la música” (Si 32,3)
no
cerremos el oído a una voz tan dulce;
instrúyenos,
vuélvenos totalmente dóciles,
como
el águila envalentona a sus crías (Dt32,11).
MS 250-251
DS152-153
239 –
En hombres espirituales, Espíritu Santo, conviértenos.
Espíritu
Santo, conviértenos en hombres espirituales,
ilumínanos,
gobiérnanos.
Abre
nuestro corazón y enciéndelo en sed por la misericordia de Dios,
entonces
nos inundarás de un torrente de dones
y
al mismo tiempo por la fe lo dilatarás.
MS 263
240 –
Enséñanos a amar, Espíritu Santo
Espíritu
Santo, enséñanos a amar:
entonces
comprenderemos cuál es la voluntad de Dios,
y
podremos ponerla en práctica.
Pedro
y los otros Apóstoles nada comprendieron (Lc
18,24):
y
es porque no amaban perfectamente, tenían miedo de interrogar a Jesús,
y
guardaban reservas y secretos en sus corazones.
Pero
cuando el Salvador los abandonó, entonces se pusieron a amar:
eras
Tú, Espíritu Santo, quien les enseñaste a amar,
¡ Que todos sean uno !
¡ que todos sean uno en nosotros !
Jn 17,21
241 – Unidos a Dios
Jesús,
nos has dado el ejemplo.
Te
hiciste muy pequeño:
Eres
el Hijo de Dios que te conviertes en un ser humano,
te
haces nuestro modelo.
Nos
quieres unidos a Dios:
lo
exiges, lo haces ley.
¿
Y nosotros qué hacemos?
Ponemos
poca energía en obedecerte:
¡no
lo deseamos verdaderamente!
¡De
ahora en más, ayúdanos a amar!
MS 150
242 – Como Jesús,
como María
Padre
eterno, desde el primer instante, tu Hijo te dice: “¡ Aquí estoy!”,
ya
su madre había respondido:
“¡Aquí
estoy , soy la servidora del Señor!”.
Danos
una idéntica humildad, una idéntica caridad,
una
idéntica obediencia sin límites.
Danos
una idéntica felicidad, en un idéntico anonadamiento.
Tú
que nos llamas a vivir unidos a Ti,
como
María, con Jesús.
MS 166
243 – Desciendes hasta nosotros
¡Señor
Dios, estás lleno de riqueza, de poder y de amor!
Eres
quien nos salva:
es
de Ti que nacen en el corazón de
los fieles,
la
luz, la vida y todos los bienes.
Esperamos
todo de Ti, nosotros que no tenemos valor alguno;
no deseamos tanto ser hombres de oración, como la
oración misma;
nos lanzamos como gigantes en el camino de tu beneplácito;
estamos seguros de tu ayuda, pues no nos alcanzan los
medios humanos.
Tú
te inclinas hacia el hombre tan débil, desciendes hasta él;
lo
vemos en el misterio de Navidad:
como una madre se hace pequeñita frente a su bebé,
así
Tú, oh Dios, aceptas empequeñecerte hasta nuestro nivel.
Tu
Hijo Jesús, Dios contigo, se hace carne;
y
se convierte en un ser humano,
para
que el hombre pueda unirse a ti, ¡oh Dios!
Hoy
todavía nos da tu vida, por signos sensibles,
por
los sacramentos.
Nos
penetra de su vida y nos une totalmente a Ti.
¡Queremos
ir hacia Ti,
nos
ponemos bajo la conducción del Espíritu Santo!
DS 220-222
244 - Gracias por tu Madre
Gracias,
Jesús, por tu Madre.
Generosamente nos has dado a tu Padre, y también nos
das a tu Madre.
Quieres
que aquella que te hizo niño según la carne,
sea
también la que nos engendre según el Espíritu.
A
un mismo tiempo es madre tuya y nuestra:
así,
Tú y nosotros, estamos unidos por un lazo fraternal.
¡Oh
Jesús, tu Padre es nuestro Padre. Tu Madre es nuestra Madre!
¡Bendito
seas!
MS 210
245 – Tus hijos somos
Señor,
somos tus hijos de cólera;
y, por tu Hijo que nos das, nos hemos vuelto tus hijos.
Muy
desgraciados esclavos éramos,
y, por la gracia de tu Hijo, nos haces reyes,
sacerdotes, y profetas.
Éramos
terrenales hasta en nuestro espíritu,
nos
conviertes en seres divinos hasta en nuestra carne.
MS 226
246
– Ayúdanos a amar el anonadamiento
Dios
mío, por lazo de amor,
anhelo
estar unido a Ti,
Tus
mandamientos están sí para quitar obstáculos;
pero
es por amor que anhelo estar unido a Ti.
Tu
Apóstol nos dice: “Sean perfectos” (2Cor.
13,11)
Anhelo
evitar cualquier pecado, incluso el mínimo.
Ayúdame,
pues, a aceptar, a amar el anonadamiento,
por
el solo amor de Jesús:
Quien
por mí se hizo pobre, y aceptó las humillaciones.
¡Ojalá
siga el mismo camino!
Envíame
en busca de la oveja perdida,
a
pesar de todas las dificultades,
a
pesar de todos los peligros.
DS 257-259 (MS193)
247 – Seguir a Jesús en nuestra vida
Señor,
danos humildad en seguimiento de Jesús.
Enséñanos
a perdonar les injurias, a volver bien por mal,
y, si es necesario, dar la vida por nuestros hermanos
Conviértenos
en hombres de oración;
sin cesar te digamos: “¡Dios, ven en nuestra
ayuda!”
Que
en todo momento trabajemos en lo que esperas de nosotros;
entonces
guardaremos nuestro lugar.
¡Únenos
a tu Hijo!
DS 259-260
248- Acciones ordinarias bien hechas
Señor,
enséñanos a hacer bien las acciones ordinarias,
a cumplir bien lo que se espera de mí, incluso las
cosas más pequeñas;
es
lo que esperas de mí y así me unes a Ti.
Otórgame
la fuerza de obedecer de inmediato,
alegremente
como hijo,
únicamente
porque eres bondadoso.
DS 263-264
249 – Oración por la congregación
de
San Miguel Garicoits:
Dios
mío, no mires mis pecados,
sino la Congregación que concibió y formó tu Sagrado
Corazón.
Dígnate
concederle tu paz.
Esa
única paz que según tu voluntad, pueda pacificarla
y unir
estrechamente a todos los que la componen,
entre
sí, con sus superiores y con tu divino Corazón,
para
que sean uno, como Tú eres uno, con tu Padre y el Espíritu Santo. Amén
DS 273
250 – Unidos a Ti Señor, nos consagramos a Ti
Queremos
vivir unidos a Ti,
y nos esforzamos por unir contigo a nuestros hermanos:
que su caminar hacia Ti nos ayude a avanzar.
Únenos
al Corazón de Jesús diciéndote: ¡Padre, aquí estoy!.
Con Él queremos que los hombres sean salvados.
Concédenos
imitar la vida de Nuestro Señor Jesucristo:
que vivamos en la humildad y en la caridad mutua,
que imitemos la
obediencia del Salvador contigo
y su entrega por la salvación de los hombres.
Con
caridad, humildad, ternura, obediencia y entrega plena
como
el Corazón de Jesús, decimos: ¡Aquí estoy!
DS 275-276
251 – Estamos unidos a Ti
Señor
Jesús,
¿cuándo estaremos unidos a nuestra Cabeza?
En
primer lugar te debemos seguir
allí donde nos has precedido.
Allí
donde estás, cabeza nuestra,
allí estaremos nosotros, tus miembros.
Que
esta esperanza nos sostenga
aún cuando lloremos por el sufrimiento,
que no nos descorazonemos:
somos
tus miembros, oh Cristo,
con
certeza un día estaremos unidos a Ti,
nuestra
adorable Cabeza.
MS 260
252 – Respondamos a sus invitaciones
“Si
alguien quiere seguirme...” (Mt 16,24)
“Si
alguien tiene sed...” (Jn 7,37)
Tan sólo invitas, no obligas a nadie a seguirte:
“Si
alguien quiere, si alguien tiene sed,
que
venga y que beba”
Danos
un alma generosa.
Ayúdanos
a responder a tu invitación;
que corramos hacia
Dios no bien conocemos su deseo;
y que nada nos detenga en nuestro ímpetu.
Conságranos
por entero, el amor nos una;
multiplica y fortalece todos los lazos que nos atraen
hacia Ti. DS
278
253 – Danos paz y alegría
Oh
Dios, concédenos la gracia
de alejar los razonamientos que inquietan.
Concédenos
la gracia
de mostrarte nuestras verdaderas necesidades.
Concédenos
la gracia de hacernos pensar en Ti,
pues eres nuestro Padre y tienes los ojos fijos en
nosotros.
Concédenos
la gracia de correr hacia Ti,
sólo en Ti encontramos la calma y la paz.
¡Contigo
gozamos alegría y paz!
DS 289
256 – Donde estemos, todo sea caridad
Señor,
ayúdanos a ser lo que somos,
cada uno en su condición,
cada uno en su puesto,
y sólo allí, únicamente allí donde estemos,
que vivamos la inmensidad de la caridad.
DS 293
255 – Nuestra vida unida a la tuya
Dios
Señor nuestro,
eres absolutamente perfecto, poderoso y amable.
Abres
tu corazón y nos colmas de beneficios.
Cual ciegos, nos zambullimos en tu corazón.
Dios
Señor nuestro, estás dentro de nosotros,
obras en nuestro corazón y realizas el bien en
nosotros,
y lo haces con muestra participación.
¡
Ay, cuántas veces combatimos tu obrar en nosotros!
Concédenos
secundarte siempre,
que no dejemos al mal oponerse a tus dones.
Dios
Señor nuestro, obras en nosotros por medios exteriores:
por los mandamientos, por los que nos dirigen, por los
demás.
Concédenos
que tomemos estos medios como
sacramentos:
a través de ellos, es a Ti a quien vemos,
es a Ti a quien escuchamos, es a Ti a quien buscamos.
¡Señor,
funde nuestra vida con la tuya!
DS 293-294 MS 251-252
256 – En las tareas cotidianas nos unimos a Ti
Dios
Padre nuestro, en tu sabiduría y
en tu bondad,
eres quien
nos llamas en el lugar donde estamos,
y nuestros trabajos deben volverse sagrados.
En
Ti encontramos la fuente inagotable de fortaleza y firmeza,
todo
lo podemos en Ti.
Aquí
estamos, nos presentamos ante ti, ocultos y anonadados.
Jesús,
tu Hijo se hizo pequeñito delante de Ti:
conoció incluso la noche más profunda,
tan injustamente maltratado, hasta parecer como cautivo
de Satanás.
Se
contentó con decir: “Mi gloria nada es” (Jn 8,54),
su sola gloria le alcanza: no murmura, no se queja,
ni de los judíos, ni de los otros,
obedece con grandeza de corazón y voluntad decidida.
Danos
el coraje de contemplarlo y también imitarlo
para
así estar unido a Ti en nuestro trabajo cotidiano.
DS
294-295 MS 252 y144
252 – Trabajar por Ti
Señor,
cualquiera sea nuestro trabajo,
siempre es hermoso, grande y noble,
si se realiza en tu servicio.
Los
demás pueden pensar de otro modo,
pero el valor de las acciones no depende sino de Ti.
Nos
has hecho miembros de un cuerpo del cual Jesús es el guía,
nuestras acciones se transforman en grandes
a causa de la
dignidad de nuestro guía.
Sintámonos
satisfechos y felices de servir a Jesucristo
con
humildad y simplicidad.
Aprendamos
a amarnos mutuamente
como hijos de una misma familia,
que cada uno comience por volver feliz al otro. (Rom
12,5)
Y
cuando hayamos cumplido con nuestros deberes,
podremos decir desde el fondo de nuestro corazón:
¡”Somos
servidores inútiles”! (Lc 17,10)
DS 298-299
258 – Trabajar en unión con Jesucristo
Señor,
en primavera la naturaleza se renueva:
las flores brindan aroma y color, luego vienen los
frutos.
Nosotros
que trabajamos con tu Hijo Jesús,
que hagamos florecer el corazón de nuestros hermanos
para que fructifiquen abundantemente.
Alabar,
honrar, servir al Señor: allí está la meta de la creación.
Muéstranos
que es fácil servirte en Jesucristo y por Jesucristo.
Enséñanos
a realizar lo que quieres,
a realizarlo como quieres,
que sepamos mostrar este camino a nuestros hermanos.
Muchos
son los que se pierden,
aunque tu mayor deseo es salvarlos a todos:
¡cuánto ha sufrido tu Hijo por llevarlo a cabo!
Pocos
son los que aprovechan de tu amor
¿trabajan
realmente los cristianos en unión con Jesucristo?
¡Ojalá
seamos colaboradores eficientes!
DS 319-320
259 – Trabajar juntos
Señor
Dios nuestro,
nos permites influir los unos sobre los otros,
trabajar juntos, ayudarnos para alcanzar nuestro fin.
La
vida de toda sociedad no es posible
sino cuando cada persona acepta la mutua ayuda
y colabora con los otros para el bien común.
Tu
gracia nos impulse a trabajar juntos para construir tu Reino,
para que descienda sobre la tierra la alegría del
cielo;
se haga realidad la palabra del salmista:
“¡Qué
hermoso es para los hermanos vivir juntos!
(Sal.
132,1) DS 320-321
260 – Realizar la verdad en el amor de caridad
¡Aquí
estoy, Señor!
Soy
un instrumento en tus manos: te dignas tener necesidad de mí,
que sea fiel en seguir el movimiento de tu mano, sin
adelantarme
sólo confío en tu mano, y mi confianza no tiene límites.
Vuélveme
digno de tu elección,
en todo y siempre sea yo humilde, tierno y paciente,
capaz de soportar los caracteres más difíciles.
Que
trabaje con esmero
por guardar la unidad en el Espíritu, con el vínculo
de la paz.
Que
busque la verdad amando siempre a los otros.
Que,
con mis hermanos, nos fusionemos en Jesucristo:
es quien une y acrecienta todo el cuerpo,
según la actividad de cada miembro.
Que
conserve nuestra familia, nuestra comunidad, en el amor (Ef 4)
¡Realicemos
siempre la verdad en el amor de caridad!
DS 234
261 – Volvernos perfectos
“Sean
perfectos como su Padre celestial es perfecto”
(Mt 5,48):
es lo que nos pide Jesús.
Dios
Padre nuestro, queremos volvernos perfectos
y trabajamos en la perfección de nuestros hermanos.
Que
para nuestro crecimiento espiritual nos sirvan
los medios que ponemos a disposición de nuestros
hermanos.
Vuélvenos
obedientes: somos instrumentos en tu mano,
eres quien nos haces obrar, consérvanos unidos a Ti.
Haz
de nosotros hombres capaces, desprendidos, dóciles,
para trabajar en la salvación de nuestros hermanos.
Que
obremos con energía y sin cálculos,
siempre allí donde nos esperas, por el tiempo que
deseas.
Y
cuando una misión esté cumplida,
que
vayamos en paz y felices al nuevo trabajo.
DS 329-330
262 – Renunciamiento total
Señor,
queremos volvernos santos,
y trabajar para que nuestros hermanos se vuelvan
santos.
Buscamos
asemejarnos a Cristo por nuestra unión contigo
y por nuestra entrega, en la salvación de nuestros
hermanos.
Enséñanos,
con el ejemplo de tu Hijo,
el renunciamiento más perfecto, el más permanente, el
más total.
Allí
donde estemos, con tu ayuda,
queremos renunciar a nosotros mismos y a todo.
Únenos
estrechamente a tu Espíritu,
nuestro corazón sea uno con el Corazón de Jesús
de
un modo tan estrecho y tan cordial,
que
gustemos y busquemos la humillación.
MS 288 – 289
264 – El Espíritu nos hace vivir
Señor
Jesús, fusiónanos contigo.
Eres
nuestra cabeza,
no deseamos más vivir según la carne
no deseamos más ser esclavos de nuestro egoísmo,
queremos
vivir según el Espíritu.
Deseamos
vivir según el Espíritu hasta en nuestra carne,
y por tanto, abandonamos nuestra carne, nuestro egoísmo,
dominamos hasta nuestro espíritu.
“Si
ustedes viven según los deseos de la carne,
morirán”
nos dice San Pablo (Rom 8, 13)
en esta tierra no tendremos más vida contigo,
después seremos condenados por la eternidad.
“Al
contrario, si con la ayuda del Espíritu Santo,
si ustedes hacen desaparecer sus actitudes egoístas,
ustedes
vivirán”. (Rom 8, 13),
Por
estas palabras el apóstol nos aparta de los placeres terrestres.
Nada
es tan glorioso para tu Padre Dios
como vencer la carne, el mundo y el demonio,
nada más provechoso para nosotros:
el
Espíritu hace de nosotros hijos de Dios. (Rom
8, 11)
MS 286
264 – Escuchamos en lo profundo del corazón
Señor,
aquí estamos frente a Ti,
dispuestos a escucharte en lo profundo de nuestro corazón.
Tu
Hijo nos dice: ”El Reino de Dios está dentro de ustedes” (Luc,
17, 21)
Nos
abandonamos a esta fermentación incesante
que
pones en lo profundo del corazón.
Aun
cuando avanzamos en la noche,
sabemos que la luz brillará en nuestro corazón,
el sol de tus beneficios terminará por brillar en
nosotros.
Ojalá
respondamos a tu llamado. Obra en el corazón.
¡Así
realizaremos la verdad en el amor de caridad!
MS 295
265 - ¡Qué magnifico eres con nosotros!
Nuestra
alma te busca sólo a Ti.
A
quienes te son fieles y te buscan,
les concedes ya los primeros frutos del cielo, los
saborean de antemano.
Te
agradecemos porque desde ya nos unes contigo,
esperando la unión total en tu Reino, donde serás
todo en todos. MS
298-299
266 – Vivir juntos
“¡Qué
bueno, qué dulce para los hermanos, vivir juntos y ser uno!”
(Sal 132,1)
Señor,
que gustemos la utilidad y la dulzura de la caridad perfecta.
Permítenos
vivir en paz, hermanados, siendo una solo corazón,
que
cada uno se regocije del bien del otro más que del suyo propio.
Que
tu Espíritu una nuestros corazones más allá de los cuerpos.
Bendice
a quienes buscan vivir en concordia y en paz.
MS 355
267 – Hambre de Ti
Señor
Jesús tengo hambre de Ti.
Es
verdad que soy un pecador miserable,
¡por
eso mismo te necesito!
Eres
el Dios fuerte, sin Ti mi alma se pierde. Tiene sed.
Eres
el Dios vivo, sin Ti, yo muero.
Cuando
estoy alejado de Ti, Dios mío,
cuando mi corazón me dice: “¿Dónde está tu
Dios?”
lloro toda la
noche, todo el día, sin parar.
Cuando
se me dice: “¡He aquí el cuerpo de Cristo!”
recibo esta palabra como un hambriento
al que llaman a un banquete suculento.
MS 22
268 – Concédenos participar de tu santidad
Señor,
Tú eres puro,
amas lo que es santo, puro, virtuoso y armonioso;
rechazas todo lo que es malo, manchado, desordenado.
Tú
piensas, obras, actúas, sin debilidad, sin desorden.
Perdemos
nuestra santidad, nuestra pureza,
entregándonos al pecado,
Sin
embargo, somos tu imagen,
estamos unidos a Ti , por lazos de familia,
unido a tu Hijo como los miembros a la cabeza.
Concédenos
participar en tu santidad,
Tú,
el Dios tres veces sasnto.
MS 110-111
269 – Unidad de la Trinidad
Padre,
Hijo y Espíritu Santo, ¡qué comunidad forman!
Padre,
eres un Padre digno y perfecto.
¡Hijo,
eres digno y perfecto,
verdadero
Dios nacido del verdadero Dios,
¡imagen
perfecta de Dios!
Espíritu
Santo, lazo de unión del Padre y del Hijo.
Las
tres personas, una verdadera comunidad:
actúan
en una sola naturaleza,
un
solo pensamiento,
una
sola voluntad,
un
solo obrar.
Concédenos, Señor Jesús, según tu voluntad, vivir
una unidad así. MS 129-130
270 – Que sean uno como nosotros, en nosotros
Señor
Jesús, en la víspera de tu muerte,
ruegas al Padre con estas palabras de fuego:
“Que
sean uno como nosotros...
Que
sean uno en nosotros...” (Jn
17,11.21)
¿Cómo
nosotros, imágenes tan imperfectas,
lograremos parecernos a un modelo tal?
Tú
y el Padre eres la fuente y el principio de esta unidad:
en Ti y por Ti nos sentimos unidos.
Concédenos
vivir de esta manera,
unidos siempre
por el corazón, , que nada nos separe.
Que
estemos en el Padre y en Ti, ¡es lo perfecto! ¡es lo deseable!
Es lo que gozaremos en el
cielo,
hay que comenzarlo aquí abajo viviéndolo en sincera
espera,
Malditos
los que siembren la turbación y la división.
¡Regálanos
la paz y la unidad, que moren en nosotros!
MS 130
271 – Aléjanos de todo egoísmo
Señor
Dios nuestro, aléjanos de todo egoísmo,
impídenos de hacer de nosotros mismos, la meta de
nosotros mismos,
la meta de las mejores cosas: que el ‘yo’ no
cuente.
Que el hombre nunca ocupe el lugar de Dios.
En lugar de quedarnos en un plano material o
simplemente humano,
busquemos
divinizarnos,
vivir
contigo Dios nuestro.
Permítenos
volvernos los unos para los otros
imágenes de Nuestro Señor Jesucristo:
que
todo lo refiramos a Ti, Dios Padre nuestro
MS 145
272 – Contigo, oh Cristo
Jesús,
te llamamos ‘Cristo’: eres el consagrado del Señor.
“El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha
consagrado” (Luc 4, 18)
Así
vienes a ser sacerdote y profeta.
Pero
en tu seguimiento y en unión contigo, en el bautismo,
nos volvemos también reyes, sacerdotes y profetas.
Reyes:
que no seamos esclavos de nuestras pasiones,
ni de criatura alguna, ni de hombres,
al contrario, que busquemos lo mejor, lo de lo alto.
Sacerdotes:
que busquemos lo más santo: la vida de Dios.
Profetas:
que busquemos el Reino por venir,
haznos
vivir ya la eternidad contigo.
MS 201-202
273 – Creación del hombre
Para
crear la luz, el cielo y el mar, el sol, la luna y las estrellas,
los peces del mar y las aves del cielo,
los animales todos de la tierra, pequeños y grandes,
Señor
Dios, has dado órdenes:
¡que exista la luz y el cielo!
¡que se junten las aguas y aparezca la tierra!
¡que las aguas se llenen de peces!
¡que la tierra produzca animales!
Cada
vez es una orden la que das.
Pero
para los seres humanos,
no utilizas una palabra de poder;
es como si dieras un consejo:”
¡Hagamos
al hombre a nuestra imagen!
Nos
has querido diferentes a las criaturas visibles.
Has
querido que podamos pensar,
has querido que podamos entender, entendernos, y así
entenderte a Ti.
Has
querido que conociéramos la felicidad como Tú,
en
vez de seguir nuestros instintos como
animales.
Y
del cuerpo del hombre, sacas la mujer:
nos muestras
así la unidad existente entre los dos;
allí
también vemos lo que une a Cristo con la Iglesia:
del costado de Cristo, nuevo Adán, haces nacer la
Iglesia;
y
Él, el Cristo, deja todo por unirse a la Iglesia,
cuando toma un cuerpo y se vuelve un ser humano,
y también cuando entrega su cuerpo en la Eucaristía.
Por
causa de la Iglesia, su esposa,
Cristo se aleja de Ti, su Padre del cielo;
deja
también su familia, según la carne y las costumbre de los suyos,
se une a nosotros que tenemos otras hábitos.
Señor
Dios nuestro,
incluso nuestro cuerpo vive de tu propia vida.
MS216-217
274 – No estar separados de Ti
Queremos
vivir contigo.
Queremos
parecernos a Ti: ser incambiables y sólidos como Tú.
Vuélvenos
inconmovibles.
Hemos
elegido seguirte, nuestra elección es definitiva:
queremos
seguirte siempre hasta la muerte.
Aunque
el mundo cambie, queremos permanecer contigo.
Nada,
nada nos separe de nuestro Dios: ni el éxito ni el fracaso.
Nos
acercamos a Ti y a tu bondad.
MS 243
275 – Actúa. Señor, en nosotros
Señor,
por Ti existimos; sí, somos tus hijos. (Hech. 17,28)
Nos
has creado.
A todas los seres les das el movimiento y la vida.
Gracias a Ti existimos y nos desplazamos.
Consérvanos
la vida:
cuando realicemos algo, actúa siempre en nosotros,
que no cometamos jamás la locura de actuar fuera de
Ti.
MS 251
276 – Un solo espíritu contigo
“Quien
se une al Señor, en su corazón, se vuelve uno con Él” (I Cor 5,17).
Quien
ama a alguien siempre quiere parecérsele:
ser un solo espíritu contigo, Dios nuestro,
es lo que buscan los perfectos;
ayuda
a los principiantes a querer esa misma unión contigo,
por
el espíritu, por voluntad y conducta personal.
te
llevamos en nosotros mismos,
te
acogemos en nuestra memoria,
te
conocemos gracias a la inteligencia iluminada por la fe,
tu
gloria se refleja en nosotros como en un espejo,
Tú,
que eres Espíritu, nos transformas, nos haces parecidos a Ti,
con
una gloria cada día más grande. (
II Cor 2, 17)
Todo
te pertenece:
nuestros
sentimientos, deseos, pensamientos y acciones: ¡todo!
Estamos
admirados y alegres; ¡te damos gracias!
Queremos
verte, poseerte, honrarte y obedecerte:
queremos
también que todos te conozcan, te amen y sirvan.
Por
todo ello nos esforzamos en buscar tu gloria
y
la salvación de todos los hermanos.
Confiamos
en tu bondad,
sabemos
que , siempre cuidas de nosotros,
te
respetamos filialmente
En
nuestra conducta:
queremos
obrar según tus deseos, en las buenas y en las malas;
buscamos
la perfección;
no
se trata de comprender o de querer,
es
necesario obrar según tu voluntad.
MS 256
277 –
Con Jesús, ir hacia el Padre
Contigo,
Jesucristo, queremos ir desde este mundo al Padre,
al
Padre que quieres sea nuestro Padre;
no
nos detenemos en lo que sentimos,
ni
en lo que comprendemos;
no
nos detenemos en ninguna criatura, ni siquiera en Dios.
Nos
olvidamos de lo que queda detrás nuestro
y
nos lanzamos hacia delante /Fil. 3,13);
bastón
en mano, ceñida la cintura, calzados, listos para partir,
terminando
pronto de comer la pascua (Ex 12,11), nada nos detiene.
Señor
Jesús, recibe a tus viajeros.
Estamos
listos, no nos detenemos en nada,
deseamos
solamente pasar de este mundo al Padre. MS 259
278 –
Concédenos una fe profunda
Concédenos,
Señor, esa fe profunda
que
nos permita superarnos,
por
ella, permítenos ver sin turbarnos por las cosas que pasan,
ayúdanos
a menospreciar todo lo que el mundo mentiroso nos presenta,
por
ella, danos coraje y fuerza
para
sobrellevar las pruebas y los males de esta vida,
por
ella, permítenos tener nuestra mirada fija en el Reino del cielo,
donde
nos llamas desde siempre y para siempre.
por
ella, cólmanos de dicha, aún en circunstancias penosas.
MS 266
278 –
Conversando contigo, Señor,
Que
nuestro espíritu y corazón se eleven hacia Ti, Señor.
¡Deseamos
conversar contigo, Señor!
Abandonamos
los cuidados de la tierra,
para
intimar contigo, corazón a corazón.
No
son labios los que te hablan, Señor, sino el corazón.
Las
palabras que brotan de nuestros labios
sólo
expresan los sentimientos que nos embargan.
MS 292-293
NOTA
DEL TRADUCTOR:
LA
PRESENTE EDICIÓN,
§
TERMINADA EN LOS PRIMEROS DÍAS DE MAYO DEL 2010,
§
TOTALMENTE REVISADA Y
CORREGIDA, CERCANA LA FIESTA DE SAN MIGUEL GARICOITS
§ SE VUELVE A OFRECER A LOS RELIGIOSOS
§ PARA CRECER EN EL CONOCIMIENTO Y AMOR AL FUNDADOR Y SU CARISMA
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