Hacía apenas dos años que el P. Garicoïts se hallaba en
Cambó cuando Monseñor d'Astros, gran conocedor de hombres, le
asignó la cátedra de filosofía en el seminario mayor entonces
existente en Betharram (1825).
El origen de la devoción hacia Nuestra Señora de Betharram
abarca dos hechos que se produjeron en la orilla del Gave.
Unos pastorcitos apacentaban sus rebaños en aquellos lugares,
cuando, entre las rocas que se yerguen junto al torrente, vieron
llamas misteriosas que salían de entre zarzas sin llegar a
consumirlas. Los niños, pasado el primer momento de estupor, se
acercaron a las rocas. ¡Cuál no fue su sorpresa al divisar una
pequeña imagen de la Virgen con el Divino Niño en sus brazos!
La imagen fue sucesivamente llevada a dos sitios que parecían
más adecuados para recibirla. Pero no quedó en ninguno de ellos
y volvió cada vez a ser encontrada entre las rocas. Esta
circunstancia fue interpretada como una señal de la voluntad
divina. Allí mismo los fieles edificaron una capilla.
El segundo hecho es como sigue:
Una joven recogía flores en la orilla del torrente cuando, de
repente, cayó al agua. Sintiéndose arrastrada por la corriente,
pidió auxilio a María. Al instante, encontró al alcance de su
mano un ramo salvador del cual se asió y pudo llegar a la
orilla.
Para demostrar su gratitud a María, colocó al pie de su imagen
un hermoso ramo de oro y como en el dialecto bearnés 'Beth
arram' significa hermoso ramo, la devoción popular veneró a
María Santísima bajo la advocación de Nuestra Señora de
Betharram o sea del Ramo Hermoso.
Junto a la capilla existía un vetusto monasterio, morada otrora
de capellanes y misioneros dispersados por la Revolución
Francesa y habilitado en modesto seminario desde 1812.
Por vez primera, el P. Garicoïts iba a pisar esa tierra bendita
destinada a ser el teatro de su virtuosa vida y la cuna de la
Congregación que había de fundar.
Hay misteriosas armonías entre un hombre y determinado lugar.
Betharram y Garicoïts estaban mútuamente predestinados y
permanecerán unidos hasta el fin de los siglos.
Habiendo fallecido D. Próspero Lasalle en 1831, el P.
Garicoïts fue nombrado, a la edad de 34 años, superior del
seminario mayor, honroso y delicado cargo que ocupó durante tres
años, hasta el traslado definitivo de los seminaristas a un
nuevo local, en la ciudad episcopal.
En cuanto a Betharram, fue destinado a servir de residencia a
unos cuantos misioneros a cuyo frente el P. Garicoïts iba a
permanecer, como decía él, en calidad de "superior de
cuatro paredes" y de capellán del venerado santuario de
Nuestra Señora de Betharram.
Hay hombres providenciales. El P. Garicoïts los fue para
Betharram, llamado allí por la Providencia para restaurar el
culto a la Virgen en el santuario secular, que fuera otrora uno
de los más concurridos de Francia, para reedificar el Calvario y
restablecer la antigua Sociedad de Misioneros barridos por la
Revolución.
Notaremos, de paso, que durante los ocho años de su laborioso
profesorado en Betharram, el P. Garicoïts logró adquirir
vastísimos conocimientos en todas las ramas del saber humano,
descollando sin embargo en la filosofía y teología, las dos
reinas de las ciencias.
El P. Garicoïts exclamaba a menudo: "¡Oh si pudiera
reunir un núcleo de sacerdotes con el mismo programa del divino
Corazón de Jesús, el Sacerdote eterno y servidor del Padre
celestial!... es decir, con abnegación total, obediencia
absoluta, perfecta sencillez y mansedumbre inalterable. ¡Cuánta
gloria daría al Señor!"
As es cómo, entristecido por el espíritu de independencia y de
insubordinación desparramado por el mundo, hasta entre el clero,
ideó la fundación de una sociedad de sacerdotes cuya divisa
fuera el cumplimiento exacto de la Voluntad de Dios y la más
perfecta obediencia a la autoridad.
Maduró su idea en la meditación y luego, a fin de cerciorarse a
fondo de la divina voluntad acerca de esa obra, se trasladó a la
ciudad de Tolosa (1832) para hacer un retiro espiritual de 30
días bajo la dirección de P. Leblanc, de la Compañía de
Jesús:
"Seguid vuestra inspiración, le dijo el prudente jesuita;
seréis el padre de una familia religiosa émula de la
nuestra."
Plenamente confirmado en todos sus proyectos, el P. Garicoïts se
dispuso a realizarlos sin apresuramientos ni temores, cual
humilde instrumento de Dios.
A su regreso a Betharram, fue a postrarse ante el altar de
Nuestra Señora y recibió, según so propia confesión, intensa
luz del cielo y poderosa gracia para llevar a cabo la proyectada
fundación.
A partir de ese día, puede considerarse como existente la
Congregación de Betharram.
Es siempre interesante conocer devociones predilectas de los
santos para guiarnos en nuestra propia vida espiritual.
En cuanto al culto de María ¡con qué ternura lo infunde y lo
practica! Hermosea la capilla de Betharram, predica las grandezas
de la Virgen y de su inmaculado Corazón; propaga el santo
rosario y suele llevarlo al cuello para rezar "ave
marías" en las idas y venidas; implanta su recitación
diaria en la Comunidad; manda cantar la misa en las fiestas
marianas, y da un relieve especial, en Septiembre, a la fiesta
tan popular de los siete dolores de Ntra. Sra. del calvario.
Enseña y defiende la Inmaculada Concepción de María mucho
antes de su definición por la Iglesia; se regocija de las
apariciones de Lourdes en 1858; examina a Bernardette y proclama
su favorable parecer; anuncia que las muchedumbres acudirán a
nuevo santuario, el cual muy lejos de perjudicar a Betharram, le
comunicará renovado esplendor.
En su piedad hacia la Virgen, el P. Garicoïts acarició la
esperanza de recuperar la primitiva imagen de Ntra. Sra., de
Betharram transportada en España en los días aciagos de las
Guerras de Religión (Siglo XVI). Pero habiendo fracasado la
encuesta, se propuso aprovechar la presencia del gran escultor
Renoir, contratado para la restauración del Calvario de
Betharram, a fin de substituir por una impresionante estatua de
mármol blanco la diminuta efigie que se veneraba entonces en el
altar mayor del santuario.
Desde 1845, esa obra maestra de escultura atrae las miradas de
los peregrinos a Betharram y recibe los homenajes de los fieles,
premiando María con divinas gracias su filial devoción.