Viaje de ultramar De los misioneros de Betharram
Diario de viaje del P. Didace Barbé, superior del primer grupo de misioneros
Betharramitas que partió a Buenos Aires en agosto de 1856.
Foto de la epóca de un barco semejante al L´Etincelle
1- En
el mes de Septiembre, a bordo del barco “L´Etincelle” rumbo a Montevideo
Llegó por fin el momento largo tiempo
esperado. No es más un sueño; es una realidad. Mal que le pese a mucha gente
que sonreía al pensar en nuestro proyecto, y remitía su ejecución a las
calendas griegas, estamos hoy, 31 de agosto de 1856, a bordo del buque L´Etincelle,
no para visitarlo como turistas, y admirar su elegancia, su limpieza, su
solidez, ni para medir sus cabinas, sino para permanecer en él todo el tiempo
que le plazca a la divina Providencia para vivir de su vida, material se
entiende, para compartir todos sus peligros y, dado el caso, para morir con él.
Estamos
a bordo de L´Etincelle. Hablo en términos marítimos. Quiero decir que no
somos más de le tierra, que la tierra no es más nuestra morada. Algunos dirán
quizás que estar a bordo de un barco es estar separados, cuerpos y almas, de
todo lo que debemos amar aquí abajo. No es así, y nunca será así con
nosotros. Quedamos en Betharram con el espíritu y con el corazón y queremos
permanecer ahí para siempre.
A
menudo, muy a menudo visitaremos la bien amada capilla para sacar provecho del
tesoro de gracias que contiene. A menudo, muy a menudo nos encontraremos cerca
de Usted, Venerable y Venerado Superior; le haremos preguntas y Usted nos
contestará; le pediremos consejos y nos los dará; pondremos en su corazón de
padre nuestras alegrías y nuestras penas, nuestros sufrimientos y nuestros
consuelos, y Usted se alegrará con nosotros y nos alentará. En una palabra, a
pesar de estar ausente nos hablará y oiremos su voz.
Estaremos
también en medio de Ustedes, buenos y santos compañeros para excitarnos a la
práctica de las virtudes apostólicas .
Estaremos
en medio de nuestros buenos hermanos para edificarnos con su humildad, su
obediencia, su abnegación que son las virtudes de su estado; nunca las
descuidarán con el auxilio de la gracia divina.
Finalmente,
estaremos con ustedes, queridos novicios, para ayudarlos a agradecer al Señor
el insigne favor que les hizo apartándolos del mundo, todavía jóvenes, y llamándolos
a un estado que debe hacer de ustedes copias vivas de su Hijo; estaremos con
ustedes para quedar admirados por su regularidad, su dedicación al estudio y
sobre todo por sus progresos en la virtud.
Estaré
a menudo, yo, cerca de los jóvenes que tendrán la dicha de cuidar su inocencia
bajo el ala de María. Les hablaré, y me hablarán, cantaré y cantarán,
rezaremos juntos.
Mientras
tanto, estamos aquí como moradores del mar. ¿Qué suerte nos espera en esta
nueva patria? No lo sé. Pero se dicen tantas cosas y tan feas (ver Virgilio,
Homero, Ovidio, Telémaco, etc...) que uno está tentado de exclamar:” Dios
mío ¡qué horror!” Sin embargo, lo digo sin fanfarronada, algo sé de
todas esas tremendas descripciones de tempestades, y mi pulso no late más rápido;
no estoy en nada asustado. No podría ser de otra manera.: es para L´Etincelle
que han sido expresados estos deseos:
Que
el Océano para ti ponga un freno a su rabia,
lejos de ti los escollos, lejos de ti los naufragios,
lejos de ti el furor del viento.
Y
estos deseos eran sinceros: brotaban del corazón. Dios los habrá escuchado y
los atenderá. No podremos arrancar esa esperanza de nuestro corazón. Pero, si
sucediera lo contrario, diríamos con toda franqueza que la muerte, en una
empresa como la nuestra, no nos parece nada más que una ganancia: Mori
lucrum.
En
definitiva, lo que da respuesta a todas las dificultades es esto: Dios lo quiere
y somos miembros de una Congregación que tomó como divisa: Fiat Voluntas
Dei. Estas palabras fortalecen mi valor.
¡Adelante
pues, mi Etincelle..
¿Por qué tardas? Es la voz del Señor.
Ya habló. ¡Ay de aquel que vacila!
Partamos, volemos... Es la paz, la felicidad.
¡Oh!
No me comprendo más a mí mismo... Soy poeta....¡Viva el mar, y también
Betharram!
17
horas. No sólo estamos
a bordo, sino mar adentro. Gracias al remolcador hemos pasado la barra sin
problema, sin ni siquiera darnos cuenta. Ya se sienten tanto el balance como el
cabeceo del barco, pero no les prestamos mucha atención. El remolcador que
ahora navega al lado nuestro, lleva a sacerdotes amigos que tienen derecho a
nuestro respeto y a nuestro agradecimiento. Se esmeran, en este momento solemne,
en expresarnos con gestos los sentimientos que los animan, y los agradecemos lo
mejor posible. Pasan unos minutos y se arría el pabellón del remolcador en
tres oportunidades. Es el saludo de despedida, saludo que L´Etincelle le
devuelve cortésmente. Otros saludos mucho más cordiales se intercambian, como
es fácil imaginarlo, y pronto nos encontramos solos, el remolcador ha
desaparecido. Bajamos a nuestros camarotes. ¡Dios! ¡qué triste espectáculo!
¡qué desconsuelo! No se oye más que llantos, gemidos, vemos por todas partes
gente presa de dolores atroces. ¿Qué será? Ni más ni menos que el mareo que
afecta ya un buen número de pasajeros. En otra ocasión, daríamos por lo menos
una palabra de consuelo a estos desgraciados; pero aquí nos encogemos de
hombros y seguimos adelante. A Dios gracias, la caridad no se ha ido de los
corazones, pero hay como una fuerza invisible que nos empuja a volver a nuestra
morada.
Ahí
estamos. ¡Dios mío! ¡Cuán cansados y agobiados nos sentimos! Un malestar difícil
de definir se apodera de todo nuestro ser. Podemos querer aparentar ser
valientes, fuertes, pero está claro que languidecemos. ¡Hasta luego apetito,
hasta luego estudio, hasta luego sueño! Queremos mantenernos de pie, no
podemos; queremos caminar, menos aun; queremos acostarnos pero esa posición nos
aburre, y la cabeza estalla a cada rato. De repente el P. Guimón, tan enfermo
como los otros, quizás más, exclama: “Animo, amigos, estamos salvando
almas” “¡Bravo!” fue nuestra respuesta ¡ánimo, y...cenemos!
”. Es lo que hicimos dando lástima y encomendándonos a la Providencia.
La
noche ha sido una batahola infernal. Creímos que se habían desencadenando
todos los vientos sobre el buque y que el mar había alcanzado su grado máximo
de furor. No decíamos nada, no veíamos nada, pero oíamos mucho Los quejidos
que L´Etincelle producía de vez en cuando nos afligían más que todo. Al fin
amanece y vuelve la calma. Juzguen cuál pudo haber sido nuestro asombro cuando
oímos decir que tuvimos durante la noche, una muy pequeña tormenta. Salta a la
vista que no somos más que niños pequeños en este país. Paciencia; nos
haremos hombres. Pero no hay mal que por bien no venga, y esta muy pequeña
tormenta, ya que así hay que llamarla, nos impidió escuchar los quejidos de
los que sufren del mareo, y también preocuparnos demasiado por lo nuestro. ¡Viva
la Providencia!
Mientras estábamos acurrucados en
nuestros camarotes, ocurría otra cosa mucho más seria en el barco. Se descubrió
de noche en L´Etincelle una abertura que se consideró en seguida muy grave..
En las altas esferas, según la manera de expresarse de los diarios, se deliberó
para saber si no se regresaría a Bayona. Por favor, no lo hagan, señores del
consejo; con la corta experiencia que tenemos de vuestro mar, quizás os costaría
trabajo hacernos regresar aquí. ¡Y vos, Dios mío, no lo permitáis!, ¡hace
tanto tiempo que nos esperan en Buenos Aires! Las mentes se aquietan, se examina
más detenidamente esa desgraciada abertura, y pronto se admite que mucho
faltaba para que el mal fuera tan grande como se había pensado.. Se pone manos
a la obra y gracias a la destreza de la tripulación, el barco está rápidamente
en buen estado y se lo declara capaz de continuar su camino. ¡Bendito sea Dios!
Me encontraba todavía en mi camarote
cuando sentí que algo se movía en mi interior. Saco la cabeza y ahí, sin
esfuerzo, sin dolor, sin contorsión alguna, hago lo que tantos hicieron, hacen
y harán en parecidas circunstancias; y desde ese momento respiro algo más
aliviado. Los Padres Harbustan y Sardoy siguen aguantando sin problema. El
Hermano Fabián tomó tanta cantidad de precauciones que el mal no pudo todavía
con él. Todos los demás están en un estado de abatimiento que da lástima,
pero no quita que acá y acullá se oye algún chiste que ilumina los rostros.
Tenemos viento en contra, y a pesar de los esfuerzos de la tripulación,
llegamos sólo al anochecer frente a Bilbao. Algo es algo por cierto, pero es
muy poco para enfermos que ansían de todo corazón llegar a Buenos Aires.
Hemos tenido una noche muy
calma. En verdad, lo necesitábamos para descansar un poco; es, a no dudarlo,
una atención de nuestro Padre Celestial. Nadie falta al desayuno; pero el P.
Guimón es meditabundo. ¿Se medirá, sí o no, con la buena comida desplegada
sobre una mesa? Se inclina por la negativa; nosotros, al revés, por la
afirmativa. Se deja convencer y sale del paso admirablemente: no noté que haya
tenido que deplorar su condescendencia. Después del desayuno, el P. Larrouy a
quien, como bien se sabe, le gusta el aire libre, hace una aparición de unos
instantes en la cubierta, recorre con la mirada las áridas costas de España
que tenemos en frente, y se entrega del todo a los sentimientos que esa tierra
despierta en los corazones católicos y religiosos. ¿Quién hubiera pensado que
esa meditación le iba a costar caro? Y sobre todo ¿quién hubiera imaginado
que, al margen de las preocupaciones de nuestro buen hermano, se preparaba un
nuevo espectáculo que sería presentado gratis a toda la asamblea? Esto es lo
que pasó: no sé si la birreta del P. Larrouy tuvo el mareo o si la asustaban
las tempestades, pero lo que parece seguro es que nuestra vida la aburría, y
quería ponerle un punto final de una vez, aunque tuviera que perecer en la
tormenta. Aprovechando la oportunidad favorable y por otra parte la relativa
proximidad de la tierra, se desprende repentinamente de la cabeza que la llevaba
y ahí está a merced de las olas. ¡Black! ¡Black! (Black es ese perro que,
salvado del naufragio de la Belle Perle, se tira instintivamente al mar por
cualquier motivo si no lo sujetan. Tratándose de un hombre, se ahogaría para
no abandonarlo. En Guetary regresó hasta tres veces al lugar en donde había
desaparecido la Belle Perle, llenando los alrededores de sus ladridos).
“No
vale la pena” exclama
una voz fuerte. Nos resignamos; y no tarda en desaparecer la birreta navegando
rumbo a España.
Al atardecer, vamos todos a la
toldilla, salvo el P. Magendie que permanece acostado en su camarote. Entono el Ave
Maris Stella ¿dónde están, hijos de Betharram? ¡Cómo me ayudarían,
sobre todo en un buque! ¡Aquí no hay respuesta. Sólo se oye acá y acullá un
lalalala que parece anunciar algo. Escuchamos. “Es el estribillo vasco del
Magnificat” dice el P. Sardoy. “Y bien, vamos” Estrechamos
filas, el P. Guimón de un lado y el P. Larrouy del otro. Terminado el lalalala
todos juntos entonamos el Magnificat y respondemos después de cada versículo
el lalalala. A partir de ahí hay un ambiente admirable en el barco. El P.
Magendie no aguanta más, se levanta y se junta con nosotros. Al terminar el
Magnificat, y sin descanso, cantamos las Letanías de la Virgen, Parce Domine
etc..Y nos retiramos prometiendo reanudar el día siguiente.
Nota. A eso de la medianoche, el P. Guimón que no puede
conciliar el sueño da una vuelta por el barco y nos comunica que todo anda
bien.
No hay más enfermos. Respiramos..
Además, no hemos invocamos en vano a la Virgen: el Capitán nos asegura que
desde la medianoche hacemos tres leguas por hora: ¡Amor a nuestra Madre!
El mar presenta hoy el más bello de
los espectáculos. ¡Cuántas cosas diría si mi lengua quisiera, o más
exactamente supiera expresar lo que siento! Lean todo lo más hermoso que se
haya escrito sobre esa materia, y no se acercarán todavía a la realidad. He
aquí que nuestro barco se levanta, se levanta más, se sigue levantando, y cae
ahora con toda su mole, como si quisiera precipitarse en los abismos. ¿Ven esas
montañas de agua que parecen venir hacia nosotros como para cerrarnos el paso?
Esperen un momento: véanlas ahora inclinarse respetuosamente (así lo veo yo)
ante los enviados del Señor. Y esas aves, tan pequeñas, con un plumaje tan
brilloso, que vienen a jugar alrededor del buque, en los mismos cordajes del navío,
¿qué quieren?: No lo sé bien, pero me gusta pensar que es nuestro Padre del
Cielo que las manda para alegrarnos el corazón, para recordarnos agradables
momentos y sobre todo para invitarnos a cantar sus alabanzas. Entonces “Benedicamus
Patrem “
Son las 16 horas. Nos informan que, desde el mediodía, no son sólo tres
leguas por hora que hacemos, sino cuatro. ¡Qué hermoso día! Nos invita a
renovar nuestro fervor.
Al anochecer fuimos a la toldilla para
el canto de las letanías. Al P. Guimón que había cantado admirablemente
anoche, le pareció que yo había entonado demasiado alto y se puso a rezar el
rosario. Era un vacío difícil de llenar. Pero Dios proveyó: vino a colocarse
cerca de nosotros un joven que seguramente debe amar a la Santísima Virgen, y
con su voz estentórea, hizo llegar muy alto en el espacio los acentos de
nuestro amor a María.
Entramos en nuestros camarotes. Reina
un gran silencio. Sólo se dejan oír de vez en cuando algunos suspiros. Siempre
lleno de solicitud, se levanta de cuando en cuando el P. Guimón, da una vuelta,
y vuelve a su camarote.
Hemos celebrado por primera vez el
Santo Sacrificio de la Misa. Ofició el P. Guimón. Ignoro los sentimientos que
lo embargaron, pero estaba visiblemente conmovido. Nosotros estábamos
profundamente concentrados. ¡Qué espectáculo! Para iglesia, una salita de 5
metros de largo, por 1,20 de ancho y 1.50 de alto; para altar, una mesa con la
superficie dividida en partes que sobresalían; una cruz que no se queda quieta
por el balance; un sacerdote venerable que envejeció en los combates del Señor;
a su lado, sacerdotes y religiosos que van a llevar la Buena Noticia a un país
lejano, a trabajar para ganar almas a ese mismo Jesucristo que está aquí,
cerquita de nosotros para inspirarnos, fortalecernos, bendecirnos ¿podemos
imaginar algo más conmovedor?.
El
Capitán de L´Etincelle que no merece más que nuestro agradecimiento nos
reservó hoy sorpresas, a cual más amables. Primero es un plato de dulzuras, así
lo llamó él, y, para no ofenderlo, resolvimos comerlas a pesar de que ya habíamos
cenado. Después fue una botella de buen vino añejo que tuvimos que beber a su
salud. Como ven, los marineros tienen buen corazón.
Llegado el momento de cantar las letanías,
todos los nuestros se trasladaron a la toldilla, y como yo tardaba en llegar,
mandan al P. Sardoy a buscarme. En esto llego yo. “¿Lo vio al P.
Sardoy?” me preguntan,- “No” – “Fue a buscarlo”
– “ Se habrá ido por la escalera de la izquierda, y habiendo yo tomado
la escalera de la derecha, nos desencontramos”. De repente se oye una voz:
es la del Capitán. “Si me permite, me dice, una pequeña aclaración. Aquí,
a bordo, nunca se dice a la derecha, a la izquierda; no tienen sentido estas
palabras; se dice estribor y babor; estribor para la derecha y babor para
la izquierda”. Lo agradezco lo mejor que puedo. Aviso a los futuros
navegantes.
Hemos cantado las Letanías como
siempre.
Hemos
avanzado muy poco hoy.
Se celebró la misa también hoy, y ya
que esperamos que así será todos los días, no hablaré más del tema, salvo
circunstancias extraordinarias.
Cosa rara a bordo: nos hemos afeitado,
nosotros, sacerdotes, y seguiremos haciéndolo. Es posible hacerlo, inclusive
para mí; ¿quién no podría hacerlo? Además, no somos una excepción en el
barco: todos, menos los aficionados a la barba, hacen lo de nosotros. Que mi
hermano el P. Goailhard no se preocupe; si está llamado a navegar podrá
afeitarse sin mucha dificultad.
El viento no es favorable y, si son de
creer los conocedores reales o supuestos, todo el día no hicimos más que girar
alrededor de un punto; y esto ocurre, o puede ocurrir sin que puedas darte
cuenta en lo más mínimo. ¿Cómo, en efecto, orientarse cuando no se ve el
sol, cuando, de un lado y otro, no se tiene por delante más que una inmensa
cantidad de agua, por atrás una inmensa cantidad de agua, a derecha e izquierda
una inmensa cantidad de agua? Hay, muy cerca de mí una brújula, pero no
conozco todavía suficientemente el mundo. A bordo, como en tierra firme, hay
que ir muy despacio y tener paciencia.
Estamos un poquito enfermos, salvo el
P. Harbustan y el P. Sardoy. El mar está oleoso.
Las 18 horas. Acabo de enseñar el catecismo al niño que tomamos a
nuestro cargo. ¿Qué le pregunté? ¿Qué me contestó? Poco importa. Lo cierto
es que después de unos minutos, lo veo distraído, preocupado. ¿Qué tendrá?
Me preocupaba verlo así. ¡Pobre chico! También él sentía que el mar estaba
agitado. ¿Cómo me di cuenta? Si mi pobre sotana vuelve un día a Francia se
enterarán. Consolé lo mejor que pude al pobre enfermito y dimos por terminado
el trabajo; él para irse a tomar un vaso de agua azucarada, yo para recomendar
el secreto a mi sotana, en lo posible.
Esta tarde sólo hemos cantado cánticos,
y es el P. Harbustan quien se encargó de hacerlo
La noche ha sido horrible. A eso de la
22 horas, se desencadenó una tremenda tempestad, y esta vez sí, era cierto al
pié de la letra. Se tambaleaba el buque por todo lados. Eran brincos y saltos
indescriptibles. En nuestro camarote han sido desplazados los muebles con
estruendo. Algunos compañeros salieron. El P. Guimón, como se supone, no fue
de los últimos en aparecerse en la cubierta. Creyó un momento que estaban ahí
todos los demonios del infierno e hizo la señal de la cruz pronunciando
palabras que no recuerda más, pero palabras que olían de alguna manera a
exorcismo. Al hablarme de ese momento, me asegura que no sabía ni lo que decía,
ni lo que hacía; ¡fíjense qué confusión reinaba en las mentes¡
Y yo ¿qué hacía? ¿No he sido
protagonista de algún papal de cierta importancia en medio de toda esa
batahola? Discúlpenme, pero me cuesta un poco decirlo. Por vanidad o por
humildad, me gustaría en esta oportunidad no hablar de mí, pero me es
imposible conseguir dispensa.. Hablaré pues. ¿Qué hacía? Estaba durmiendo.
Dormía con un sueño tan profundo que no sentí nada, no oí nada. Dormía, y
que no me reprendan: ¡era tan grande mi necesidad de sueño! En las dos noches
anteriores no había, por decirlo así, pegado el ojo. Por otra parte, ¿quién
sabe lo que hubiera ocurrido si lo hubiera visto y oído todo? Dios lo quiso así:
¡bendito sea su santo nombre! Me trata como un niño, es cierto y hasta ahora
me siento algo humillado; pero lo bendigo de todo corazón y le digo con más
fervor que nunca: “Fiat voluntas tua” “Paratum cor meum” ¿Lo
confesaré? Siento que todo esto me anima; todo esto me llena de esperanza: el
ojo del Señor cuida evidentemente de nosotros: oculi Domini super... y
si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quis contra
nos?
No tengas miedo mi lindo barco...
Nuestros contrarios en su enojo
¿qué poder tienen?...que Dios hable
y están todos a sus pies.
¡Versos! ¡otra vez versos! Y ¿por
qué no?... ¡Siempre adelante! ¿no puedo expresar, salga lo que salga, los
sentimientos de mi corazón?
A pesar del mar todavía algo agitado,
hemos celebrado la Santa Misa. Y como la consolación va a la par con la
desolación, he aquí que nos llevan una noticia particularmente feliz. Hemos
pasado el Cabo Finisterre (ya era tiempo); hemos recorrido tres leguas por hora;
estamos en el camino directo a Montevideo. Es casi demasiado.
Nada saliente en el día.
Hemos tenido hoy dos misas; una para
nosotros, otra para los pasajeros. Por poco no presenciamos, durante la última
misa, una catástrofe. Dos sacerdotes y sus ayudantes estuvieron a punto de caer
al piso; el primero encontró por suerte, en su carrera hacia atrás, un tabique
que lo salvó del contacto con el suelo, pero seguro que no se olvidará por
varios días de la sacudida que recibió en ese golpe; era el P. Larrouy. En
cuanto al otro (el P. Harbustan), salió de apuros sin ruido, y no sé cómo lo
hizo. Ustedes que habitan la tierra no se hubieran privado de reír a
carcajadas; los más serios entre nosotros habrían por la menos sonreído. No
reacciona así la gente que se encuentra en un barco, y si no me animo a
asegurar que nadie haya tenido ganas de reír, por lo menos puedo decir que
nadie se rió.
Al terminar la misa, según el
programa del día, tomó la palabra el P. Guimón. A mi parecer, estuvo bien.
Esta es una muestra de su pequeño discurso. Se trataba del gran mandamiento del
amor a Dios consistente principalmente en la observancia de su ley. En uno de
sus arranques oratorios a los que nos tiene acostumbrados exclamó, dirigiéndose
de repente a los marineros: “ Queridos marineros, es un deber para Uds, un
placer ejecutar las órdenes de su excelente Capitán, y está bien. Pero está
allá arriba, otro dueño (no sé si dijo un capitán) que manda en la tierra,
en el cielo, en el mar y hasta en los infiernos; quiere que le obedezcan, quiere
que observen sus mandamientos etc...etc...
Pongan en estas palabras toda la unción
de que es capaz el P. Guimón, imagínense un auditorio prendido de los labios
del predicador, escuchen en derredor suyo el mar que muge parecería a pesar
suyo, y digan: ¿No es hermoso acaso?... Espero poder decirles mañana, no sólo
con palabras, que no fui el único conmovido: Paciencia. Recemos.
Mediodía – Al bajar de la toldilla encuentro al P. Guimón en
nuestro camarote, riñendo con no sé qué. Otra vez paciencia ...
Ya
que estoy escribiendo, déjenme reparar un olvido de esta mañana. El P. Guimón
acababa de terminar su instrucción, acababa de desaparecer, cuando un
predicador de otra especie se adelantó y tomó su lugar. Su palabra era algo
imperativa, no teme ni el balance, ni el cabeceo y se mantiene siempre con pie
firme: es el Capitán. Con su voz más enérgica, comunicó a todos y cada uno
que era su voluntad que se porten bien durante los ejercicios religiosos, y que
sabría, dado el caso, obligar a la gente de mala voluntad. Así pues la fuerza
y la persuasión van a darse la mano. ¿Hay que alegrarse? ¿Hay que afligirse?
Que lo decidan otros.
Las 15 horas –
Terminamos de cantar Vísperas. Después del Benedicamus nos habló de
nuevo el P. Guimón y nos dijo con pocas y muy sentidas palabras los motivos de
nuestra devoción a María. San Agustín, San Bernardo, Bossuet , Marechal, San
Arnaldo, nadie quedó olvidado. Y todo fue dicho en bearnés. De repente, sin ni
siquiera tomar aliento, se pone a hablar una lengua llamada aquí vasco. Yo no
entendía nada, pero había tanta convicción en su manera de ser, tanta unción
en su voz, tanta expresión en sus rasgos que afirmo sin temor a equivocarme que
lo que dijo es cierto, conmovedor, patético.
Hemos andado ligero hoy.
Vamos a empezar una novena en honor a
la Santísima Virgen para pedirle un tiempo favorable.
El mar está tranquilo hoy. Hemos
tenido dos misas como ayer; en la segunda, 16 personas se acercaron a comulgar
con una piedad verdaderamente admirable. Es la certeza, Dios mío, de que en
todas partes tienes tus elegidos.
Detrás nuestro tenemos una isla,
sobre las costas del Portugal, llamada Berling. No la vi; pero si esto continúa,
no pierdo la esperanza de verla. ¿Cómo? Hay que explicar a los que no lo saben
que cuando se navega en un buque a velas, no siempre se va derecho a la meta.
Ahora mismo por ejemplo ¿saben bien adonde vamos? No lo adivinarían porque
nadie aquí mismo lo sabe. Todo lo que se les puede decir es que navegamos hacia
el Noroeste.
¿Qué van a hacer por allá? Buscar
vientos propicios, nada más, es todo. Sin ese pequeño inconveniente, todos están
de acuerdo para decir que estaríamos a unas cien leguas más cerca de
Montevideo.
Pasado el mediodía, reviramos de
bordo con gran satisfacción y desde entonces vamos a buen paso hacia el sur. El
tiempo es bueno.
Por primera vez me animé a celebrar
el Santo Sacrificio de la Misa. Son conocidas todas las dificultades que, en
tierra, tengo en el altar; y por eso me resistía. Sin embargo un no sé qué
quería, exigía que me animara; obedecí a un no sé qué que llamaré, si me
permiten, un grito de la conciencia, y en adelante celebraré a mi turno.
Salíamos de nuestro camarote cuando
el capitán tuvo la gentileza de avisarnos que acababan de pescar una marsopa. Rápido
al puente: hay que ver esa marsopa. Pero ¿qué es una marsopa? Los podría
mandar a consultar la historia natural; pero con la historia natural, a no ser
que tengan más suerte que yo, lo que no sería en nada extraordinario, podrían
no hacerse una idea muy clara, muy exacta. Les pido que agreguen a todo lo que
dicen los naturalistas, si les puede ser útil o necesario, estas observaciones
que les propongo. La marsopa es un pez cuyas características principales les
presento a grandes rasgos.. Por el cuerpo, es un lindo chancho (sic); por su
hocico (quieren que me exprese así), es el pico de un ganso, salvo el grosor
que es relativamente monstruoso, y la armadura verdaderamente tremenda; sus
aletas presentan todos los pertrechos de una lancha en acción, nada le falta.
¿Qué más? Es todo lo que les quería decir. Si los marineros son de creer,
saltan fuera del agua hasta la altura de 1 a 2 metros y recorren en esa posición
4, 5, 6 metros. No creo que exageran. El individuo que tenemos a la vista mide
1.50 mts de largo, 1 m. de circunferencia, y pesa 100 kilos. ¿Será el más
grande de su especie? De ninguna manera dicen los marineros, encabezados por el
Capitán. Los hermanos o primos del difunto venían a desafiarnos desde hacía
unos días; no sé si les servirá la lección; lo cierto es que sólo dos
aparecieron desde ese acontecimiento.
El día es lindo; avanzamos. Letanías
etc... como de costumbre.
No
bien terminados los ejercicios de la mañana, me fui a la toldilla... Mi intención
era rezar las horas del breviario y rezar también por los nuestros; pero no
contaba con la presencia del huésped. Me encontré con el Capitán que me había
precedido; resplandecía de alegría y felicidad. “¡Bueno, es el momento!”
pensé. Debo decirles que desde hacía varios días deseaba ardientemente que me
explicara varias cosas. Y este es el diálogo parcial que se dio entre nosotros:
- Y bien, Capitán ¿tenemos buen viento?
- Muy bueno. Por eso voy a asear L´Etincelle con todo lo más rebuscado de su
tocador.
- ¿Qué llama usted el aseo de un barco?
- Es una larga historia. Se la hago corta. La señora N. Se había embarcado en
un navío comandado por M.N. su esposo. Se aburrió en mar después de pocos días
(es la tentación por la que pasan muchos otros) y le dijo a M.N. en uno de esos
momentos de cansancio: “Dime, no podrías poner otras velas para acelerar
la marcha del barco?” – “Perdóname. Pero no las tengo .Dame tu
cofia, tus cintas, tus encajes, en una palabra todo tu aparejo de tocador.”
Fue aceptada la propuesta y todo fue izado a las vergas. No sé el efecto
producido, pero se pensó a partir de ahí en aumentar el número de velas, y se
convino que el conjunto se llamaría aseo del barco. Pero esas velas designadas
con el nombre de aseo se ponen sólo cuando el viento está a favor y que se
navega derecho a la meta. Y es el caso hoy. Por consiguiente etc... etc...
- “Gracias, Capitán, por esos detalles que tuvo la amabilidad de darme; creo
entender perfectamente el significado de esa palabra: aseo de un barco. De todos
modos ¿veré todo esto dentro de poco?
- “Seguro,”
Me doy cuenta de que el relato en
forma de diálogo me llevaría mucho tiempo, y me limito a decirles que, con la
complacencia de nuestro Capitán conozco los nombres de todos los mástiles que
son: bauprés, trinquete, palo mayor, mesana.
El bauprés es el mástil que se
adelanta más allá de la proa del buque; el trinquete es el que viene
inmediatamente detrás; el palo mayor está en el medio; el palo de mesana se
encuentra atrás del barco. Conozco los nombre de ciertas velas como la vela
mayor, el sobre-juanete, los masteleros de juanete, etc. En cuanto a las
cuerdas, son por lo menos trescientas. Pero no me hablen de ellas, me
sobrepasan.
Me
paro entonces por una buena razón: no se más nada.
Bajé después de agradecer lo mejor
posible al Capitán, y me tomé un pocillo de chocolate, como en Betharram,
salvo el agua que vemos aquí con añoranza y que el estómago no digiere sin
dificultad.
Después del desayuno, el P. Guimón,
siempre ensimismado en el estudio del español, se refugiaba en una lancha
amarrada en la popa del barco, pero el sol lo incomodaba. Propongo a los
nuestros hacerle una carpa. Sin dejarme el tiempo de terminar de hablar, el
ayudante del Capitán que me escuchó, concreta en un abrir y cerrar de ojos mi
pensamiento, con toda la destreza de un marinero experto.
Las 11 horas – L´Etincelle está centelleante con sus velas: hizo el
gran aseo. ¡Si pudiera conservarlo! Sin embargo, ante todo F.V.D.
La velocidad del barco disminuyó al
anochecer. Letanías etc...
Durante
la noche tuvimos un balance mayor que de costumbre. Hubo momentos en que
estuvimos expuestos a caer de la cama.. Por mi parte, me amarraba a la mía lo más
fuerte posible, buscando así mi bien personal en primer lugar, y deseando también
evitar el mal ajeno. Tengo, unos 40 centímetros debajo de mi cama, al P. Sardoy
que forma conmigo dos ángulos rectos, ya que me corta en dos partes iguales sin
inclinarse por estribor ni por babor. ¡Cómo ronca! Para él no existe el
balance; sólo hay cabeceo, y cabeceo soportable.
Continúa el balance en la mañana a
las mil maravillas Es de temer que vuelva el mareo, si no volvió ya.
Prudentemente, me prometo quedar en el camarote, pero se dice que prometer y
cumplir son dos cosas diferentes, tan ciertas en el mar como en la tierra... Hay
más semejanzas de lo que parece entre el mar y la tierra, pero no discurramos,
por favor. ¿Qué se oye detrás de ese tabique? Escuchemos. Seguro que no es
ningún secreto, pues se grita a voces “¡una ballena... una ballena!”
Black se tiró al agua. No hay prudencia que resista en esas
circunstancias, sobre todo cuando se tiene la idea fija de escribir un diario de
viaje. Me voy; quisiera agregar: corro, vuelo, pero imposible; mis piernas no
quieren y, cojeando, apoyándome acá y acullá, termino llegando ¡qué mala
suerte! cuando ya había desaparecido el monstruo. – Y ¿qué le pasó al
perro? Miren allá ese puntito negro, es Black, está regresando. ¡Pobre
animal! Su buena naturaleza lo engañó cruelmente. Quería salvar a alguien del
mar y ¿qué encontró?... nada. Me equivoco. Encontró las olas durante casi un
cuarto de hora. Con gran despecho del Capitán, se honra a Black parando las máquinas
del barco. Llega. Pero ¿cómo subirá a la toldilla? Es la pregunta que se
hacen muchos con miedo. Pero admiren la sagacidad de ese animal: echan al mar
una cuerda, sujetando las dos extremidades y Black se dirige hacia esa cuerda,
coloca con delicadeza sus dos patas delanteras que atiesa inmediatamente con
todas sus fuerzas. Tiran de la cuerda, y ahí está a salvo.
El Capitán no quiere que Black se
deje llevar por su instinto, aun con las mejores intenciones del mundo, por los
inconvenientes que trae. Se adelanta con una buena cuerda en la mano y le
administra una paliza que daba lástima. Pero la parte linda de la historia es
que Black aguanta el castigo sin un plañido, sin buscar escapar; y al terminar
la paliza, se levanta, acaricia al Capitán y le lame la mano. Parece pedir que
se lo perdone. Un terrible “¡fuera!” es la contestación que
consigue. Se va, pero poco tiempo después vuelve a la carga sin tener más
suerte. En verdad yo estaba conmovido y si no hubiera sido por no se qué
respeto humano, hubiera hecho un sermón muy hermoso, creo, sobre la conducta de
Black. Me lo hice un poco a mí mismo, y me parece que, si se da la oportunidad,
sabré recordar el ejemplo de ese perro. Por ahora, nada de iniciativa propia,
ni siquiera para el bien.
En cuanto a la ballena, el P. Guimón
que la vio asegura, con la seriedad que lo caracteriza, que era gorda como
Betharram. Creo que moriría feliz si pudiera ver unas cincuenta a la vez.. Es
un deseo que no deja de manifestar. Al espectáculo, a mi modo de ver, no le
faltaría grandeza.... ¿Se imaginan 50 Betharram animados, divirtiéndose
alrededor de una lancha para hacer feliz a un misionero? El Capitán cree que el
monstruo que se vio (él no está seguro que fuera una ballena) podía pesar 200
kilos. Habla seriamente, él, pero...
Sigue siempre el balance y, para colmo
de males, no avanzamos. Es la una de la tarde y, según mis cálculos, que no
son, a decir verdad, los de un marinero recibido, hicimos una o dos leguas.
A
eso de las 18 horas fuimos a la toldilla; nos dijeron que habíamos recorrido
una legua por hora. Cada uno tiene la libertad de creerlo; por mi parte no me
meto, no porque no me gusta la discusión; sencillamente tomo la decisión de
callarme.
Ya hablé de la embarcación en la que
se refugia el P. Guimón desde hace unos días. Esta mañana la encontramos
transformada en una carpa, no magnífica, pero sí muy agradable. Todos podremos
en adelante tomar aire todo el día protegidos de los ardores del sol, y
dedicarnos a nuestros estudios. Varios de nosotros ya habían tomado posesión
cuando ciertas personas se acercaron demasiado; el P. Guimón se levantó y
exclamó con su voz enérgica: “heben estugu behar emaste bihiric”.
Y todos huyeron.
Estamos frente a las costas de África
y hacemos 2 leguas y media por hora.
Rosario, Letanías.
Hacía tiempo que deseaba saber qué
operaciones permitían conocer la mayor o menor velocidad del barco. Una
oportunidad favorable se presentó finalmente, y la aproveché sin dudar. Estoy
satisfecho. ¿Tendré la suerte de satisfacerlos? Lo voy a intentar y si no lo
consigo no será, se lo aseguro, por mala voluntad de parte mía.
Acérquense pues, buenos y amados
hermanos: P. Goailhard que eres insaciable de conocimientos prácticos, P.
Quinta que tienes un gran deseo de conocer esta materia, y todos ustedes que
aspiran a navegar un día, acérquense.
Veamos en primer lugar el nombre y la
descripción de los instrumentos utilizados en esa operación.
Son 4: 1º un triángulo, 2º un
arenero, 3º una cuerda, 4º una polea.
El triángulo es de madera, dos de sus
lados son rectilíneos e iguales, el tercero es curvilíneo y; cubierto con una
fina faja de hierro. En la punta de cada uno de los ángulos está atada una
cuerdita, y la cuerdita atada en la punta opuesta al lado curvilíneo tiene en
su extremidad un perno de madera.
El arenero es un frasco de vidrio
compuesto por dos frascos cónicos iguales unidos por la punta e
intercomunicados; uno de los frascos está siempre lleno de arena fina; el
tiempo empleado por la arena al pasar de un frasco al otro es la unidad de
tiempo.
La cuerda es fuerte pero delgada; está
dividida en dos partes: la primera representa el largo del barco y termina con
un trapo atado a la cuerda; la segunda está dividida en partes iguales llamadas
nudos.
La polea se parece bastante, salvo por
el grosor, a las que se usan en nuestro país para sacar agua del pozo.
¿Ya están? Sigamos. Esta es la
operación: se enrolla la cuerda en la polea: se ata la punta de la cuerda a las
dos cuerditas que no tienen madera en su extremidad; se sujeta la tercera
cuerdita con su perno de madera hundido en un anillo atado a la cuerda, de tal
modo que aguante firmemente, pero no como para resistir grandes esfuerzos.. Un
marinero toma la polea en sus manos; otro toma el arenero; un tercero
(habitualmente uno de los jefes) va hacia la parte trasera del barco, toma el
triángulo lo echa al mar y entonces se produce una combinación de diversas
fuerzas cuyo efecto es mantener el triángulo en donde cayó. Al alejarse el
barco sin que lo siga el triángulo, se afloja la cuerda hasta que aparezca el
primer nudo del que hablé más arriba... Me olvidé decir que en el momento en
que se echa el triángulo al mar, el jefe grita: ¡cuidado! y el marinero
de la arenera repite ¡cuidado! Y al aparecer el primer nudo el jefe
grita : “vuelta” y grita el marinero “vuelta”, y le da
vuelta al arenero. Se sigue largando la cuerda hasta que se vacíe el frasco
superior; el marinero del arenero grita entonces ¡stop!, y contesta el
jefe ¡stop!, mantiene la cuerda, examina el nudo más cercano mientras dos
hombres tiran de la cuerda con toda la fuerza de sus brazos; se desprende
entonces la cuerdita con el perno de madera y el triángulo es regresado a bordo
sin mucha dificultad. Ha terminado la operación. ¿Entendieron?
Ahí van ahora algunas explicaciones.
Estén muy atentos, por favor. Les dije que el tiempo que ponía uno de los
frascos para vaciarse en el otro era la unidad de tiempo. Esa unidad de tiempo
es de treinta segundos; y ya que se necesitan dos veces treinta segundos para un
minuto, a cada minuto corresponden dos unidades. De ahí se infiere que, ya que
una hora consta de 60 minutos, 60 x 2 = 120 unidades. De ahí se infiere de
nuevo que la unidad de tiempo, o sea 30 segundos equivale a una hora dividida
por 120, o sea 1/120 de hora. Descansemos un rato.
La legua marina tiene 5555 metros, según
me dicen. Es demasiado para ser utilizado como unidad. Dividamos por 2:
demasiado grande todavía. Por 3 es lo que necesitamos. ¿Por qué? ¡Psh! Aquí
como en todas partes, hay que razonar con mucha sobriedad. Sic voluere
patris. Entonces 5555/3 o, si lo prefiere, una legua dividida por 3 = 1/3 de
legua = unidad de medida. Dividan ahora esa unidad por 120 y tendrán el largo
de un nudo. Por consiguiente 1 nudo = 1/3 x120 = 1/360 de legua.
Si no están demasiado cansados,
hagamos ahora una aplicación y concluyamos.
Se acaba de terminar la operación del
hilado y nos dicen que son 7 nudos. Esto equivale a esta ecuación: 30 segundos,
o 1/120 de hora = 1 x 7/360.
Si multiplico los dos miembros de la
ecuación por 120, no modificaré en nada la ecuación y tendré: 1 x 120/120 =
1 X 7 x 120/360; hecha la operación: 1h = 7/3 de legua.
Por consiguiente navegar 7 nudos en la
unidad de tiempo es navegar 7/3 de legua por hora. Cambien nudo por tercio de
legua y tendrán la distancia recorrida en una hora...
No me digan que esa operación da sólo
un resultado aproximado, que hay que presuponer muchas cosas, que hay que etc...
etc...
Quise darles a conocer cómo se podía
calcular la velocidad aproximada de un barco; pero de ninguna manera me
comprometí a responder a todas sus objeciones. Sin embargo, si lo desean, háganmelo
saber.
El mar está con calma chicha. Parecería
que L´Etincelle está parada..
Rosario por los peregrinos de
Betharram y por los confesores, Letanías.
El mar está como ayer. El Capitán no está contento,
pero se calla. Nosotros hacemos lo posible para estar contentos, pero no siempre
acertamos.
Estamos
frente a Madera. El P. Larrouy quisiera celebrar ahí la Santa Misa; no es el único,
se lo aseguro: Cuando durante 14 días y 14 noches hemos sido continuamente
hamacados, a veces hasta bamboleados, ¿quién no entiende la felicidad que
sentiríamos al poner pie en tierra firme, no sea más que unos minutos?... El
P. Sardoy saca a los soñadores de sus sueños entonando un himno en honor al
vasco que descubrió, otrora, la isla de Madera. ¡Desagradecida historia! no
quisiste conservar el nombre de ese insigne navegador.
4
o 5 barcos se ven en la lejanía. Comparten la triste realidad de nuestro
Etincelle: también ellos están como parados.
Pero
este es el consuelo del día: hemos tenido 14 personas que han comulgado, todas
diferentes de las del lunes pasado.
Termina hoy la novena a la Santísima Virgen. Pedíamos
un poco de viento, y vino el viento. Estamos ya muy lejos de Madera y navegamos
a toda vela. Delante de nosotros aparecen dos navíos que parecen seguir la
misma ruta que nosotros. Nuestro Capitán, con su corazón francés, siente una
poderosa emulación. Despliega todas las fuerzas y la destreza de que dispone
para tomar la delantera, y lo hace tan bien que un éxito rotundo corona sus
esfuerzos. Es la cara linda de la medalla. Pero aquí está el reverso. No sé
lo que pasó en el encuentro con el primero de esos buques. En cuento al
segundo, yo estaba presente y me llena todavía de confusión el papel desempeñado
por L´Etincelle. En serio, no me consideraba tan francés. Atiéndanme y díganme
si no tengo razón. El navío de marras era inglés. Al acercarse L´Etincelle
con visibles intenciones de rivalidad, el inglés hubiera podido por lo menos
manifestar enfado. No quiso hacerlo. Izó su pabellón y saludó. Sin
contentarse con ese testimonio de buena amistad, quiso entablar conversación
con nuestro barco. Izó varias banderas; pero todas, ¡si tendremos mala
suerte!, quedaron sin respuesta. Semejante conducta hubiera podido indignar a
los ingleses. No fue así. Los ingleses no son tan iracundos como se dice. Al
ver ondear nuestra bandera, el capitán inglés dio sus órdenes y vimos
entonces a un marinerito subir al mástil de trinqueta. ¿Qué iba a hacer ahí
el pobre muchacho? Iba a izar la bandera de Francia. Y así es como está
ondeando la bandera francesa a merced de los vientos, mientras que la bandera
inglesa ocupa un modesto lugar en la popa del navío.. El mismo Capitán
reconoció que era la demostración de una cortesía inaudita. ¿Y L´Etincelle?
Tengo ganas de llorar de rabia. L´Etincelle sólo supo saludar con nuestra
propia bandera: no tenía bandera inglesa. Parece sin embargo comprender el
triste papel que está desempeñando, y la necesidad de levantar a toda costa el
aprecio de los pasajeros que tiene a bordo.. Gira en dirección al barco inglés.
Este se da cuenta y viene inmediatamente a su encuentro; al encontrarse a una
distancia que les permita conversar, comienzan a hablar:
-¿De
dónde vienen?
-de Jersey. ¿Y ustedes?
-de Bayona.
¿Cuánto tiempo hace que salieron?
-16 días. ¿y Ustedes?
-25
-Desde la largada hemos tenido vientos del Oeste.
-También nosotros ¿Qué llevan?
-Yeso y cemento. Estoy apenado por no tener bandera inglesa para agradecerles su
cortesía.
-No es nada
-Buen viaje.
-Buen viaje.
¿De
qué lado está la victoria? Un pensamiento me consuela: nuestro Etincelle es
joven. Con los años es de esperar que aprenderá a vivir.
Las
11- Se prendió un pez a la caña de pescar
constantemente tendida en la popa del barco. Se lo mira muy atentamente antes de
poder comerlo con gusto. ¡Hola!. Señores de la tripulación, no tengan tanto
apuro; no se debe cantar victoria antes de la batalla. Tiran del sedal que es
muy largo, el pez sigue, sigue, sigue todavía; un esfuerzo más y ya está;
pero en el preciso momento en que la mano del marinero iba a manchar las escamas
brillantes de nuestro pez, éste lo saluda como nuestra bandera, es decir inclinándose,
pero el saludo es tan profundo que se lo pierde de vista, y que muy
probablemente no se lo verá nunca más. Se lo vio suficiente tiempo para poder
saber su nombre: era una dorada.
Las
14 hs- El barco anda bien todavía, pero su velocidad va
disminuyendo de a poco.. Está lloviendo esta tarde, no rezaremos las letanías.
Estamos
sin viento ¿No habrá en todo esto algún misterio? Sea lo que fuere, vamos a
aumentar el fervor de nuestras oraciones. Ya empezamos una novena en honor a San
José. Rosario. Letanías.
Lo
primero que llama nuestra atención al salir de nuestra habitación, es un
hombre que duerme en un banco ¿Quién es ese hombre? ¿Habría llegado un
viajero durante la noche? ¡qué felicidad si fuera de los alrededores de Pau,
si nos trajera noticias de las personas y de los lugares que tanto amamos! La
ilusión no duró más que el tiempo necesario para hacerse la pregunta; después
se descubre la realidad que nos conmueve. Ese desconocido es el mismo Capitán.
Una persona que, como nosotros, va a Montevideo, pero que no tiene, como
nosotros, una habitación, está gravemente enferma y nuestro buen Capitán, que
se considera como el padre de todos los pasajeros, la alojó en su propio
aposento, y se acostó de la manera señalada más arriba. Es para nosotros un
lindo tema de meditación.
Desde
la toldilla en donde hemos llegado, aparece Palma en la lejanía. Nos alegra esa
vista, pero nos gustaría más atracar para saludar al obispo exiliado ahí, y
pedirle su bendición... Sería demasiada dicha para misioneros; no la
tendremos, pues navegamos en sentido contrario.
Mediodía
Palma sigue estando ahí Una oración brota de nuestro corazón
por el perseguido y también por los perseguidores.
Oigo
en este momento el grito: “Atención”. Nos quieren informar de la
cantidad de nudos que recorremos por hora. La operación da como resultado: 7.
Intelligentibus pauca.
Las
18 hs- .El enfermo del que hablé más arriba está sano.
Rosario. Letanías
La
noche fue tormentosa. No se duerme en medio de ese alboroto marino, y lo peor es
que no se tiene ganas.
Hemos
navegado 8, 9, 10, 12 nudos por hora durante la noche. Durante el día hemos
hecho un término medio de 7 nudos. Nos acercamos al trópico de Cáncer.
Gozamos de una temperatura similar a la de un lindo día de primavera, a mediodía,
en nuestra comarca.
Rosario.
Letanías.
La noche ha sido más
tormentosa que nunca. Fue un balance extraordinario, aun para los marineros.
No hacemos más que 6 nudos
por hora. Está bien.
Volvió
a aparecer una manada de marsopas. Una ha sido pescada, en realidad ha sido
herida y no pudo ser llevada a bordo. Tendrá por lo menos el consuelo de morir
entre los suyos. No cualquiera tiene esa dicha..
Desean
quizás saber cómo se toman esos peces monstruosos; nada más sencillo. En
cuanto se señala la presencia de una manada de marsopas, uno de los marineros más
experimentado (aquí es el mismo capitán) baja a flor de agua mediante las
cuerdas y cadenas que sostienen el bauprés. Tiene entre manos un palo grueso
con un arpón en una de sus extremidades y en la otra una cuerda que se extiende
hasta el interior del barco y que marineros atentos aprietan en sus manos. En
esa posición ve ir y venir las marsopas a sus pies, y hecha la elección,
dispara el arpón con todas sus fuerzas sobre su víctima y grita: “¡Tiren!”·
los marineros tiran de la cuerda con todas sus fuerzas, y si el golpe ha sido
acertado, traen la marsopa a bordo entre las aclamaciones de los pasajeros. Sin
embargo ocurre a menudo que la marsopa se desprende, como pasó hoy mismo.
Rosario.
Letanías.
Sigue
todavía el cabeceo, pero se aguanta. Nuestra velocidad media es de 7 nudos.
Mediodía
–
Hemos alcanzado el Trópico de Cáncer. Adiós a la zona que nos vio nacer. Es
una separación entre otras. El sol no parece en absoluto dispuesto a
maltratarnos.
Un
rumor circula entre nosotros: el Ángel o el Arcángel de Buenos Aires vino a
nuestro encuentro y estamos en adelante bajo su protección. Puede no ser poética
esa idea, no importa: me gusta, me conmueve, me consuela, déjenme saborearla.
Las
18 hs –
Estoy en la toldilla y contemplo el mar. A poca distancia del navío veo con
asombro aves salir del medio de las aguas, volar unos dos metros, sumergirse,
salir de nuevo, volar, sumergirse etc... Estaba pasmado; llega el Capitán: no
me animo a decir palabra. Temo que me hayan engañado los ojos. De repente se
reproduce el fenómeno, y el Capitán exclama en seguida: “mire, mire esa
cantidad de peces voladores” Me tranquilizo. Aproximadamente media hora
después, uno de esos peces (supongo que joven) quiso volar por encima del
barco. Era demasiada audacia. Cayó como una piedra sobre el puente. El ayudante
del Capitán, siempre muy atento con nosotros, vino a presentárnoslo Se parece
a una sardina, con la cabeza más chata; las alas tienen una piel más fina de
todo lo que uno puede imaginar.
Rosario.
Letanías.
El
barco conserva la misma velocidad. Hemos tenido dos nuevas personas que
comulgaron. Comenzamos a sentir los ardores de la zona tórrida.
De
nuevo sin viento. No hemos hecho más de 3 nudos por hora. Hemos pescado cinco
peces llamados aquí bonitos. Tienen la forma de un pequeñísimo barril, menos
las extremidades. Rosario, Letanías.
El
día es agotador; pero nos consolamos: no son 3 nudos que hicimos, sino 5 hasta
mediodía y 8, 9, 10 por la tarde
Las
16 hs.-
Nos sirvieron uno de esos pescados llamados bonitos, y el P. Guimón me dijo al
oído: “en verdad esos marineros tienen chispa y buen gusto: llamaron a
este pescado bonito y francamente es buenito”.
Cambiando
de tema ¿les gustó mi artículo del 20 sobre los peces voladores? Me temo que
no. Dije que los vi volar, zambullirse, volar, zambullirse etc... Agregué que
uno de ellos cayó como una piedra sobre el puente. ¿El porqué de sólo esto?
Podría decirles que estaba muy cansado cuando escribía, o que me estaban
esperando no sé más donde, pero prefiero decirles que ni se me ocurrió en ese
momento, será más sencillo. Ahora les diré lo que aprendí sobre esto. Los
peces voladores no pueden volar más allá del tiempo en que sus alas conservan
su humedad, y sus alas pierden esa humedad muy pronto. ¿Debemos compadecerlas?
¿debemos felicitarlas?... Me limito a decir que la falta de humedad las hace
zambullirse tan a menudo, y que esa misma falta de humedad en las alas hizo que
nuestro pez fue a parar en las manos de los marineros.
Las
19,30 horas.
Acabamos de cantar las Letanías y de rezar el rosario acostumbrado. Pero está
tan fresco el aire que nos quedamos en la toldilla para aprovecharlo, o hablando
más cristiano, para contrabalancear la violencia del fuego que nos consume y
también prepararnos para los combates del día siguiente. Para no perder tiempo
estábamos ocupados en nuestros pequeños quehaceres cuando de repente nuestros
ojos son testigos de un magnífico espectáculo. Ya dije que el barco andaba,
desde el mediodía a 8, 9 y 10 nudos por hora. El mar, evidentemente no se
prestaba de buenas ganas a ese movimiento rápido: gemía, protestaba, se
irritaba y con su enojo venía a romper sus olas espumantes contra los flancos
de nuestro buque que se burlaba de su rabia y le devolvía esas mismas olas
transformadas en deslumbrantes manteles blancos sembrados de estrellas
chispeantes (literalmente). ¡Qué hermoso, Dios mío!
Tenemos
detrás de nosotros las islas del Cabo Verde, y tenemos todavía buen viento.
Por
causa de la zona tórrida no hay apetito en el barrio, pero sí, una sed que
nos atormenta. ¡Ojalá pudiéramos tener un poco de esa agua que ustedes no
aprecian como se debe, señores moradores de la zona templada!; pero no se
puede, no se debe tenerlo todo aquí abajo. Dios no lo quiere, y hace bien.
Las
15 horas.
¿Por qué ese estallido de alegría en el navío? Veamos. Una ola pasó por
encima del barco y tiró tres hombres al piso. Y nada más. Esto me recuerda ni
más ni menos a mis queridos niños de Betharram. También ellos se reían, se
lo aseguro, de los pequeños accidentes de sus compañeros.. Pero, señores
burlones, ya que saben imitarlos en sus pequeñas travesuras, ¿por qué no los
imitan en todo lo demás? ¡Serían muy felices, y yo también!
Rosario.
Letanías.
El
P. Guimón y yo tomamos esta mañana un baño de mar. No se asusten: fue en una
bañadera.
Ocho
barcos están en los alrededores. Comienza una lucha tácita entre las diversas
tripulaciones: el hombre quiere hacerse notar en cualquier parte. L´Etincelle
no tardó en conquistar un lugar honorable y, mejor aun, supo conservarlo gran
parte de la mañana. ¡Viva Francia!
Mediodía
- No
avanzamos más de 3, 4 nudos por hora. Nos acercamos a la línea del Ecuador, es
decir que se acerca el día en que se nos bautizará. Fuera de bromas, tenemos
que resignarnos: seremos bautizados o... ¡No hablen de herejía, por favor!
Hagan más bien lo posible para recordar que en la guerra como en la guerra,
cual el tiempo, tal el tiento.
Letanías.
Rosario.
Es
para no creerlo. Estamos en la zona tórrida. Los marineros tienen apuro por
llegar a la línea, ustedes sospechan por qué. Nosotros estamos más apurados
por llegar a Montevideo. Y he aquí que L`Etincelle, muy poco preocupado por
nuestras impaciencias, se pone a bailar de la más extraña manera: saltos,
vueltas hasta perder la cabeza, y todo eso sin música, todo eso en medio de los
gemidos y quejidos de los pasajeros, todo eso durante tres días con sus noches,
todo eso sin casi poder movernos. ¿no es eso salvajismo? Felizmente nos hemos
convertido algo en marineros; de lo contrario nos pasarían cosas muy
desagradables.
N.B.
En ocasión de la gran solemnidad de mañana (San Miguel) nuestras oficinas
permanecerán cerradas y no se publicará el diario. Nuestros lectores entenderán
sin dificultad que sintamos la necesidad de recogernos, de rezar en ese día
grande para nosotros.
Mi
primera palabra hoy debe ser de arrepentimiento y reparación. Ofendí
injustamente L´Etincelle en mi último número, y si es cierto, como lo decía
otrora L.V. que los hornos tienen una fama que deben preservar intacta, sin duda
alguna así también debe ser con los barcos, y quizás se debería decir: a
fortiori. De todos modos retiro solemnemente todo lo dicho de ofensivo e
injurioso sobre L´Etincelle en mi último número.
¡Fatal
precipitación en el juzgar, todo se acabó con esto, rompo por siempre contigo,
precipitación..
Pero
en fin ¿no bailó L´Etincelle durante tres días? ¡Oh! sí bailó, pobrecito,
con todas las circunstancias agravantes señaladas; y digo más está bailando
todavía, pero ¿quid inde? No es para molestarnos, no es por capricho,
no es sobre todo por placer. ¡Ah si oyeran sus quejidos y sus llantos!... No,
no lo hace voluntariamente. Está obligado. ¿saben por quién? Por los malos
pagadores, por los pasajeros que no pagaron sus deudas antes de subir a bordo.
¡Ingratos!... Quos ergo... les espetaba hace un momento en su jerga uno
de los más fornidos marineros.. A la observación que se le hizo que podía
haber gente que debía a Dios como a los hombres, contestó: ¡Psh! Los que
deben a los hombres deben a Dios, y viceversa hasta un cierto punto”. La
respuesta me parece cuerda. Conclusión: 1º no se embarquen con el primer
venido; 2º al embarcarse no hay que deber nada, si posible, ni a Dios ni a los
hombres. De lo contrario, y con esto termino este 1er volumen, bailará el navío.
Recen
por nosotros. D. B.
2.-
Segundo mes de navegación rumbo a Buenos Aires
El
segundo mes comienza con malos auspicios. Está muy bien, es un motivo de alegría
para los misioneros que participan así de la cruz de su Divino Maestro.
El
P. Guimón sufre de una ronquera que nos aflige.. El P. Harbustan esta clavado
en una cama que, ya lo saben, no es de las más suaves: lo aqueja un cruel dolor
de cabeza.. El P. Sardoy siente un gran malestar y no quiere desayunar. El
hermano Fabián se queja del dolor que ya tenía en la pierna antes de salir y
que se le ha complicado. El Hermano Joannés tiene en la muñeca un especie de
furúnculo con el que deberá tener mucha paciencia. También yo estoy enfermo.
La Sorbona decide que se me tiene que dar un purgante; pero en el momento de
tomarlo, resultó que el enfermo tenía fiebre; les aseguro que la causa no era
el miedo, pero permito a cada uno pensar lo que quiera. Nada de peleas entre
nosotros.
En
resumen, sólo aguantan los Padres Larrouy y Magendie. Con esto basta. ¡Viva la
Providencia!
Las
14 hs
El P. Sardoy está bien
Avanzamos
paso a paso y eso, en el mar, cansa más que el galope.
Me
traen el purgante temprano; lo tomo con toda la calma de un filósofo, y lo
trago de un tirón, más o menos como si hubiera tomado un vaso de agua
azucarada. Y sin embargo se trataba nada menos que de un grueso vaso de un líquido
desagradable a la vista y, (dicho sea entre nosotros), más desagradable aun al
gusto. La recomendación que me hicieron para no devolverlo puede ayudarlos a
comprender. Siempre obediente, procuro, por primera vez en un mes, caminar por
caminar. Crean bien que caminar aquí es un asunto importante que exige
cualidades que no todos tienen. Estoy en un terreno movedizo, apoyándome por
estribor y babor, como en las paralelas de un gimnasio, paseando trabajosamente
mi pobre persona. Pasan unos pocos minutos, y me quedo exhausto. Me siento, me
acuesto. Por fin a las dos de la tarde estoy un poco mejor.
Por
la tarde subo a la toldilla donde me espera, dicen, un espectáculo de los más
grandiosos. Estaba todavía dolido, pero podía quedar de pie, y quise recoger
una página para mi diario.
Lindo
tiempo, magnífico.. Cielo puro y sin nubes encima de nuestras cabezas. Pero
alrededor nuestro hay una faja circular de 10 metros de largo, formada sin duda
con los vapores del mar, y que presenta escenas que arrebatan. ¿Cómo
describirlas? ¿Cómo dar de ellas una mínima idea? Durante semejantes espectáculos,
lo único que sé hacer, yo, es admirar y callar. ¿Qué hago? Me subo a la
lancha sin que nadie se dé cuenta y entonces escucho muy atentamente, decidido
a transmitirles el relato fiel de todo cuanto oigo. Aquí va el relato. No
nombro a los interlocutores porque no tengo autorización.
-
¡Aquí está Gargantúa! ¡Qué nariz! ¡qué orejas! ¡qué cabellera!
-
¡Qué monstruoso es este elefante! ¿Y esta casa de campo? ¡qué
agradable! Nada le falta: magníficos parques, feéricos bosquecitos, deliciosos
jardines.
-
Este es el convento de Igon, pero más elegante. ¡Oh! Miren el pedestal
de la Cruz del Calvario de Betharram. Y el de la cruz del buen ladrón. Cosa
extraña, no está el de la cruz del otro ladrón.
-
Admiren esos dos grandes animales que están devorando, cada uno por su
cuenta, esa mole de no sé qué.
-
¡Y esa bella pradera con su hermosa faja de árboles tupidos! ¿Habrá
algo más encantador? ¡Miren qué florecido está el pasto que la viste! ¡Miren
ese arroyito que la cruza! ¡qué límpidas son sus aguas!
-
¡Ah! Un barco de vapor! ...es casi el remolcador de Bayona.
-
Y esta fortaleza con sus murallas y sus ciudadelas.
-
Aquí está otra ciudad que no tiene su igual en la tierra. Es Londres...
Es París... Es la antigua Moscú como la describió Vicomte Walsh..
Estoy
exhausto; me paro. No está agotada la materia, pero no hay que olvidarse de que
estoy enfermo: quiero que lo recuerden.
Nota:
el mismo espectáculo, o por lo menos parecido, espera a aquellos que se animen
a pasar una noche bajo el cielo de la zona tórrida ¿Qué hace falta? Una sola
cosa: que el cielo sea sereno. Otrora era la regla, hoy es la excepción. La
maldad de los hombres lo arruina todo.
Está
curado el P. Harbustan. Continúa la calma chicha.
Siempre
la calma chicha. Francamente, decía un marinero, esto se pasa de la raya. No sé
si no se preguntan a bordo si no tenemos algo que ver nosotros con esas cosas, e
inclusive si no creen que nos complacen. ¡Si esa buena gente supiera!...
Siempre
la calma chicha. Hemos tenido hoy 12 hombres en la comunión y, es una
monstruosidad, una sola mujer. ¡Cómo para asombrarse de que tengamos calma
chicha! ¿saben que he sido tentado de suprimir, por lo menos durante el viaje,
la palabra “devoto” de la antífona a la Santísima Virgen? Para
resistir a la tentación, se tuvo que apelar a la caridad y a las Rúbricas; y
como la pobre humanidad pasa con naturalidad de un exceso al exceso opuesto,
tomamos la resolución de aumentar nuestra insistencia a Dios para pedirle que
cese esa verdadera plaga.
Al
fin avanzamos. Las olas se mueven; los corazones se abren a la alegría y a la
esperanza.
Alrededor
de las 9 horas, señalan a una larga distancia la presencia de un monstruo. Es
al P. Harbustan a quien corresponde el honor del hallazgo. Todos acuden, se
apuran, miran; no es una ilusión; hay un monstruo, lo confirman cien
voces.. El Capitán mira como los demás y, contrariando su costumbre, mira en
silencio. De repente se arma con su larga vista y sube al palo mayor. El asunto
se pone serio. Pasados unos minutos de ansiedad se escucha una orden como nunca
habíamos oído una igual: “¡un bote al mar!”. Los marineros
obedecen. Entretanto se dan órdenes para retrasar la velocidad del barco. El
Capitán sube al bote con cuatro marineros que se dirige hacia nuestro monstruo.
Para el Capitán se trataría de alguna desgracia: creyó reconocer un barco que
habría zozobrado. Se va y, sin pensarlo siquiera, estoy rezando para el éxito
se su empresa. Lo seguimos mirando, y varias veces nos estremecimos. Pareció
pararse un momento cerca del objeto que permanecía casi inmóvil, pero pronto
regresó con nosotros. ¿De qué se trataba? De una ballena monstruosa devorada
por tiburones. Estaba sin vida y difundía una horrenda fetidez.
Contamos
alrededor nuestro 11 navíos. Está lloviendo. Otra vez la calma chicha.
No
estamos más solos en estos parajes: no son 11 navíos, sino 18. Es un pequeño
consuelo, pero peor es nada.
El
P. Harbustan tiene un gusto pronunciado por los hallazgos. Ayer fue un monstruo
muerto; hoy es un monstruo vivo; ayer estaba lejos, hoy cerquita, lo pueden ver
los miopes. ¿Qué es? Un tiburón con sus dos pequeños pilotos y un pequeño
pez cuyas escamas abigarradas atraen todas las miradas, Quisiéramos verlo de más
cerca si fuera posible. Se nos da el gusto, se hacen muchos preparativos, se
prueba de mil maneras, pero a su manera, el tiburón nos declara que no quiere
saber nada. Se acerca, sí, parece olfatear las golosinas que le presentan, pero
cuando se trata de abrir la boca, ni pensar. Alguien dice aquí que tiene
ingenio. “¿Ingenio? exclama otro, imposible: son los pequeños que lo
avisan”. Le di la razón sin dificultad , yo que siempre pretendí que los
pequeños son buenos.
Vamos
por momentos a gran velocidad.
El
día es bueno. Según dice el Capitán, no tuvimos otro igual desde hace 15 días.
Letanías.
El
barco Benjamín Franklin de Nantes en su viaje a la isla Mauricio se acercó a L´Etincelle.
Comenzó la conversación entre los dos capitanes. Tuvimos la casi seguridad de
que una mano invisible, buena o mala, nos mantiene lejos del punto de nuestra
meta. Pero ese pensamiento no nos desconcierta en absoluto.. Nos contentamos con
adorar los secretos de la Providencia.
Nos
enteramos que hace aproximadamente 15 días nos encontrábamos a 25 grados de
longitud y hoy no estamos más que a 22 grados según los dos capitanes; ¿qué
les parece? El Benjamín Franklin llegó en el lugar en donde nos encontramos en
23 días, y para nosotros van 39 días que hemos salido. Hay gente aquí que
queda totalmente desconcertada.
Pero
falta decir lo más raro del asunto. Vamos resueltamente rumbo al África en línea
recta, lo que significa, en términos inteligibles, que no hacemos absolutamente
nada.
A
las 15 horas se cambia de dirección y la que tomamos nos sorprende casi tanto
como la anterior.. Vamos rumbo al oeste. No se las agarren con los hombres: nada
pueden hacer, absolutamente nada. ¡Bendito sea Dios!
Hay
que agregar que tenemos un cabeceo de los más insoportables.
Letanías.
Seguimos
con el statu quo. Navegamos derecho sin meta fija.
Si
quieren una idea de lo que pasa, esto es lo que me comentaban hace un momento:
hicimos hoy entre 40 y 50 leguas, pero nos hemos acercado a la línea del
Ecuador sólo 6 leguas.
El
cabeceo continúa y se le agrega por momentos el balance. ¡Adelante!
Dos
monstruos marinos fueron vistos en el día, pero es todo lo que puedo decir.
Letanías.
Mejoró
la situación, pero no podemos decir que todo anda bien. Ese bien que se
manifestó no es más que un mal menor. Una muy pequeña operación les va a
hacer comprender mi lenguaje. De los 180 nudos navegados hoy, sólo 56 nos
acercan a la meta o, en términos técnicos, de 60 leguas recorridas, sólo
valen 18 2/3. Es penoso pero uno se acostumbra a todo y, con la ayuda de Dios,
no se oye ninguna murmuración en la pequeña colonia.
L´Etincelle
recibió también la visita de un barco holandés salido de Ámsterdam hace 42 días.
Gracias a esa visita, nos enteramos de que nos encontramos a 24º 32¨ de
longitud.¿Por qué no hablan además de latitud?... Se guarda siempre el
secreto sobre ese punto y me gustaría mucho estar enterado. A falta de datos
seguros, fundándome en palabras tomadas al vuelo, la latitud es la siguiente,
el error, si existe, no pudiendo ser de consideración..: Estamos a 10 u 11
grados de latitud norte. ¡Oh vanidad de las conjeturas hechas antes de nuestra
partida! Letanías.
Hemos tenido un excelente día. Hemos navegado a 7,8,9, nudos por hora.
Las 11- Me informan que en 4 días alcanzaremos la línea.
No será nada extraordinario. Dentro de 4 días tendremos 46 días de navegación.¿No
era después de 45 días que debíamos llegar?
Las 17 – Algo se está maquinando en el
barrio. Las caras son serias; la gente parece muy distraída; las preguntas no
se contestan más que con monosílabas, y a veces con el silencio.
Mañana será otro día.
Se
develó el misterio. Estábamos tomando aire en la toldilla, ayer, con claro de
luna., preocupados por el cambio que todos notaban en la gente del equipaje,
cuando torrentes de lluvia caen sobre nuestras cabezas, es decir la cabeza de
los pasajeros y también del Capitán. Miramos: No hay nubes. Escuchamos,
truena, pero no hay nubes. Lo tomamos entonces a risa, y se oyen algunos gritos.
De repente se hace oír una voz que no es humana:
-
¿El comandante del barco?
-
Presente, contesta el interesado.
-
¿Quién eres?
-
El Capitán Silhouette.
-
¿Ya estuviste por estos parajes?
-
Sí.
-
¿Y tu barco?
-
No.
-
¿Tienes pasajeros?
-
Sí
-
Espera. Te voy a entregar un despacho del amigo Trópico
En
eso se nos aparece en la cofa del palo mayor un verdadero monstruo con aspecto
humano Toma una cuerda y se desliza hasta nosotros... Mucha gente que nada
entendió del diálogo cree que se trata de un espectro, inclusive del demonio;
pero pronto se reconoce al personaje. Más tranquilos, nos acercamos. El Capitán
toma el despacho, y a la luz de un fanal (así se llama) lee lo que sigue, o
aproximadamente: “ Capitán, te conozco desde hace mucho; ya van 20 días
que te estoy observando desde lo alto de las nubes. Quiero hacerte una visita mañana,
y bautizaré tu navío y a todos los pasajeros, a no ser que prefieran pagar la
multa. Adiós”. -El Capitán respondió muy seriamente: “Contesta a
tu maestro que podrá verme mañana mismo a la hora que le guste fijar.” Todos
se rieron. ¡No! No todos se reían. Se habían burlado de la gente el 11 del
corriente; se habían burlado de mí en el curso del día, y en esos casos no se
ríe; se piensa en una venganza cristiana.
Regreso
a mi camarote un poco más temprano que de costumbre. Se convoca el consejo, el
que se muestra tan descontento como yo por la que ha ocurrido, y comparte todos
mis sentimientos sobre lo que se está preparando. A unanimidad se decide que no
recibiremos el bautismo con el que se nos amenaza. ¿Cómo haremos? ¡Psh ¡¿No
se encuentra todos los días la manera de eludir las leyes? ¿De qué se trata
en definitiva? De franquear la línea sin ser vistos. Pues bien, pasemos esa
famosa línea a favor de las tinieblas que nos envuelven, y que mañana, el
amigo Trópico se entere, si no lo sabe ya, de que se lo puede engañar. El plan
es ejecutado tal cual fue decidido. Tuvimos sin embargo que dar una propina a un
quidam que nos sorprendió en el trayecto.
Las
10.
Oímos a la lejos los gritos, los gemidos de los pobres pasajeros que se las ven
con Trópico. ¡Con qué gusto nos felicitamos de la decisión que hemos
tomado!...Pero digámoslo ¡cómo, a bordo de L´Etincelle, nos agradecen
nuestra ausencia!
Las
14
– Todo
se calmó y volvemos a encontrarnos con nuestros compañeros de viaje sin que a
nadie se le ocurra pedirnos cuenta de nuestra escapada. El barco anda siempre a
buen paso. La temperatura es tórrida. Hemos tenido esta noche un eclipse de
luna; hemos visto el principio y hasta la mitad; no el fin porque ya era tarde.
Hemos
navegado a la velocidad media de 7 nudos por hora en el día. Quince días más
de una marcha parecida y estaremos en la costa de Montevideo.
Terminamos
de comer cuando el P. Harbustan nos anuncia que un pez mordió el anzuelo..Damos
media vuelta y vemos debatirse en el agua,¿qué? ¿un pescado? ¡bagatela! Es
un monstruo. Tiran de la cuerda con precaución y el monstruo avanza con el
hocico abierto. Ya está a pocos pasos del barco, pero ¿por qué no tiran de la
cuerda? ¿qué pretenden? Muy simple. Desconfían poder, con una cuerda tan
fina, llevar a bordo vivo el pobre cautivo y lo dejan debatirse en las aguas, y
consumir en vanos esfuerzos la poca vida que le queda. Todo esto prolongándose
demasiado un marinero, con mano poco segura, procura en cuatro o cinco
oportunidades agarrarlo con un instrumento que llaman aquí horca, pero en vano.
La preocupación comenzaba a entrar en los corazones cuando se aparece el Capitán
que había sido avisado.. Se hace silencio. Con toda la destreza de un marinero
consumado, toma un gancho, lo tira sobre el pescado, lo clava de par en par y lo
llevan a bordo mientras se debate con fuerza.
Quisiera
darles una idea de lo que es ese pescado, pero no sé cómo hacerlo. Me aseguran
aquí que les bastará saber que es un salmón muy gordo. ¡Ojalá! Agrego sólo
dos cosas: la primera, es que bastaría con creces para la cena de la comunidad
de Betharram (80 personas); la segunda es que se llegó a pagar una vez por uno
de esos pescados 45 francos. De hecho fue un catador quien lo pagó a ese
precio.
Esta
mañana reinó un momento el espanto a bordo de la nave. ¡Si serán raros esos
marineros! Lo que a nosotros nos llena de alegría a ellos los espanta; y lo que
a nosotros nos pone los pelos de punta a ellos los pone locos de alegría. ¿Conocen
el motivo del espanto de ellos? Estoy seguro que no lo adivinarían. Aprendan, y
entiendan, si pueden: creen haber visto la tierra..¿Qué tan terrible tendrá
la tierra?... Silencio...Dicen muy cerca de mí que si de verdad es la tierra
que ha sido vista, tendremos 24 horas más de atraso que agregar a tantas otras
que nos ha acumulado la calma chicha. En un santiamén nos unimos al equipaje y
declaramos que no queremos la tierra. Alguien sube hasta la cofa, apunta con el
larga vista y ve... nubes, barcos y nada de tierra.¡Bendito sea Dios!
Para
resarcirnos de nuestro susto, el viento da al barco una dirección mejor de la
que tenía. Avanzamos con un promedio horario de 7 nudos.
La
dirección mejoró más aun. L´Etincelle está de gran aseo. Navegamos 9 nudos
por hora.
Nunca
tuvimos un balance tan fuerte como éste. Nuestra velocidad es de 7 nudos
El
balance de ayer cesó durante la noche, pero vuelve a hacerse sentir fuertemente
por la mañana, continúa largo tiempo, causa algunos daños, y obliga a cambiar
de rumbo hacia el oeste y a cargar casi todas las velas. Es un espectáculo
lastimoso ver nuestro navío tan pomposamente adornado en los dos últimos día,
en ese estado de desnudez horrenda hoy.. Así es la vida.
Recibieron
la comunión 26 personas. Espero que antes del desembarque todas habrán puesto
orden en su conciencia ¡Si supieran todo el trabajo que se da el P. Guimón! ¡Si
lo hubieran oído como yo hace instantes! ¡Qué bello! ¡Qué conmovedor! ¡Qué
corazón!
Tenemos
la calma chicha. A eso de las 16 horas, va mejorando un poco: hacemos
3 nudos por hora. La temperatura está casi fría. Me regalan dos alas de peces
voladores. Black las ha perjudicado un poco, pero las mando así como están.
Creo que las verán con gusto.
La
mañana no se anunciaba favorable; pero al mediodía nuestros marineros
sintieron el viento y se ocuparon de la velita de L´Etincelle y poco después
navegábamos a 6 nudos, que después fueron 7, y después 8. ¡Oh! ¡ojalá
durara 8 días! A las 18, se pone violento el viento; se le saca sin piedad al
barco sus cintas, sus encajes etc...Es una suerte que los barcos no saben
enfadarse; el nuestro sigue con la misma velocidad.
El
mar hizo de noche tremendo ruido. Como viejos marineros no nos preocupamos;
mejor aun, dormimos bien
Nos
dijeron que el ruido del mar se debía a la velocidad del buque. Según parece,
hemos navegado toda la noche a 9 nudos por hora.”¡Es lindo, es magnífico!”
decía uno de los jefes. Nosotros decimos “¡Bendito sea Dios!”
Las
6 de la mañana
- No
es del todo la misma velocidad, pero no nos quejamos en absoluto: avanzamos 9
nudos por hora. Ya se hacen apuestas a bordo sobre el día de nuestra llegada a
Montevideo. A cada uno lo suyo.; nosotros creemos que algo mejor se debe hacer;
no apostamos, pero seguimos rezando.
Seguimos
andando a 8 nudos por hora
Todavía
8 nudos por hora. Se habla de cierto viento llamado Pampero que debe, según
dicen, jugarnos alguna mala pasada, pero esperamos que no pasará nada. De todos
modos F.V.D.
Las
15 horas
– El
mar se pone oleoso, cae la lluvia y nos saca de la toldilla. Nos vemos obligados
a refugiarnos en nuestro apartamentito cuyas aberturas hemos cerrado durante
tres horas, después de las cuales renovamos el aire por nuestra cuenta y
riesgo. Les digo sin más tardar que ningún accidente castigó nuestra
temeridad.
El
desorden se adueñó del barrio durante toda la noche. El mar hacía oír
mugidos tremebundos, los crujidos del barco partían el corazón, nos
bamboleamos continuamente en la cama, los muebles rodaban acá y acullá con
estruendo. No pudimos celebrar la misa: Mientras estoy escribiendo ¿quién lo
diría? me meneo de estribor a babor y de babor a estribor de un modo muy
curioso.¡Lástima que no estén aquí es tan divertido! El barco sigue siempre
con buen paso.
No
se indignen, por favor. Volvemos a tomar el camino a Francia. El país, la
patria ¿hay algo más atractivo? Y si ese país, esa patria se llama Francia,
Bajos Pirineos, Betharram ¿habrá algo más capaz de enloquecer los más
cuerdos de los hombres?
Las
8,30 horas-
pensándolo mejor, nos decidimos a despedirnos una vez más de la patria, y
volver a tomar la ruta de Buenos Aires. Pero ¡cuánta tristeza en nosotros! Y
¡cuán lento avanzamos!
Mediodía
– Ya estamos del todo tranquilos. Andamos ahora ligero (8 nudos por hora).
Hemos tenido esta mañana 36 comuniones: 25 hombres y 11 mujeres.
Faltan
sólo ocho días para el comienzo del año escolar en Betharram. ¿No convendría
que yo estuviera presente, si no puede ser antes, por lo menos el mismo día
temprano? No cabe la menor duda. Y bien, lo reconozco, no me animo a creerlo.
Tendrán que prescindir de mí los ocho primeros días después del 3 de
noviembre. Pasado ese tiempo que me parece un siglo en las circunstancias
actuales, tienen la gentileza de darme la seguridad de que estaré presente. (
Me refiero a Buenos Aires, y no a Betharram, podrían fácilmente confundirse).
Veremos.
En
lo que se refiere a los niños de Betharram, comenzaba, antaño, rezando por
ellos, con más fervor que nunca en ese momento ; lo seguiré haciendo, y de mí
dependerá que sean todos verdaderos hijos de Betharram.
Los
vientos nos fastidian.
Hoy
estamos de fiesta.. El niño que se nos confió hizo la primera comunión; el más
anciano de los marineros y el más joven lo acompañaron a comulgar.
Algunos
se dedicaron a pescar aves. (no se rían, no sé expresarme de otra manera) La
cosa es así: se tira un anzuelo al mar; un ave, después de dudarlo un momento,
se tira también él, nada, duda de nuevo, se deja seducir al fin y se lo pesca
como a un pez; ¿cómo llamar semejante operación? Se tomaron de ese modo
cuatro en mi presencia.
En
el almuerzo se nos trató un poco mejor que de costumbre por ser la fiesta del
P. Guimón. Debemos luchar contra los vientos, y se vuelve así más lenta
nuestra marcha.
Es
desalentador. Tenemos la calma chicha, y en vez de avanzar, retrocedemos. Un
horrible balance no nos deja un momento de descanso y nos deja algo enfermos. No
es de extrañar: se rompió el palo trinquete en las tres cuartas partes de su
altura. Se lo repuso rápidamente en buen estado.
Día
60 de nuestra navegación. Buena noticia: desde la medianoche vamos a una
velocidad de 10, 11 nudos por hora.¡Qué espectáculo nos ofrece el mar en este
momento! Por primera vez siento el deseo de verlos a todos reunidos en la
toldilla sólo por un cuarto de hora.. ¿Qué arrobamiento en unos! ¡qué
entusiasmo, qué éxtasis en otros! Y yo estoy sin imaginación, sin corazón,
admiro algo y después no siento nada.
Mediodía
–
Lo bueno no dura mucho : navegábamos esta mañana a 10,11 nudos. Era el nec
plus ultra. Ahora estamos en cero, y a veces bajo cero.
Sigue
la calma. El balance es cada vez mayor. No sé lo que estarán pensando en las
altas esferas , pero nosotros nos preguntamos si el barco no zozobrará.
El
arreglo que se hizo ayer en el trinquete no estaba probablemente bien hecho ya
que volvió a romperse el palo. Estamos tranquilos, totalmente resignados.
Siempre
la calma chicha, siempre el balance. ¿Cuándo llegaremos?
18
horas –
Hace dos horas que el viento sopla fuerte y andamos a 10,11 nudos por hora. El
balance continúa, pero se lo aguanta mejor: al andar rápido, la alegría llena
los corazones, y el balance, en esas circunstancias, no puede más que causar
risa; es lo que hacemos con mucho gusto cuando algún distraído no se agarra de
las manos y de los pies y se va de estribor a babor y se viene después, más cómico
que nunca, de babor a estribor.
Día
62 de nuestra navegación. La noche fue linda. Hemos avanzado , en término
medio, 9 nudos por hora y todo deja creer que así continuará durante el día
¡Así sea!
L´Etincelle
está de gala. Buena señal.
15,30
horas –
El agua del mar cambia de color; dejó de ser azul, es blanquecina. ¿Qué querrá
decir? Nos informamos y se nos dice (¡alabado sea Dios!)que nos acercamos a la
tierra.
Día
63 de navegación. El mar no es más blancuzco, sino verdoso, lo que significa,
entre los pueblos marítimos, que dentro de unas horas llegaremos al puerto ¡Cómo
laten los corazones!
Mediodía
– El
grito “¡Tierra! “se oye desde lo alto de la cofa. Miramos y no vemos
más que agua. Todavía no llegó para los pasajeros el tiempo de ver esa tierra
por la que están suspirando.
16,30
horas -
¡Ya está ¡La tenemos esa tierra tan ardientemente deseada: la podemos ver, la
podemos contemplar, podemos llenar nuestros ojos de su presencia. Pero.¿dónde
está Montevideo? Más paciencia. Entre tanto la gente se entrega a una alegría
casi desmedida, se divierte, se ríe, habla más fuerte que de costumbre: se
trata, claro, de los pasajeros. Nosotros experimentamos algo de las impresiones
que experimentan los de a bordo, pero mantenemos cierto decoro.
Hacemos
7 nudos por hora de término medio.
Día
64 de navegación ¡Qué espectáculo! Estamos frente a Montevideo, es decir la
más bella ciudad que hayan visto los pasajeros, el sitio más hermoso que se
pueda imaginar. Además, Providencia de Dios, es hoy la fiesta de los difuntos,
y suenan las campanas, y las oímos.. Pero para sentir lo que estamos sintiendo,
se tiene que haber vivido 63 días de mar.
Las
10 –
Estamos en la lancha que nos hace visitar Montevideo. El interior de la ciudad
no se corresponde enteramente al exterior. Sin embargo hay casas y edificios de
todas clases que nos llenan de admiración. Los habitantes son extremadamente
corteses y manifiestan un gran respeto por los sacerdotes. Hemos visitado dos
iglesias y las encontramos llenas de gente de toda edad, de todo sexo y condición,
rezando por los difuntos de rodillas en el piso ya que no hay púlpito ni sillas
en esas iglesias.
Pero
volvamos un poco hacia atrás para que les dé una muestra de la cortesía de
los montevideanos por los sacerdotes. Al bajar de la lancha, nos pidieron que
nos presentáramos a la aduana.. Nos hicieron entrar en la sala, y los señores
encargados declararon que, tratándose de sacerdotes, no tenían nada que
preguntar, y que si algo necesitábamos, no teníamos más que decirlo. Les
agradecimos y nos fuimos.
Las
21 horas -
Nuestro Capitán no quiere ir a Buenos Aires. Nos informa que va a pagar el
pasaje hasta esa ciudad, y que estemos listos lo más pronto posible. Todo se
pone en movimiento en seguida y media hora después estábamos subiendo a bordo
de un buque de vapor, previa sentida despedida al barco L´Etincelle. Creo que
en ese momento hubiera querido juntar unas palabras que puedan rimar, pero no lo
pude hacer. Estaba triste, sombrío, melancólico. ¡Qué me pasaba? No lo sé.:
quizás un presentimiento de lo que iba a ocurrir. ( Escribo esto en Buenos
Aires, muy tranquilo en mi celda).
Las
21,30 - La
más horrible tormenta se desencadena; se oye el grito más siniestro en un
barco: “ya no se puede más gobernar”. Es un capitán que está con
nosotros a bordo quien lo echó con un tono que llena de pavor los corazones; y
agrega “ daría 30.000 piastras por haber renunciado a ese paseo
sentimental” (sic). Para él era, en efecto, un paseo de pura fantasía ¿qué
les parece?
Algo
había que hacer sin embargo para salvar el navío y los pasajeros.. En nuestra
habitación rezamos las letanías de la Virgen, las letanías de los santos, el
rosario etc... En otro lugar, lloran, gritan etc...; en otra parte del barco nos
imitan y rezan. Y yo que no quiero morir durmiendo, quedo despierto, y sigo
despierto, y sigo así toda la noche, haciendo lo mejor que puedo lo que un
cristiano debe hacer en esta circunstancia.
En
el puente hay un ruido infernal. Los marineros quieren maniobrar, imposible.; el
viento se los puede llevar. Los amarran con una cuerda atada a la cintura y
consiguen, mediante tremendos esfuerzos, a echar anclas. A partir de ahí sólo
se oye el ruido de la tormenta: nos hemos abandonado totalmente a la
Providencia.
Según
los marineros, no había más peligro desde aproximadamente las 21,30 horas.
Para nosotros y los demás pasajeros que nada entendemos de tempestades, seguía
todavía a las 4 de la mañana.
Las
5 horas –
Levan anclas. Salimos y a las11,30 volvemos a ver la tierra, No vemos Buenos
Aires porque queda tapada por una franja circular de barcos de toda
nacionalidad.
Al
fin, siendo las 14,10 del 4 de noviembre de1856, pisamos esa tierra que
desde tan lejos vinimos a buscar. Les dejo imaginar los sentimientos que llenen
nuestro corazón en ese momento.
Las
15 horas -
Estamos en el hotel de la marina, esperando con algo de impaciencia, nuestro
almuerzo. Por fin aparece y recibe la mejor acogida.
Las
17 horas –
A partir de ahora, decidimos no continuar con la publicación de nuestro diario.
Todos ustedes que leerán estas páginas, recen por nosotros, y por mí
especialmente.
P.D..
Acabamos se salir del Palacio Episcopal. No estaba Monseñor; está haciendo la
visita de su diócesis, y no volverá antes del mes de enero. Nos dijeron ahí
que se había dado al capitán del puerto la orden de ir a nuestro encuentro con
embarcaciones, no bien estaría a la vista la bandera Francesa-Bayonesa. ¡Desventurada
idea la de hacernos subir a bordo de un vapor americano! No tenía bandera ni
francesa ni bayonesa. Pero, permítanme decirles toda la verdad: lejos de
sentirme afligido por eso, me alegro de todo corazón y bendigo al Señor que
nos salvó de esa ...confusión. Por otra parte ¿no sabemos acaso que la roca
Tarpeya no queda lejos del Capitolio, o para hablar más cristiano, más
religioso, que el Crucifigatur sigue de cerca al Hosanna. Entonces
¡alabado sea Dios!
Quisiera
ahora decir algo sobre Buenos Aires, pero una vida de hombre alcanzaría a penas
para contar todas las magnificencias y también (aquí como en todos lados es la
tierra de exilio, el valle de lágrimas) las miserias de este país. Además
no soy pintor, no soy poeta, no soy nada de lo que se debería ser para lograr
algo. Me contento con decir que, si se quiere fundar una ciudad, construir
conventos e iglesias, se podrá venir aquí para inspirarse. No creo que en
Francia sepan hacer cosas grandiosas como las que se encuentran aquí en
cualquier parte.
Bueno,
hay que terminar; sat prata biberunt. ¡Adiós, mi lindo pequeño diario!
Puedes irte a Francia.; anda, lo acepto, mis votos y los de todos mis hermanos
te harán compañía en el viaje. Llegado a destino, procurarás alegrar los
corazones que tantas preocupaciones han tenido por nosotros; se lo merecen.
Después, tomarás una compostura seria, la compostura que toma alguien cuando
expresa los sentimientos más íntimos de su alma, y dirás a nuestro Venerable
Superior que la pequeña colonia de Buenos Aires acepta sin dificultad que otras
la ganen en muchas cosas, pero en lo que toca al respeto, la obediencia, el amor
por su persona; el respeto, el amor, la fidelidad por la sociedad nuestra madre,
jamás. Son demostraciones triviales de tanto repetirlas; no importa, se las harás.
Lo conozco, y las tomará por lo que son, es decir por la expresión de la
verdad.
Dirás
también a cada uno de nuestros hermanos, si los ves, que los amamos a todos en
el Señor, y que de ningún modo queremos que la distancia que separa nuestros
cuerpos, separe nuestro corazones; que recen por nosotros como rezamos nosotros
por ellos.
Si
puedes hablar con los novicios, les dirás en el oído: Estote parati (
entienden perfectamente el latín y muchas otras cosas ); repíteles que no
somos inmortales, que nuestras filas pueden disminuir de un día para otro, que
un refuerzo puede ser necesario. Que se entreguen al estudio de las ciencias, es
absolutamente indispensable, pero más aun el conocimiento de todo lo que
recomienda la 16ª regla del Sumario .
Finalmente,
te hago el intérprete de mis sentimientos de respeto, o de afecto, o de
agradecimiento a las personas que tendrás la oportunidad de ver.